La Bratva ha decidido abandonar "La asociación" comandada por Eiden Palacios, con ello, consolidan una vez más su enemistad.
Madaby Palacios no es ninguna paloma blanca, a pesar de los esfuerzos vanos de su hermano mayor, se verá atraída por los be...
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Sentí un beso en la mejilla, la sensación me provocó un cosquilleo.
— ¿Papi? — abrí los ojos topándome con un niño peligrosamente parecido a mi papá, tenía ojos azules, pestañas rizadas y el cabello de mi abuelo, fruncí el cejo.
— Tú nunca supiste estar en calma, eres igual que tu abuelo. – entonces reaccioné por completo.
— ¿Abuelo Isaac?
— ¿Quién más? Al cruzar la línea, me topé con muchas cosas que me dolieron, encontré a mis padres, mis hermanos, mis suegros, Eric, Mayra y él, este fue el que más me dolió. – me refirió en susurro.
— Vaya papá, eres alto. — dijo mirándome de pies a cabeza.
— ¿Gabriel?
— Si. – elevó su pulgar. – Abuelo, no dijiste que papá tenía un tatuaje con mi nombre en el pecho ¿Por qué el perro muerde el pajarito que dice mi nombre?
— Es una loba, y el pajarito, es un ruiseñor, el ruiseñor está relacionado con la muerte como con el amor.
— ¿Yo soy el ruiseñor?
— Si. – acaricié su mejilla. – Y Nereida es la loba.
— ¿Nereida es mamá?
— No, solo crecías dentro de ella, eso no la hace tu madre. – se inclinó sobre la mesita, miraba mi fotografía con Madaí ¿Cómo llegó esto aquí?
— ¿Ella es mamá?
— Sé que te hubiera amado como tal, sí, puedes llamarla mamá.
— Es bonita. – suspiré mientras le miraba, parecía tan real, era tan curioso, como yo hasta la fecha.
— Tienes que perdonarte Mauro, si algo aprendí es que nada sana ese dolor, Nereida no merece que la odies, porque tampoco mereció que la amaras.
— Todo hubiera sido tan diferente si no fuera tan hija de puta.
— No podías cambiarla, ella está envenenada del alma, no es tu culpa, Gabriel sabe que no lo es.
— Oye papá ¿Me extrañas? – me preguntó.
— Pienso en ti todos los días y lo haré a menos que me dé Alzheimer.
— Yo también te extraño. – puso ambas manos en mis mejillas. – Yo estoy bien, si te duele recordarme, tienes que soltar, papá, no fue tu culpa, sentí tu amor esos poquitos minutos, yo también te amo y quiero que seas feliz, yo estaré contigo, siempre, y me duele que sufras por mi culpa.
— No, no es tu culpa.
— Sufres por mí y yo por ti, no hagamos eso más, seré feliz si tú eres feliz. – no pude evitar llorar, asentí para él.