Capítulo 34.

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NARRANDO LEDRA.

Lo miro rápidamente, no puedo creer lo que acabo de oír, él empieza a reír, frunzo el ceño y bajo de la moto.

— No te rías de mi así.—Frunzo el ceño.

— ¿Qué? No —Agarra mi muñeca.

— Si es una puta broma para meterte entre mis piernas te juro que no te lo perdonaré en la vida.

—  ¿Por qué debería ser una broma?

— Porque cuando yo te lo dije tú dijiste que no podías quererme.

— Ya bueno, solo quería protegerte.

— ¿De qué?

— De mi. —Murmura.

— ¿De ti? Tú no me das miedo, me das risa.

— Pues ven, te vas a reír.

Me abraza por la espalda, empiezo a reír cuando siento que me hace cosquillas, me levanta los pies del suelo y ríe también. Me defiendo como puedo, él se aleja levantando las manos y me acerco.

— ¿Ahora qué? —Alza la ceja.

— Cuidado con esa pierna, tiene peligro. —Me hace reír.

— ¿Tienes miedo? —Digo haciéndole burla.

— Yo no le tengo miedo a nada.

— A mi pierna. —Se ríe.

Agarra mis muñecas para inmovilizarme, termina tirándome al suelo, pataleo pero él consigue tumbarse encima de mi, pone un hombro a cada lado y acaricia mis mejillas con la yema de sus dedos.

— Esto es abuso.

— ¿A si? —Ríe.

— Si. —Hace una mueca con los labios.

— Pues que pena.

Se acerca a mis labios, me pongo muy nerviosa, como la primera vez que sentí sus labios sobre los míos, despacio me besa, le sigo el beso entrelazando nuestros labios, paso mis brazos por alrededor de su cuello, juega con mi lengua, termino mordiéndole la lengua y eso le hace reír, seguidamente rio yo.

— Para —Niega con la cabeza.

— Un poco más. —Suplica.

— ¿Enserio estás enamorado de mi? —Pregunto nerviosa.

— ¿Sigues pensando qué te quiero para un polvo? —Su frente se arruga.

— Es que.. —Me besa para callarme.

— Piensa lo que quieras niña fresa, yo sé perfectamente cuáles son mis sentimientos aunque me haya costado demasiado descifrarlos.

Alzo la ceja, él me ayuda a levantarme, ambos caminamos hacia el banco y nos sentamos.

— No quiero que te sientas presionado.

—Al contrario, contigo siento una libertad increíble, puedo ser yo mismo.

— Osea que tú eres gilipollas, ya pensaba que algún día conocería al Daniel inteligente. —Se ríe.

— Eres mala.  —Pone los ojos en blanco.

— Mentira.

— ¿Qué no? —Se ríe— La segunda vez que nos vimos me insultaste, la primera no cuenta porque te pusiste rojita.

— Dios, cállate —Me rio.

Agarra mis manos, él está inquieto, no deja de mirar a su alrededor, no entiendo qué le ocurre, hace segundos estaba bien, él es tan. . . Complicado.

— ¿Pasa algo? —Pregunto.

— Es tarde —Acaricia mi pelo— debería llevarte a tu casa.

— Bueno —Encojo los hombros— si eso quieres.

— Por mi pasaría toda la noche contigo. —Lo miro frunciendo el ceño y él ríe.

— A la mierda el romanticismo.

— ¿Qué tienes en esa cabecita? Que mal pensada eres niña fresa.

— Claro, que no lo estabas pensando.

—Pues no, listilla. —Reímos.

— Llévame a casa.

— Sube, la llevarás tú. —Abro los ojos como platos.

— ¿Qué? ¿Estás loco?

— Estamos al lado ¿Eres una gallina? —Me reta.

— !No! ¡Gilipollas! —Se ríe y besa mi moflete.

— Entonces venga —Me lanza las llaves— toda tuya.

Lo miro ilusionada, él se sube a la moto y me espera, seguidamente subo yo y arranco. Con bastante cuidado y lentitud, él se burla de mi, coloca la mano encima de la mía y acelera, eso me asusta y grito.

— No grites niña, pareces una loca.

— ¡Tu culpa! —Exclamo.

Siento como me da un pequeño beso en el cuello, eso pone mi piel de gallina y suspiro.

— No te distraigas.

— Entonces déjame. —Me río.

Finalmente llegamos, bajo de la moto y le doy el casco, agarra mi cintura pegando mi cuerpo al suyo, me resisto un poco pero acabo besándolo.

— Nos vemos mandona.

— Nos vemos gilipollas.

— Hey —Agarra mi muñeca— otro beso.

— ¿Otro más?

— Uno más.

Volvemos a besarnos, ambos reímos, él me guiña un ojo y me sonríe.

— ¡Qué significa esto! —Grita mi madre desde la puerta.

— Mamá ¿Qué haces levantada tan tarde?

— ¿Qué haces con este delincuente?

Miro a Dani, él se encoge de hombros y suspira.

— Mamá no lo llames así.

— ¿Cómo quieres qué lo llame? Yo he  sido su abogada de oficio, se que está metido en el mundo de la droga, que se mete en peleas y que lleva armas encima ¡Qué demonios haces con él!

— Mamá no me grites y deja de ofenderle.

NARRANDO DANIEL.

La madre de Ledra está como loca, es comprensible, ha sido mi abogada y sabe perfectamente quién soy o cree saberlo. Agarra su muñeca muy fuerte, eso hace que Ledra sienta dolor, bajo de la moto porque no lo soporto.

— Señora, le está haciendo daño, yo puedo explicárselo. —Insisto.

— ¡No vuelvas a acercarte a mi hija o llamaré a la policía! —Me grita y entra a Ledra a su casa a la fuerza.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora