La Bratva ha decidido abandonar "La asociación" comandada por Eiden Palacios, con ello, consolidan una vez más su enemistad.
Madaby Palacios no es ninguna paloma blanca, a pesar de los esfuerzos vanos de su hermano mayor, se verá atraída por los be...
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Roma no se había dado cuenta de mis molestias porque tenía las propias, de pronto sentía que la vida me colapsaba por completo, me costaba respirar, me dolía el pecho y en ese lapso, transpiraba como si hubiera corrido una maratón. Mi móvil sonó y respondí sin mirar.
— ¿Sí?
— Eiden ¿Piensas que el tratamiento viajará a Tequila y se suministrará por arte de magia?
— Estoy bien, Raúl, no hagas dramas.
— Si, pero pronto no lo estarás, los síntomas se irán agravando hasta que colapses y sea tarde para ti ¿En serio quieres eso?
— Sabes que no, pero he tenido unos problemas en Tequila que requieren mi atención, en cuanto termine...
— ¿En cuanto termine? Eiden, tu corazón está colapsando, necesitas ayudarle, de otro modo, podrías sufrir un infarto y morir en cualquier momento.
— No me digas eso, voy a ser papá, mi esposa está embarazada.
— ¿Y aun así quieres posponer tu atención? Tienes que volver a la capital cuanto antes, Eiden, ya.
— ¿Amor? – Roma llamó a la puerta.
— Estaré allá pronto, saludos. – y colgué.
— ¿Qué pasa amor? ¿Te sientes mal?
— No, solo que llevas mucho rato dentro ¿Estás bien?
— Si. – me guardé el móvil, me lavé las manos y salí. — ¿Todo en orden? – Roma me miró con atención, rogué a Diosito que, por favor, no me diera ese extraño dolor que hace que casi me ponga de rodillas.
— ¿Por qué estás pálido?
— Porque soy blanco, amor, te lo he dicho miles de veces. – la abracé, si me sigue mirando así, podría sospechar algo. — ¿Cómo están?
— Bien, tiene once semanas, está creciendo.
— Ya se ve. – le dije mientras acariciaba su vientre. – Buenos días mi amor ¿Tienes hambre?
— Si, tiene hambre, quiere mucho pollo con chipotle y guacamole.
— Bien, sus deseos son ordenes, le diré a Mari que prepare todo ¿Vas a ducharte?
— Si, bien, te espero aquí. – me senté en la cama y me quejé de mi dolor cuando entró al baño, me recosté sobre la cama. – No puedo morir, aunque todo el mundo lo quiera, no puedo morir. – suspiré. – Roma, ten cuidado, no me hagas entrar y verte como me gusta.
— ¿Quién es el pervertido ahora?
— Tú siempre eres la pervertida.
— Te amo.
— Yo también. – me froté el pecho antes de recostarme en la cama, soy muy joven para morir.
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