[08]

1.1K 164 55
                                    

— ¿No piensas decir nada?

Dallas estaba en la cocina preparando un par de sándwiches para cenar cuando Suni bajó las escaleras. Llevaba un camisón transparente negro sin sujetador debajo y unas medias de medio muslo.

— No tengo nada que decir— dijo girándose de nuevo hacia la encimera de la cocina, completamente imperturbable.

— Lleva todo el día llorando, es insoportable. Yo ni siquiera puedo hablar por teléfono cuando tú duermes.

Dallas había comenzado a apretar con fuerza el mango de la sartén mientras sentía sus habituales sudores fríos. A él también le había molestado la chica, había estado toda la tarde viéndose reflejado en ella hace tantos años y por más que quiso ordenarle que guardara silencio no lo hizo. No sabía qué era exactamente lo que le pasaba a Zoe y aunque él disfrutaba con el sufrimiento en este caso era distinto porque no lo había provocado él mismo. Se ponía enfermo solo de pensar que estuviera llorando por otro hombre. Mil imágenes se pasaron por su cabeza, cada cual peor que la anterior. Se frotó los ojos, hoy su mente tenía un día malo.

—Bueno, si no piensas hacer nada lo hare yo— dijo Suni cuando Zoe empezó a toser a cuenta de las lágrimas.

La verdad es que ni siquiera lloraba alto, a nadie medianamente normal le hubiese molestado.

— Espera Suni—dijo sonriendo mientras comía, se acercó a ella y le sujeto el brazo con cuidado.

La chica esperó pacientemente a que Dallas terminara de comer su sándwich para hablar, estaba disfrutando demasiado con sus ojos clavados en ella y el tacto de su mano en su piel, le sonrió y enderezó la espalda, esperando que el chico se fijara en su ropa y lo que había debajo.
Dallas no cambió ni un milímetro su expresión facial, masticaba, tragaba, masticaba, tragaba, casi como un robot... y cuando terminó de comer su agarre aumentó hasta que la cara de la chica se convirtió en una mueca dolorida.

— Sabes que no dudaré en echarte de esta casa, tus celos me aburren, lo que crees sentir hacia mí me aburre, tú-me-aburres...— dijo cogiendo todo lo que encontraba y enfatizando cada palabra con el sonido de los objetos al romper.

Soltó el brazo de la chica que subió corriendo las escaleras, cogió una silla del comedor y la lanzó a la cristalera del jardín rompiéndose en pedazos. Se sentó en el sofá y llevándose las manos a la cabeza intentó recordar el nombre de las pastillas que el psiquiatra le había recetado hacía ya años. Suspiró y se miró las manos ensangrentadas con un cristal clavado.
Zoe estaba en las escaleras mirando hacia Dallas que tenía el cabello y las manos manchadas de sangre, el ruido de los cristales la había asustado. El chico la miró pero no dijo ni una palabra.

—Tranquilo, no pasa nada— susurró la chica antes de volver a encerrarse en su cuarto.

                                       🗝

Los lunes era el único día que Dallas descansaba del Etéreo, aunque muchas veces iba igual, hoy no tenía pensado ir. Llevaba más de veinticuatro horas sin dormir y quería hacerlo, en cambio a la una de la madrugada aun seguía tumbado encima de las mantas vestido, en penumbra, sin sueño y demasiadas ideas extrañas en la cabeza.
La chica se pensó mucho si mandarle ese mensaje o picar directamente a su puerta. Ni siquiera sintió los nervios ni la vergüenza habituales en ella, solo estaba cansada. Quería hacer lo que tuviera que hacer y ya está. Quería cerrar los ojos fuerte y despertar dentro de años o cuando las cosas fueran mejor y si no era así prefería no volver a abrirlos. Ni siquiera le importaba la escena que había montado el chico o lo que podría pasar por molestarle.

— ¿Qué haces?

Dallas frunció el ceño extrañado cuando leyó el mensaje que le había escrito Zoe. Pensó en no contestar, creía haber dejado claro que no le gustaba que le molestaran.

— ¿Dallas?— insistió a los pocos minutos.

— Nada.

— ¿Puedo ir un momento?

— No se.

La chica pico a la puerta segundos después, la cerró a sus espaldas y se quedó parada en medio de la habitación, su olor volvió a afectarle, el entorno y la forma en que alumbraba a Dallas con esa luz artificial morada le pareció mágico y de nuevo irreal, como todo lo que formaba parte de la vida de ese chico. Llevaba un pendiente largo que acababa en una cruz pequeña y varios aros pequeños en las orejas. La camisa gris estampada estaba desabrochada y enseñaba un cuerpo no muy ancho pero muy definido, sus abdominales se marcaron al hacer el impulso y sentarse en el borde de la cama con los codos apoyados en las rodillas. Zoe se hubiera percatado de todo eso, hubiera visto como se oscurecían los ojos del chico, si no hubiese cerrado los suyos mientras se sacaba la camiseta por la cabeza dejándole ver por primera ver su cuerpo delgado y femenino. Dallas se empapó de la chica que se desvestía delante de él, vio su pecho ni muy grande ni muy pequeño, terso y bonito, su vientre plano y la curva marcada de su cintura, no era exuberante como a lo que estaba acostumbrado pero a ella no le hacía falta. Sintió como su miembro despertaba al ver el cuerpo de Zoe, como resquemaban sus manos por las ganas de tocarlo. Ella se quitó los pantaloncitos cortos de pijama y aguantó la respiración cuando notó como lentamente se fue acercando a ella.
Se quedó parado a escasos centímetros, oliéndola, mirándola, deseándola tanto que dolía. Reprimió el impulso de morderla, cargarla en su cintura y aprisionarla contra la pared. La chica fijó la vista en la nuez de él para no tener que enfrentarse a sus ojos plateados y le vio tragar saliva. Respiró hondo y hundió los pulgares en los extremos de las braguitas, cuando iba a comenzar a bajarlas él paró el movimiento con su fría mano. Suave primero y apretando su piel después hasta hacerle daño.

— Ya es suficiente— ordenó.

La chica negó con la cabeza, su vulnerabilidad y vergüenza la azotaron de golpe, tuvo que obligarse a continuar.

— Dijiste que querías ser mi mentor.

Dallas miró al techo, se mordió el labio inferior y se giró de vuelta a la cama.

— Y lo seré, pero no hoy. Nos escuchan.

— ¿Quién nos escucha?

—Shhhh...

                                       🗝

Dallas se agarraba el hinchado miembro y lo sacudía de arriba abajo a velocidad rápida, arqueaba su espalda y jadeaba. Deslizó el pulgar por la brillante punta lubricándose con su propio líquido pre-seminal y se mordió el labio. Se dio la vuelta y quedó de cara al colchón restregándose contra él, apartó el cinturón que le molestaba porque no le había dado tiempo a desvestirse, antes de que la chica cerrara la puerta él ya tenía la polla en la mano.

—Ah, joder...

Aumentó el ritmo y se agarró al cabecero de la cama, Dallas apretaba su glande con los dedos y se frotaba contra las sábanas dando fuertes estocadas. Mordió fuerte la almohada cuando llegó al orgasmo y manchó la cama y su vientre de semen.

Escuchó la voz grave que tantas noches le acompañaba.

"— ¿Qué es lo que acabas de hacer, Park Jimin?"

Rozigr.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora