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— ¡Lo has hecho adrede!— reprochó la pequeña bailarina con los brazos en jarras.
Por segunda vez se había ido de la habitación dejando al cliente descolocado.

— ¿Qué hice adrede?— contestó Dallas poniéndose delante de ella, la chica estaba con las bailarinas puestas y él le sacaba una cabeza.
Nuevamente el chico la había interceptado y arrastrado a uno de los reservados.

— ¡Sabes que me dan mucho asco los pies!

— ¿Cómo voy a saber yo eso?

La chica echaba humo por la nariz, le parecía humillante que el tipo le pidiera que le lamiera los pies pero también que Dallas lo negara cuando estaba segura de habérselo comentado cuando hablaban de restricciones. Ni en un millón de años haría tal cosa.

— Si pretendes que deje de trabajar aquí vas por buen camino. No voy a volver ahí, en serio te lo estoy diciendo. Me puedo morir del asco si tengo que volver a ver esos... — arrugó la carita— esos... ¡¡aggg!!

Dallas intentó mantenerse serio pero el movimiento de sus hombros moverse y la boca fruncida le delataba. Él había pasado por lo mismo con ese chico y había actuado igual que ella. Que le lamiera los pies su puta madre...

— Pues no hagas lo que te pide, arréglate como quieras pero vas a volver ahí o desde ya no trabajas aquí. Piensa Zoe, que tu cabeza no solo está de adorno.

Dallas solo intentaba que la chica aprendiese a salir ella sola de los apuros, siempre debía ser más inteligente y aun conociendo sus limitaciones llevarlas a su terreno.
Si conseguía dejarle satisfecho de igual manera sería un logro y el resto de polvos le parecerían mucho más fáciles de complacer.

— Sabes que si vuelvo a ese reservado me acostaré con él con cara de asco y después se quejará de mi contigo.

Dallas la rodeó con un brazo por la cintura y se dejó caer en la cama con ella encima. La chica gritó por la sorpresa mientras el chico guiaba sus movimientos haciendo que se frotara contra él. No tardó ni medio segundo en notar como su miembro se endurecía presionando su sexo y sus braguitas se humedecían por la intrusión.
Dallas se movía de manera agresiva rotando sus caderas y respiraba en su oído.

— Estás preciosa hoy, no te haces una idea de lo mucho que te deseo.

Zoe jadeó con sus palabras, no fue hasta ese momento que supo lo mucho que quería que su cambio le agradara. Merecía la pena dejar atrás su cabello virgen por ver la lujuria en los ojos del chico obsesionado con la plata.

— Y yo a ti...— susurró la chica buscando sus labios y aumentando la fricción.

Dallas cerró los ojos atormentado por no probar su lengua y cogió el labio inferior de la chica entre sus dientes mordiendo fuerte. Zoe lloriqueó por la agresión y después gimió aun con su labio atrapado. Sacó su dulce lengua y recorrió el labio superior del chico sin importarte que seguramente la hubiese herido.
Él también gimió, Zoe notó como se desabrochaba el cinturón y se bajaba la cremallera. Quería mirar, quería verle de una vez. Se estaba muriendo de ganas pero los dientes del chico le impedían moverse.
Dallas se sacó el miembro y separó la braguita de Zoe con un dedo para meter su polla por un lado y frotarse piel contra piel. Los dos jadearon al notarse y eso hizo que la chica se liberara ansiosa por mirar la intimidad del chico. Pero él no la dejaba, hacía mucha presión contra ella y todo lo que lograba a ver la chica era como se marcaba debajo de su tutú frotándose arriba y abajo. Quería llorar de impotencia, quería que la dejara moverse como quería para poder verle, tocarle y metérsela dentro.

— He hecho que te olvides de lo que te preocupaba, tu también puedes hacer que se olvide de sus intenciones.

Zoe no quería escucharle, sabía lo que venía a continuación. Sintió las manos del chico agarrarla con fuerza de los brazos para separarla de él y mandarla de nuevo con ese hombre y ella lloriqueó y se aferró aun más a su cuerpo apresándole con las piernas y moviéndose de manera agresiva. Su glande rozaba desde su clítoris hasta su entrada intentando hacerse hueco.

— Ah..., joder Zoe... maldita sea...

Dallas se estaba enfadando, era demasiado placer el que le estaba haciendo sentir y le ponía las cosas muy difíciles. Solo quería empujar y metérsela entera de una estocada que les llevara al clímax. La chica se frotaba contra él como si fuera lo único que importara en el mundo.

— Para...— Zoe metió la mano por debajo de su camiseta y le acarició los pezones mientras le mordía el cuello gimoteando. Su polla estaba chorreando de su humedad— ¡Para, joder, para!

Dallas empujó a la chica que calló sentada de culo entre sus piernas. Unos segundos más y se la hubiera follado ahí mismo mientras el cliente esperaba por ella. Se tapó con la camiseta y agarró una lámpara llena de cristales de bohemia que había a su lado. Zoe se asustó cuando se estrelló contra la pared.

— Quiero ver una gran sonrisa en la cara de ese tipo o espero por tu bien no volver a verte ni en mi casa ni en el trabajo.

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Debía sentirse dolida por su rechazo y en cambio se sentía eufórica. Era la primera vez que había sentido a Dallas tan cerca. Por fin había podido notar su suave y caliente piel en su sexo y solo con mirarle sabía que no estaba actuando y que él también lo deseaba de verdad. Le había visto sufrir del mismo modo que ella al no poder dejarse llevar y metérsela de una vez por todas. Ni siquiera le importaba volver con ese chico, solo quería acabar cuanto antes y volver a reunirse con el lobo. Hacerlo cuantas veces hiciera falta hasta que al fin le diera lo que tanto deseaba. Quería aprovechar cualquier oportunidad para volver a sentirle. Su cuerpo estaba en llamas y su cabeza muy despierta. Tanto como para dar a conocer a una parte de ella que ni siquiera sabía que existiera.
La chica cerró la puerta tras ella y se apoyó sonriendo mirando al chico, que era un cerdo con extraños fetiches pero estaba muy bien. Tenía el pelo moreno y engominado con estilo rockabilly y unos bonitos ojos azules.

— ¿Por qué has tardado tanto? ¿Y las bebidas?

Mierda.

Zoe se relamió los labios y haciéndose la avergonzada se sentó a un lado de su cuerpo evitando mirarle.

—Veras es que... en realidad no fui a por ninguna bebida.

— ¿Ah no? ¿Y a dónde fuiste guapa?

La chica se mordió los labios nerviosa y consiguió llamar la atención del chico que ahora se inclinaba ante su dulzura prestándole total atención.

— Me gustas tanto... que he tenido que tocarme y correrme pensando en ti antes de hacerlo contigo. Me hubiese dado vergüenza venirme nada más empezar.

El chico abrió los ojos como platos y sonrió satisfecho. Zoe supo que inflar su ego era una táctica genial para disuadirle de sus intenciones.

Agarró su mano masculina y pasó lentamente su lengua por dos de sus dedos antes de hundirlos en su intimidad. El chico no tenía más cavidad en su cabeza que no fuera el pensamiento de metérsela hasta reventarla al pensar que estaba así de húmeda por él.

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Zoe comprobó con disgusto que el lobo esta vez si que se había ido sin ella, seguramente con un cabreo del quince porque no le había obedecido cuando le había dicho que parara. La chica no había podido terminar, Dallas había ayudado a nublar su mente hasta el punto de que se olvidara de casi todo pero su cuerpo no quería responder si no era con él. Y por mucho que lo intentó los asquerosos pies del chico seguían presentes en su mente. Pero lo había hecho bien y había logrado su objetivo, ahora sabía que tenía la suficiente influencia en los hombres como para negarse a hacer algo que no quería aunque fuese mediante tretas.
Y después tenía que evitar pensar con todas sus fuerzas. Debía imaginar otro escenario y otras manos. También otro tono de voz y otro rostro.
Difícil, pero no imposible.

No se sorprendió con el estado de la casa, caminó entre los cristales rotos y se paró frente a la cristalera del patio. Desde ahí podía ver a Dallas bailando completamente sudado.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora