Capítulo 5.

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NARRANDO LEDRA.

Le observo, desde que se ha quitado el casco no he podido pronunciar palabra, aparto sus dedos de mi pelo y me alejo.

— Mira por dónde vas. —Ataco enfadada.

— Estoy mirando por dónde voy. —Dice con una voz muy sexy mientras me observa.

— Pues más a la carretera y menos a las mujeres, o si no no elijas conducir. —Ataco de nuevo.

— Pero que mandona me ha salido la niña. —Se ríe.

— Esta niña tiene su nombre. —Frunzo el ceño.

— Dímelo. —Me río.

— Hey, frena. —Se ríe.

— Si no me dices tu nombre tendré que llamarte niña. —Advierte.

Frunzo el ceño, agarro el brazo de Alícia y sigo hasta la otra acera, el chico no arranca hasta que yo me giro para mirarle, lo miro molesta, él sonríe, desliza la lengua por sus labios y vuelve a ponerse el casco, me hace un gesto y seguidamente se marcha.

—Prepotente. —Murmuro.

— Pero está muy bueno. —Añade Alícia.

— Bah, tampoco es para tanto.

NARRANDO DANIEL.

Llego a casa, Jesús me espera en la puerta vestido de negro, le hago una señal y sube a mi moto.

— ¿Preparado? —Pregunta Jesús.

—No es la primera vez.

— Pero está todo lleno de policías. —advierte.

— Solamente tenemos que coger la mercancía.

— ¿Lo tienes todo? —Pregunta.

Saco las pistolas, él me sonríe y mete una en su espalda.

— Esperemos no tener que usarlas, sería una lástima. —Reímos.

— Arranca antes de que salgan.

Le obedezco, arranco y subo la velocidad, Jesús ríe, siempre hemos sido así, no vamos a cambiar, nos encanta sentir esta adrenalina y sabemos que todo está mal pero lo hacemos peor.

Llegamos a un descampado, aparece el hombre que nos dará la mercancía para seguir vendiéndola, Jesús pone la mano en su espalda por si debe sacar la pistola.

—  Estaba deseando conoceros, hablan muy bien de vosotros dos. —Dice uno de esos tipos.

— Me alegra que estemos en la boca de idiotas.

—  Aquí tenéis toda la mercancía, ahora el dinero. —Le miro.

— Primero vamos a ver la mercancía.

Abro la maleta, hay mucho menos de lo que habíamos acordado, eso me hace enfurecer, lo agarro del cuello sin importarme qué sus guardaespaldas estén apuntándome.

— No creas que me da miedo la muerte, dame lo que falta o de aquí los dos salimos muertos. —Digo amenazante.

— Tienes huevos. —Se ríe.

— He dicho que me des lo que falta. —Lo apunto con la pistola-

De repente escuchamos sirenas de policía, agarro la maleta y subo a la moto, Jesús sube detrás de mi, los guardias de ese idiota nos disparan, Jesús se encarga de devolver los disparos con ambas pistolas.

— ¡Qué pasada! —Grito y rio.

— ¿Falta mercancía? —Pregunta.

— En realidad no —Digo riendo— pero me habría encantado ver cómo sueltan más.

— Estas loco. —Reímos.

— Ahora vamos a casa de los capullos.

—Vamos.

Finalmente llegamos a casa de unos amigos, allí vendemos gran parte de la mercancía, bebemos, disfrutamos durante gran parte de la noche.

— Hola —Me saluda Anabel sentándose a mi lado.

— ¿No deberías estar dormida? Mañana debes tener universidad.

— Y tú no deberías estar en mi cama? —Pregunta y muerdo mi labio.

— ¿Debería? —Pregunto riendo.

— Ambos sabemos que no es un sitio nuevo para ti. —Añade.

— Soy colega de tu hermano.

— Él no se entera. —Coquetea con mi pelo.

— Hazlo como siempre.
Empieza a reír, se marcha, poco después voy detrás de ella hasta llegar a su habitación, ella le espera en el pasillo donde pone la mano en mi nuca y me inclina para besarla, agarro su cintura mientras nuestros labios se entrelazan, la atracción es demasiado fuerte y se nota. Rodea mi cintura con sus piernas, entramos en su habitación y cierro la puerta de un portazo, la tumbo en la cama, agarro sus manos y las coloco en forma de cruz.

— ¿No te da miedo qué mi hermano se entere? —Beso su cuello.

— A mí no me da miedo nada —Murmuro.

— ¡Dios me vuelves loca! —Jadea.

—Y más loca que te voy a volver cuando empieces a gemir. —Digo con la voz muy ronca.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora