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Zoe bostezó y se estiró en la cama, había dormido gran parte del día y eran cerca de las siete de la tarde. Le entristecía cuando se levantaba y veía que la noche ya empezaba a caer. El bronceado que solía lucir cuando vivía en Miami se había apagado y su piel ahora estaba más pálida que nunca. Echaba de menos la playa y las parrillas nocturnas que se alargaban hasta la madrugada rodeada de buenos amigos. Echaba en falta a sus niñas a las que entrenaba cuatro días por semana convirtiéndolas en parte de ella. Extrañaba tantas cosas que era imposible contarlas con los dedos de la mano pero sobre todo les hacía falta ellos y una de sus amigas en especial.
Estaba acostumbrada a contarle hasta la cosa más mínima que le ocurría, hablaban todos los días y a todas horas, tenía plena confianza en ella y le dolía no haberle hablado de lo mucho que había cambiado su vida porque le parecía que algo tan íntimo no era fácil comentarlo por teléfono aunque lo haría sin miedo a que la juzgase. Tal vez cuando lograra pagar la deuda podría traerla unos días a Londres junto con el resto de su familia, sería como un regalo caído del cielo para Zoe.
Abrió la aplicación de su banco en el móvil y miró su cuenta con emoción. Había ganado bastante dinero en muy poco tiempo. Al contrario de lo que había pensado los clientes no habían reducido las propinas de su baile aunque ya la conocían y Dallas pedía el doble por ella que por los demás chicos, desconocía la razón porque no se consideraba ni la mitad de buena que la mayoría.
Frunció el ceño cuando vio el último ingreso hecho tan solo hacía unas horas.  No quería ese dinero en su cuenta, no le pertenecía. No quería que el recuerdo de Jungkook se manchase con dinero como si hubiese sido cualquier cliente, no podía cobrar por algo que había hecho de corazón y no por obligación.
Se mordió las uñas y escribió y borró la misma frase mil veces. Finalmente le dio a enviar.

— Hola Jungkook, ¿puedes darme un número de cuenta para devolverte el dinero que me está ofendiendo solo de verlo reflejado en mi extracto bancario?

Bloqueó el móvil intentando no prestarle la mayor atención y se dirigió hacia el baño. El whattsap sonó casi de inmediato y a la chica le revolotearon mariposas en el estómago y se puso nerviosa como si fuese una quinceañera. Antes de leerlo ya estaba sonriendo.

— ¿Qué haces caracula?— le preguntó su mejor amiga Anna.

— ¡¡ARRRGG!! ¡Pensé que eras él! Tú siempre tan oportuna...

— ¿Él?, ¡¿quién?! FOTO. Ya estas tardando.

— No tengo ninguna. Pero es tan... ufffff...

— ¿Te lo has tirado?

— Jajajaja.

— ¡Te lo has tirado zorra!

— Tienes que venir unos días, tía. Ya me las arreglaré para traerte.

— No si viendo lo visto me saco el billete ya, me pido a tu compañero de piso. Puedo dormir con él si estáis mal de espacio.

— ¡Y una mierda!

— Tía, no acapares. Estas desatada xDDD

— Tú si que te desatarías si durmieras con él anda. Te dejo que me voy a duchar.

— Okkk, besos. Tkkkkk.

— Y yooooooooooooooooo. Muackssssss.

Zoe salió de la ducha con las fuerzas renovadas y se hundió en el mullido sofá de cuero del salón. Hacía días que no veía a Suni, no sabía si se la había tragado la tierra o si se había muerto con su propio vómito en su última borrachera, lo mismo le daba mientras pudiese disfrutar de la tranquilidad que se respiraba sin ese gnomo molestando y con Dallas encerrado en su habitación. Sonrió pensando en lo que se le acababa de ocurrir y marcó el icono de la videollamada aunque sospechaba que nadie la aceptaría.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora