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Jungkook llevaba quince minutos sentado en las escaleras que subían a la parte de arriba de la terraza del Starbucks. Miraba a la gente pasar pero no tenía muchas esperanzas de que la chica fuese a aparecer.
Nunca se había encaprichado tanto de una mujer, era bastante especial en lo que a gustos se refiere. Siempre acababa poniendo pegas donde no las había o se le pasaba la tontería en cuanto las besaba, aunque la verdad es que la mayoría de las veces ni llegaba a hacerlo. Él jugaba y las molestaba con su personalidad abierta y traviesa, le gustaba sentirse deseado como a todo hombre, pero nunca había conseguido sentir nada más que algo físico.
Ahora sentía la necesidad de descubrir ese rasgo en su carácter que Zoe había despertado, quería ser alguien para ella, quería que sintiera el mismo deseo que sentía él porque fuera suya. Quería por una vez ser el protector y no el protegido. Olvidarle de una vez por todas.

No era justo para ella.

No lo era porque Jungkook nunca sería solo suyo.

Sonrió cuando vio pasar a la morena entre las mesas mirando despistada hacia los lados y con un vestido amarillo, le estaba buscando.

— ¿Te parece bonito ir por la vida silbando a las chicas?—dijo Zoe cuando se acercó dejando la carpeta encima de las piernas del chico.
Intentó que su voz sonara seria pero sus ojos sonreían.

— Bonita eres tú bastante.

— Anda calla, seductor.

Sabía que en cuanto le viera querría besarle, sabía que sería mala idea volver a verle, solo le sirvió para corroborar que su corazón latía como loco cuando le tenía cerca. No quería ni imaginarse el espectáculo que montaría Dallas si se enteraba de que había salido de casa para reunirse con alguien, se estaba jugando mucho quedando con él.

— ¿Es esa la imagen que tienes de mí?

— ¿Y qué esperabas? Te recuerdo que nos conocimos en el Etéreo.

— Ya, pero eso también te concierne a ti y yo no te juzgo.

Touché. Jungkook la miraba con las cejas alzadas y se había puesto serio. Se alegró de que fuera ella quien había sacado el tema, quería saber que es lo que ella hacia allí aunque para ello tuviera que quedar él al descubierto.

— Yo no... no buscaba compañía—le informó la chica.

— ¿Tú no pero yo sí? ¿No me das ni el beneficio de la duda?

— ¿Me vas a decir que tú tampoco buscabas a nadie?

La chica se cruzó de brazos y le miró incrédula.

— No. No te voy a decir eso porque sí que buscaba a alguien, pero me gustas de verdad idiota.

Zoe abrió la boca sin saber si morirse de celos porque lo hubiera reconocido, si deshacerse en pedazos porque le dijera que le gustaba, ofenderse por el insulto o reírse por su risa contagiosa.

— Y... ¿sueles ir a menudo por allí...?

— De vez en cuando, si.

Mierda y más mierda. ¿Debería contarle que empezará a trabajar allí en breves? Él lo descubrirá de todas maneras. No. No podía decirle eso, Zoe aún tenía demasiados prejuicios como para contar lo que iba a hacer sin avergonzarse.

— Pues no deberías ir durante una temporada larga. Las chicas tienen un virus contagiosísimo.

— ¿Qué?

La chica se sentó un peldaño más abajo que él para evitar mirarle mientras le mentía a la cara.

—Si. Información de primera mano, pero no lo vayas contando por ahí.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora