CAPITULO IV "CÓMPLICE"

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Budapest – Hungría

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Budapest – Hungría.

La única cosa que me pesaba en la conciencia, es la reacción que tendrá Eiden al saber lo atractivo que me parece este mundo, Darién se había metido no solo con las personas equivocadas, se había metido con la chica equivocada, azoté al sujeto en el suelo, le puse el cuchillo muy cerca del cuello.

— ¿Quién te envió? – no respondió. — ¡Quién te envió! – le quité la capucha, es asiático, creo que mis respuestas están resueltas. El sujeto logró lanzarme a un lado, me levanté, preparada para atacar.

— No creí que fuere a ser tan difícil aniquilarte.

— ¿Por eso mandaron a un guerrero de clase baja por mí? No sabes cuánto odio que me subestimen.

— Mi señora no está enterada de tus dotes, supongo que eso no será necesario cuando acabe contigo. – se lanzó por mí, lo medí perfectamente y en el momento preciso, giré rápidamente cortando su cuello, cayó de espalda, la sangre brotó de su cuello de manera descontrolada.

— Será interesante lo que vas a decirle ¿Verdad? – le pisé el pecho. – Dale detalles. – dejó de respirar, miré a los lados, busqué a Sol, que estaba en shock, apuntando con un arma, con mi arma para ser específico, el silenciador aun soltaba humo. — ¿Sol?

— Mate a un hombre.

— Sol, cálmate.

— Mate a un hombre, Dios, maté a un hombre. – me acerqué a ella, le quité el arma y le tomé el rostro.

— Sol.

— Lo maté, lo maté. – le limpié las lágrimas, empezó a llorar y a ponerse histérica, la sacudí con fuerza.

— ¡Sol! ¡Contrólate! Tenías que hacerlo, él te hubiera matado de no hacerlo, cálmate ya.

— Dios santo.

— Mírame. – la obligué a mirarme. – Sol ¿Qué siempre te he dicho sobre un hombre?

— No tener miedo a amarlos, pero tampoco a matarlos.

— Eso es, este hombre vino acá a matarnos, al igual que el otro que está del otro lado, si no lo matabas, nos hubiera matado ¿Sabes lo mal que la iban a pasar nuestros hermanos si eso pasara?

— Si, Rem se preocupa mucho por mí.

— Y Rem ahorita no puede cuidarte, tampoco Ragnar, estamos solas en esto, Sol, tenemos que hacerlo, solas y bien, sin miedo.

— Nunca había matado a alguien. – me dijo, llorando, la acaricié.

— Yo tampoco, pero lo tenemos que hacer, las veces que sean necesarias, tenemos que irnos a Moscú, Darién buscará en todos lados, menos en su cochera.

— ¿Estás segura?

— Claro, tenemos ayuda, no te preocupes, toma algo, limpiaremos las huellas ¿Recuerdas cómo hacerlo?

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