Capítulo 14.

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NARRANDO DANIEL.

Me encierro en mi habitación, me siento en la cama y miro a la nada durante unos segundos, recordando lo dura que fue la vida en aquel orfanato, Jesús y yo estábamos completamente solos, solamente nos teníamos a nosotros. No me sale ninguna lágrima, quizás porque ya no me quedan, porque ya no puedo llorar.

Termino dando puñetazos a la pared, grito furioso mientras mi madre adoptiva llama a la puerta, golpeo hasta que mis nudillos sangran y acabo agotado. Me doy una ducha para desprenderme de este maldito olor a alcohol, cuando termino me visto y me tumbo para dormir un rato.

NARRANDO LEDRA.

Vuelvo a despertar un día más para ir a clase, aunque no me siento como todos los días, siento algo distinto, no entiendo qué, pero es algo totalmente diferente a lo que estoy acostumbrada.

— ¡Venga bruja! —Grita Matías.

— ¡Cállate idiota! —Se ríen.

— Aquí tenéis dinero por si queréis algo —Dice nuestra madre y lo cojo— saldré un poco tarde pero vuestro padre saldrá a la misma hora de siempre.

— Así que cuando salgáis de clase venís directos a casa —Advierte papá.

— Si papá. —Sonrío.

— Yo se que tú si lo harás mi niña. —Dice seguro.

Nos lleva a clase, cuando llegamos los idiotas de mis hermanos salen corriendo, yo le doy un beso a mi padre y bajo del coche. Miro a todos lados, quizás espero verle o no, estoy completamente loca.

— ¿Buscas a alguien? —Pregunta Alicia.

— A ti —Digo riendo— ¿A quién más?

— A ese buenorro. —Se burla.

— No digas tonterías, yo no buscaría a un chico así.

— Pues dicen que te vieron subir a su moto —Alzo la ceja.

— No es cierto —Digo caminando— no creas cosas absurdas. —Frunzo el ceño.

— Vale, vale, te creo a ti.

Entramos dentro, me detengo unos segundos, no se porque pero inconscientemente sonrío, finalmente entro en clase como todas las mañanas.

NARRANDO DANIEL.

Despierto, bostezo y me digno a salir, mis padres están callados, cojo una taza y me sirvo café.

— Si vais a decir algo decirlo ya. —Les digo.

— Debes curarte esos nudillos. —Dice mi madre.

— Ah, si, lo haré. —La miro.

— Sentimos mucho haberte hecho sentir así hijo. —Suspira.

— Tranquilos, no es vuestra culpa. —Les digo.

— Tampoco de vosotros. —Dice nuestro padre.

— No quiero seguir con el tema. —Digo serio.

Me quedo en la cocina bebiendo de mi taza, Jesús sale de su habitación también muy callado y se pone a mi lado.

— Me han llamado —Dice Jesús— esta noche tenemos que ir allí.

— Iremos sin problema, les voy a quitar las ganas de difamarnos. —Digo serio.

— Lo mismo digo.

— No saben con quien se meten, no tengo nada que perder. —Murmuro.

— Yo tampoco —Pone la mano en mi hombro.

Me cambio, termino marchándome para no tener que seguir escuchando las lamentaciones de mis padres adoptivos, subo a la moto, me pongo el casco y arranco marchándome a bastante velocidad, creo que estando sentado en ella me siento libre, libre de todo lo que me está haciendo mal.
Me detengo en un semáforo, miro la hora en mi móvil y me voy al instituto de los niños fresa para seguir vendiendo. Vendo bastante durante el recreo, siempre se encarga Jesús pero esta vez he querido hacerlo yo. Saco un cigarro, me siento en la moto y fumo, de repente sale ella con sus amigas, cuando me ve desvía la mirada, yo no puedo hacerlo, deseo mirarla.

— ¿Saltándote clases? Muy mal niña buena. —Pregunto riendo.

— ¿Me hablas a mi? —Pregunta molesta.

— Oh si, no veo ninguna niña así de fea por aquí.

— ¿Ya deseas provocarme?

Aa Te provocas solita —Digo riendo.

— Soy Alícia, su mejor amiga. —Se presenta.

— Encantado Alícia, mi nombre es Dani,  por lo menos tú eres más simpática. —Me río.

— Vámonos. —Le dice a su amiga.

— Hoy estás excesivamente mandona y gruñona.

— Y tú estás excesivamente idiota.

— ¿A si? —Le doy una calada al cigarro.

— Pues si. —Se cruza de brazos.

Empiezo a reír, ella me mira furiosa, me acerco a ella, su amiga nos mira, ella alza la ceja y hace una mueca con la boca.

— Eres irritante.

— Y tú gilipollas.

— Hey, hey —Agarro su muñeca— no digas tacos.

— Cállate —Se ríe.

— La mandona se ha reído ¿Debo sentirme afortunado? —Pregunto y alza la ceja.

— Me he reído porque eres un payaso, deberías dedicarte a eso, pareces todo un profesional.

— Deja de insultarme niña —Alzo la ceja— Solo sabes insultarme o agredirme.

— Aún no sabes lo que es una agresión. —Me advierte.

— Enséñame —Murmuro— quiero que me enseñes.

— Lo siento, no tengo tiempo.  —Se aparta.

Empieza a reírse, frunzo el ceño, vuelvo a sentarme en mi moto mientras ella pasa por mi lado para irse.

— Me debes una cita. —Advierto.

— No te debo nada. —Me rio.

— ¡Un beso, eso me debes! —Alzo la voz.

Se detiene y se gira, me mira riendo a carcajadas, vuelvo a acercarme a ella que me observa nerviosa, acaricio su mejilla con suavidad y le aparto el pelo de la cara.

— Nada. —Repite.

— Un beso. —Le repito.

— Yo jamás besaría a un chico como tú.

— Yo si besaría a una chica como tú, por muy irritante, mandona, gritona que seas, te besaría hasta dejarte sin aliento. —Digo con la voz muy ronca.

Nuestro amor es animal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora