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Por segunda vez la había dejado sola, menos mal que Zoe había sido precavida y había metido un par de billetes en su pequeño bolso de mano. Había esperado pacientemente a que saliera del reservado donde se estaba acostando con una mujer guapa y joven hasta que el alcohol dejó de rascar en su débil garganta. Estaba achispada, pero al contrario de lo que pensaba no por ello menos molesta. ¡Quería ser ella quien tocara su pálida piel y le hiciese disfrutar! Nunca antes había estado tan celosa. No le importaba que el motivo de Dallas para acostarse con esa mujer fuese el dinero, lo que le importaba es que ese hombre conseguía correrse dentro de cualquier chica sin necesidad de pensar en ella para nada.
Había salido de allí completamente aseado y había pasado por su lado sin prestarle la mínima atención. Después se había largado.
Cuando sacó el móvil para llamar al taxi el coche de Dallas estacionó delante de ella y la miró desde el asiento del conductor. Se sentó a su lado con los labios fruncidos en una mueca.

— ¿Qué te pasa?— preguntó el chico.

— La pregunta es qué te pasa a ti, ¿ibas a volver a irte sin mí?

— ¿No ves que no?

Zoe se encogió de hombros como si no le importara, debía dejar de ser tan blanda o eso acabaría con ella. Reposó la cabeza en el cristal viendo la ciudad resplandecer en la noche.

— Yo ya no se lo veo.

Dallas se giró a mirarla confuso, ¿qué era esa ironía que notaba en la chica y por qué estaba a la defensiva? Ella era quien casi le hace perder un cliente, por su culpa su cuerpo se había descargado antes de acostarse con esa mujer y se sentía presionado cuando tenía que correrse por segunda vez en un espacio tan corto de tiempo.

El chico chasqueó la lengua molesto y le entregó un papel tirándolo encima de su regazo.

— Mañana a las seis necesito que estés en esa dirección.

— ¿Qué es?

— No te interesa.

Dallas estaba borde, tronaba el cuello cerrando los ojos y sus nudillos heridos agarraban fuertemente el volante. ¿Cuándo se había hecho eso? Parecía reciente. No volvieron a decirse ni una palabra y ni siquiera se despidieron cuando entró cada uno a su cuarto. Zoe puso el pestillo recordando de repente lo que había pasado con Suni, esa demente era capaz de entrar mientras dormía y estrangularla.

Se puso el pijama y se sentó en la cama prestando atención y agudizando el oído, no se durmió hasta que se aseguró de que Dallas también lo había hecho y estaba bien.
Soñó con desconocidos que manoseaban su cuerpo por todos lados mientras ella gritaba y suplicaba. Soñó con la muerte de su padre y soñó con una versión de ella misma, fría, triste y rota.

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Suni se sirvió los filetes de carne con patatas que había hecho Zoe y se sentó enfrente de ella en la mesa. La morena comía con la vista puesta en el plato y un nudo en el estómago cerrado, la única vez que había levantado la vista Suni había chupado el cuchillo de una forma muy amenazante y desagradable. Sabía que si no la estaba atacando abiertamente era por miedo a las repercusiones de Dallas pero no descartaba que en cualquier momento perdiera los papeles y se lanzara a ella como una sádica. No supo porqué lo hizo pero sonrió recordando la contestación que le había dado la noche anterior. A la rubia le había temblado un ojo de pura rabia.

— ¿De qué coño te ríes?— dijo entre dientes clavando el cuchillo en la mesa.

Zoe se asustó y deslizó la silla hacia atrás. Dallas se enfadaría si alguien que no era él destrozaba los muebles de su casa.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora