CAPITULO LXXVIII "MAURO EL POCO INTELIGENTE"

267 38 20
                                    

Hasta que tuve que decir una mentira del tamaño de mi ego supe que no iba a poder ocultar esto para siempre, Raúl, mi cardiólogo, había viajado hasta Tequila para darme el tratamiento que necesito, para eso le dije a Roma que tenía que ir a Cofrad...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hasta que tuve que decir una mentira del tamaño de mi ego supe que no iba a poder ocultar esto para siempre, Raúl, mi cardiólogo, había viajado hasta Tequila para darme el tratamiento que necesito, para eso le dije a Roma que tenía que ir a Cofradía, y esa no es la mentira, porque fue ahí en dónde Raúl me tuvo tres horas con intravenosa.

— No te ves bien.

— Dime algo que no sepa.

— Tu esposa no es estúpida, deberías decirle la verdad.

— No puedo, ella está preocupada por el bebé y sinceramente, yo también.

— Si no cuidas lo que funciona de tu corazón lo único que vas a ocasionar es que probablemente ni lo veas nacer, está muy avanzado el problema que tienes, te dije que el tratamiento era inmediato ¿Por qué nunca obedeces?

— Sabes la razón, ahorra el sermón.

— No estás bien, Eiden, podrías morir en cualquier momento, todo data en el humor de tu corazón.

— Pues rezaré para que sea feliz todos los días, por muchos años.

— Sabes que no es así, eres médico, pero eres ciego también.

— Tengo que mantenerme lo mejor que se pueda, Raúl, las cosas no están bien y se pondrán peor ¿Cada cuando tengo que ponerme esto?

— Cada tres días, al menos hasta que vea mejoría.

— De acuerdo.

— Te sentirás cansado, te recomiendo que no conduzcas, trata de comer lo mejor que puedas, perderás peso, pero de ti depende qué tan rápido.

— ¿Algo más?

— Mareos, dolor de pecho, semejante al infarto, pero uno de esos tantos dolores, será un infarto de verdad.

— Omitamos el drama, tengo que hacer muchas cosas, como desde el principio.

— Amas y eres amado ahora.

— Por eso no puedo morir, aunque deba. — mi miré suplicante. — No importa lo que tengas que hacer, necesito seguir viviendo, a como dé lugar.

— Eso no depende de mí.

— En algún momento dependerá de ti, y espero que me ayudes con eso.

— Siempre hago lo que está en mis manos, como lo hice con Isaac.

— No sabes cuánto te agradezco que hayas cuidado tan bien de él como ninguno de nosotros pudo hacerlo.

— Sé fuerte Eiden. — después de unos minutos me retiró la intravenosa, salí de la oficina con un vértigo tremendo, pero conduje con precaución hasta casa en dónde me encontré con mi adorada esposa, que de inmediato, se acercó a mí.

♛ 𝘌𝘯𝘦𝘮𝘪𝘨𝘰𝘴 𝘐𝘯𝘵𝘪𝘮𝘰𝘴 ♛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora