Epílogo

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LONDRES. DOS AÑOS DESPUÉS.

Lo que ocurrió esa fatídica noche del veintisiete de diciembre perduró en el tiempo como un enigmático y atrayente misterio. Contaban que la muerte de sus dos valiosos y reconocidos mentores se debía a un crimen pasional, crimen en el cual Jeon Jungkook había estado involucrado. Las malas lenguas murmuraban que el chico de preciosa sonrisa era un demonio con cara de ángel que había burlado a la justicia. Contaban que era digno sucesor del lobo de plata; inteligente, frío y calculador. Pero como todo, solo eran palabras dichas a media voz en el atrapante ambiente del Etéreo.

Jungkook se colocó los mechones plata frente al espejo del tocador y miró fijamente sus ojos rasgados y delineados con Khol negro. Esbozó una sonrisa ladina al sentir la mirada del chico pantera sobre él.

— ¿Qué buscas Yoonhori?— dijo con una calma electrizante.

Se giró hacia el chico de cabello de fuego y carismática sonrisa, pero su alma... su alma se veía a leguas que estaba tan rota como la suya.

— Perderme.

La cola negra de pantera se enroscó en la suave y gris del lobo.

Se apoyaban el uno en el otro, a veces rudos, a veces desesperados por volver a sentir algo.
Ambos anclados y condenados a persistir en el Etéreo. No eran amantes, no estaban enamorados el uno del otro ni volverían a estarlo nunca de nadie que no fuesen Dallas y Yoongi, pero sus corazones destrozados los unía de alguna forma.

— Maldito gato grande...

Yoonhori le empujó y Jungkook lo atrajo hasta sí cogiéndole por las solapas de la americana, el pelirrojo suspiró con resignación y apoyó su frente en la suya.

— Hoy cumple dos años que se fueron— susurró— ¿Dejaran de doler algún día? Cada vez que bailo siento sus ojos clavados en mí entre la gente, pero por más que busco no le encuentro... Esa sensación y tú sois lo único que me queda de él.

— Vete a casa Tae, tu hijo te espera.

La pantera asintió con la cabeza y respiró contra su piel. La selecta clientela del Etéreo no eran los únicos que sospechaban de Jungkook, Taehyung había visto el cuerpo de Yoongi con sus tres mortales heridas de bala, había visto la única arma a sus pies. Pero también había visto el sufrimiento con el que cargaba Jungkook desde aquel día. No podía odiarle, ni Yoongi lo querría así, no cuando había hecho tanto. Jungkook les protegió a él y a su bebé cuando no supo a quien acudir, no sabía como pero lo había limpiado de delitos frente a la ley. Les había acogido en la casa del lobo, lugar donde aún residía junto con Zoe y Cris y le había ofrecido ser mentor al comprender que no pensaba abandonar ese lugar, al igual que él. Se habían convertido en una familia. Juntos habían sacado adelante el Etéreo y a día de hoy era casi como una leyenda, con una cola de espera de más de un millón de personas esperando poder pisar su mágico suelo.

Jungkook se apartó cuando intentó acariciarle, no era amante de las muestras de afecto ni las palabras cargadas de sentimiento, ya no. La gente tenía razón al pensar que era cruel, había aprendido del mejor.

— ¿Tú no vienes?

— No... yo hay algo que quiero hacer.

— Está bien.

El plateado asintió y se volvió de nuevo hacia el espejo, mirándose fijamente ¿Quién sabe qué es lo que veía? Su mente ya no era la que había sido, su carácter era inestable y explosivo.

— Jungkook— dijo antes de dejarle a solas— ¿has tomado la medicación?

— Si. Lo hice—mintió.

— De acuerdo... te veo en casa.


🗝

Su etérea figura en el escenario, alumbrado solo por la gran luna de la pantalla, los lobos rodeando a su líder, su intenso y embriagador olor inundando el lugar. Jungkook se apoyó entre bastidores mirándole con una sonrisa, deslizó la vista por su pálido cuerpo desnudo, la sangre empezó a gotear su oído pero nada importaba.

Su cabello plateado se transformó en rubio, sus facciones se dulcificaron mientras Jimin se arrodillaba para acariciar los lobos con sus delicadas manitas. En sus labios tarareaba una hermosa melodía. Jungkook se acercó lentamente hasta llegar a él y acariciar su mejilla, de nuevo el cabello de plata, sus ojos grises devolviéndole la mirada, los gruesos labios de Dallas regalándole una ladeada sonrisa, compartiendo un secreto. Amándose aún después de la muerte.

— Mi vida...— susurró sobre sus labios.

— Shhh... no sonrías o desapareceré.

🗝 FIN. 🗝

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora