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Zoe hacía un puchero adorable mientras miraba fijamente la pared donde debería estar el espejo. Cinco horas después y tras ponerle millones de cosas en el cabello agarró uno de sus mechones entre sus dedos y se lo puso frente los ojos. Quiso llorar al ver el color. Le daba igual que su pelo se viera más sano y brillante que nunca y que tuviera ese fantástico color irreal. Su melena era sagrada para ella, con esas cosas no se juega.
El chico se aplaudió emocionado por su trabajo y gustándose a sí mismo.

— Ay. Que bueno soy y estoy. Cada vez me supero más...— dijo contemplando su obra.

Empezó a toquetear todo el maquillaje que tenía sobre el tocador y cuando dio con lo que buscaba se giró hacia ella con una gran sonrisa. Ese chico sentía pasión por su trabajo no había duda.

Maquilló a Zoe a su gusto, la chica sintió como pintaba sus cejas y como le colocaba las pestañas sin el mínimo esfuerzo, incluso lo hacía mejor que Dallas, para cuando terminó la chica calculaba que fuesen cerca de las once de la noche.

— ¿Ya estoy? ¿Puedo verme?— preguntó la chica retorciendo la espalda, ya le dolía de estar en la misma posición.

— Aún no, pero casi— hizo un gesto para que la acompañara y subieron las escaleras— ¡Tracy, súbeme lo que te dio Dallas!

Zoe estuvo a punto de dar media vuelta cuando vio una camilla del mismo tejido que la butaca y un montón de instrumentos metálicos en una mesa a su lado. Allí había desde bisturís a agujas tan largas como sus dedos. Solo esperaba que no intentase colocarle la inicial de Dallas con brillantes inamovibles o iban a tener un problema muy serio. Las paredes estaban llenas de fotos de mujeres y hombres posando artísticamente y entre ellas una le llamó especialmente la atención. Dallas posaba completamente caracterizado y desnudo. Estaba de espaldas y miraba por encima de su hombro de manera retadora a la cámara. Dios, quiso llevarse ese cuadro y echar a correr sin mirar atrás.

— Túmbate Dama, serán solo unos minutos.

La chica negó efusivamente con la cabeza y empezó a recular. Jin tuvo que agarrarla entre risas y colocarla el mismo.

— Venga que si te portas bien cuando acabemos te daré una piruleta— dijo divertido haciéndole un guiño.

Zoe ya no sabía si malinterpretar sus palabras o si solo se estaba riendo de ella por comportarse como una niña. La pequeña nube de algodón azul llegó con una cajita en las manos y la colocó encima del vientre de Zoe.

— Que suerte, yo también quiero que Dallas Hyung me haga un regalito— dijo posando su barbilla a la altura de la cabeza de la chica.

A Zoe le hizo gracia como Dallas atraía hasta la atención de los mas pequeños. No podía imaginárselo en plan hermano mayor de nadie y mucho menos cuidando de un niño.
Estaba emocionada no lo podía negar, estaba impaciente por saber lo que guardaba esa oscura cajita de terciopelo con las iniciales de Swarouvski. Se reclinó un poco y sonrió abriéndola. Dentro había un minúsculo aro hecho de diamantes.
Lo cogió entre sus dedos y miro hacia Jin confusa.

— ¿Es un pendiente? ¿Y el otro?

El chico se rió y posó su mano en la frente para que volviera a recostarse, se había lavado las manos y puesto unos guantes estériles.

— Se llama septum, ternura.

Agarró con unas pinzas especiales el cartílago que separaba las dos fosas nasales de la nariz y Zoe gritó mientras Tracy le agarraba la mano con su manita.

— ¡No quiero! ¡Nooooo....!— lloriqueó.

Jin la ignoró completamente mientras perforaba el duro cartílago. A la chica le caían las lágrimas de dolor.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora