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Zoe agradeció al taxista y miró asustada el caminito que tenía delante que llevaba a una gran casa, algo descuidada pero imponente. Caminó despacio con los zapatos de tacón intentando no romperse un tobillo e intentando contener las lágrimas. Ahora ya no había marcha atrás.

Su padre siempre decía "Vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer" y ella estaría de acuerdo si Dallas fuera malo, pero no tanto. Y sí, se arriesgaba a que Yoongi fuese incluso peor, pero al menos podría seguir ganando dinero y ayudar a su familia que al fin y al cabo era lo único que le importaba.
Zoe no había cogido su móvil debido a las prisas, apenas sabía qué hora era pero sospechaba que bastante más temprano de la hora a la que Yoongi la había citado. Tal vez ni siquiera estuviese en casa, tal vez debería marcharse ahora mismo lejos de allí para no volver a involucrarse nunca más con el Etéreo ni con el lobo. Pero aunque pudiese parecer la solución correcta a ella no le hacía gracia, quería escaparse de él, pero incomprensiblemente no que desapareciese de su vida.

Abrió la valla al darse cuenta de que las cadenas estaban puramente de adorno y que en realidad no estaba cerrada y se introdujo entre la maleza mirando hacia los lados, ese lugar debía haber sido precioso en sus tiempos. Unos columpios oxidados hacían un ruido chirriante y escalofriante debido al viento que se había levantado y Zoe cubrió su cuerpo semidesnudo con los brazos subiendo las escaleras de la entrada. Llamó al timbre un par de veces mordiéndose el labio nerviosa y al ver que nadie abría se rindió y se sentó en un viejo banco a esperar.

Yoongi abrió la puerta minutos más tarde con el pelo completamente revuelto y bostezando. Llevaba una camiseta negra con propaganda de algún grupo de música y unos pantalones de chándal. Miró hacia la chica frotándose un ojo.

— Cojonudo— dijo sin más entrando de nuevo y dejando la puerta abierta.

Zoe miró a su alrededor sorprendiéndose del montón de gatos que había en el salón. La casa no pegaba con él, era seria y elegante al estilo clásico. No estaba sucia pero las botellas de licor se amontonaban en la mesa principal, sin embargo la cocina estaba reluciente y no había polvo sobre los muebles. Una enorme televisión de plasma con enormes altavoces a los lados rompía toda la armonía del inmobiliario junto con varias consolas.

La chica se sentó en el sofá poniéndose uno de los gatitos en el regazo y cogió la cerveza congelada que Yoongi le extendía, después se sentó frente a ella en la mesa cogió un cigarro y le tiró la cajetilla para que se sirviese ella misma.

— Curioso vestuario. Me gusta, tal vez se ponga de moda— dijo sin esconder la sonrisa cuando miró sus altísimos zapatos de tacón y su camiseta básica de pijama cuatro tallas más grande que ocultaba sus manos.

Zoe chasqueó la lengua sabiendo que se estaba riendo de ella, debía parecer que se había escapado de un psiquiátrico. Metió la mano entre los mechones de su pelo intentando desenredarlo con cara de dolor.

— Doy asco— protestó la chica reprimiendo un puchero.

— Qué va, estás buena ¿Quieres hablar de ello?

— ¿De que estoy buena?—dijo con confusión.

— No, de por qué no llevas bragas.

Zoe gritó y tiró de la camiseta hasta asegurarse de que no se le veía ni la intención ¿De verdad acababa de enseñarle el chichi a Yoongi? Era bochornoso. Sus mejillas enrojecieron haciendo que el chico inclinara la cabeza hacia atrás riéndose a carcajadas, aunque después la miró fijamente y se pasó lentamente la lengua por el labio inferior.

— ¿Quieres que te preste unas? No me extrañaría que mi hermanastro tuviera los cajones llenos de ellas, hace algunos años era como una preciosa muñequita— dijo haciéndose gracia a sí mismo.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora