CAPITULO LXXXVII "NUEVO MIEMBRO DE LA LIGA"

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No podía quitarme la sonrisa de idiota de la boca, miré a Lisa y le besé la frente

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No podía quitarme la sonrisa de idiota de la boca, miré a Lisa y le besé la frente.

— ¿Del uno al diez qué tanto vos crees que somos afortunados por este momento? Digo por no decir que cuanto crees vos qué sos afortunada por casarte con el rey del sur de Argentina, que aún no es mía, porque ahí están los hijos de puta de los Araujo pero es cuestión de tiempo, amor, vos tranquila.

Rio negando — Me da igual si eres el Rey o no del sur, yo no busqué casarme contigo por eso. Para mí siempre serás el Rey de mi corazón.

La abracé. — Vos sos re hermosa, señora de Rivas, te queda a vos como a ninguna.

— Lo dices y siento que se me eriza la piel.

— Me emociona que por fin tus viejos no podrán decir qué o como desde hoy, vos sos mi reina Jensen, la señora de los girasoles.

— Aww, eres un tiernito de primera.

— Hoy nos vamos a divertir un montón vos y yo debajo de las sábanas.

Bailó las cejas — ¿Ya tan urgido?

— Por favor reina, yo te mantuve a vos a raya estos meses sin sexo después de la cabaña, que lo acepto, fue un buen momento, memorable, pero yo siempre voy a querer demasiado de vos, todo de vos, todo, esto porque pues fue bueno dejar el deseo para hoy en la noche.

Me abrazó acariciando mi nuca y susurró:

— No tienes ni idea de lo que te espera bajo el vestido, pudín.

— Lo dices como si a vos no te gustara lo que hay dentro de mi bóxer.

Estábamos en nuestro momento ignorando que todos los demás estaban de colados en nuestro mundo, hasta que alguien carraspeó cerca de nosotros.

— ¿Se te perdió el baño, Denham? — le preguntó.

— Madre quiere hablar con él — le dijo seriamente.

— ¿Con quién?

— ¿Y no podrías decirle que se espere?

— Prima, ¿cuándo en la vida alguien ha podido contra esa mujer? Ni siquiera yo que soy su hijo logro esquivarla.

Jenssen suspiró — Es que tú eres muy débil cuando se trata de ella.

— Me da igual. Tengo órdenes de llevarlo con ella, los demás ya están esperando.

Me tomó de la mano — Bien, entonces iremos.

— Si. — me acerqué a ella. — ¿Tengo que llevar alguna especie de regalo por vos? Es que en mi pueblo se acostumbra pero lo olvidé.

— No hará falta y sinceramente, Eli, tampoco hace falta que vayas tú.

— ¿Perdona? Yo no voy a dejarlo solo.

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