CAPITULO LXXXI "CAMPO DE GIRASOLES"

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¿Quieren saber cómo terminó la cena? Bueno, sólo diré que no fue necesario llamar ninguna ambulancia

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¿Quieren saber cómo terminó la cena? Bueno, sólo diré que no fue necesario llamar ninguna ambulancia. Fue más tensa que ver el último cuarto del Super Bowl con un resultado de veinticuatro — veintitrés.

Afortunadamente el pastel no acabó en el suelo y eso fue una gran ganancia. Lo más inesperado de todo fue que la señora Ainhoa le dijera a papá que estaba dispuesta a hablar con él, algo bueno pero también malo, malo porque pidió hacerlo a solas. Eso sí será peor que campo de batalla.

De igual modo había prometido a Gideon que le guardaría parte del postre, algo que no pudo ser porque a todo mundo le gustó, así que estaba nuevamente en la cocina horneando el pastel de limón con frambuesas. Y galletas que Roma me había pedido, lo cual fue raro, pero no dije que no, yo amo cocinar así que no le vi problema alguno.

— ¿Jensen? — escuché la voz de mi querido Pudín. — ¿Qué haces vos?

— Hola, amor — le besé la mejilla — ¿que no estabas con Eiden?

— Ah, ese jefe mío, está de papá gallo, yo no quiero ser una molestia, además, vos y yo iremos a un lugar en este momento.

— ¿Ahora? No puedo irme ahora, se quemarán las galletas y yo jamás las quemo, ¿sabes?

— Vos vas a tener que dejar a. — miró a todos lados, sacó la cabeza por la ventana. — Abuela, mamá Victoria ¡Mamá! Vení acá por favor antes de que la cocina explote. — me miró. — Listo, vos no tendrás que preocuparte por unas galletas.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto?

— Abuela, Eli te queré pedir un favor. — me miró. — Venga reina, esto urge.

— ¿Por qué tanta la urgencia? — pregunté sacando el pastel de Gideon.

— Porque es la hora perfecta para que vos veas lo que quiero que veas.

— Vayan, yo me encargo, Elizabeth. — dijo la abuela. — Ve, ve, este es desesperado como alguna vez lo fue su abuelo.

— ¿Okay? — las señora me quitó los guantes —. Pero hay que ponerle la cobertura al pastel y luego debe ir a refrigeración — Gam me tomó de la mano llevándome a la salida —. ¡No deje que las galletas se pasen de tiempo! — fue lo último que alcancé a decrile.

— Vos no me hagas cargarte que aun me duele la espalda, ve a tu habitación, compré algo para vos, corre, corre.

— A veces eres más raro que yo, ¿lo sabías?

— Anda, Jenssen, corre — pidió urgido.

— Okay ya voy.

¿Le habrán dado chocolate o algún Red Bull?

Cuando entré a la habitación me topé con un hermoso vestido rojo y zapatos negros con la suela en rojo. ¿Será algún fetiche? Fuere como fuere me puse el vestido que casualmente era de mi talla, pero vaya casualidad, ¿eh?

♛ 𝘌𝘯𝘦𝘮𝘪𝘨𝘰𝘴 𝘐𝘯𝘵𝘪𝘮𝘰𝘴 ♛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora