CAPITULO XXXIII "COMO EN LA GUERRA Y EL AMOR"

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Cuando entré a su habitación se encontraba dormido, el sueño era profundo, porque ni siquiera notó mi llegada, me acerqué a él, era injusto que se viera hermoso incluso fuera de combate, me acerqué, acaricié su nariz con mi dedo índice

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Cuando entré a su habitación se encontraba dormido, el sueño era profundo, porque ni siquiera notó mi llegada, me acerqué a él, era injusto que se viera hermoso incluso fuera de combate, me acerqué, acaricié su nariz con mi dedo índice.

— Eres inadmisible, Eiden Isaac. — le susurré, sin lograr despertado. — Qué profundo duermes. — le dije, besé su mejilla, después sus labios y pues nada, no despertó, besé sus labios y apenas se movió. — Hola, guapo. — le besé nuevamente.

— ¿Ya amaneció?

— Desde hace rato, Yisha, pasa del medio día.

— ¿En serio?

— ¿Sabías que Gideon le pidió matrimonio a Shantall anoche? Fue hermoso.

— Ese gemelo es un ridículo y el otro, igual. — me reí.

— No seas cruel, Eiden, el amor es bonito.

— Lo sé, estoy enamorado de ti y es lisonjero.

— ¿Lisonjero?

— Si, lo que siento por ti es lisonjero.

— ¿Si es bonito por que se escucha tan mal? — rio levemente.

— Cuando salga de aquí usted y yo iremos a un lugar muy bonito.

— Tenemos que trabajar.

— Tú tienes que trabajar yo soy el jefe.

— Grosero. — volvió a reírse.

— Es mentira, ya no serás la secretaria de Diego.

— Eiden ¡Alto ahí!

— ¿Qué?

— Quiero conservar mi empleo.

— Serás ejecutiva.

— No, quiero mi puesto, de mortal.

— ¿Cómo podría casarme contigo y conservarte de secretaria? ¿Qué clase de marido sería?

— Quiero seguir siendo la secretaria Platas.

— Roma ¿Si entiendes lo que es ser mi esposa, no? Vas a ser la dueña, básicamente de todo de lo que yo sea dueño, es decir, de todo, todo.

— No quiero, Eiden.

— ¿Entonces?

— Seguiré siendo la secretaria Platas. — se rascó la cabeza, frunció los labios.

— Serás la secretaria Palacios cuando seas mi esposa.

— Puedo ser la secretaria Palacios. — frunció los labios de nuevo.

— ¿Cómo pude fijarme en una mujer tan necia como tú?

— Lo mismo me pregunto.

— Entonces volverás a ser la secretaria del presidente.

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