CAPITULO XCVI "BEBÉ RE CANCHERO"

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— Oh, no lo sé, vos sos hermosa, creo que nuestros genes juntos harán un buen trabajo en un futuro

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— Oh, no lo sé, vos sos hermosa, creo que nuestros genes juntos harán un buen trabajo en un futuro. — me subí a su espalda. — ¿Vos querés que me lesione otra vez? — lo miré asustada. — Es broma. — me eso el brazo.

Bajé la mirada — Gam, ¿y si el bebé resultara como yo?

— Sería hermoso, de ojos bellos, ególatra, todo un príncipe. — me dijo.

— No me refiero a eso — dije, viendo al horizonte —. ¿Alguna vez te conté que mis padres me regalaron una constelación cuando cumplí seis años? — pregunté para cambiarle el tema, no quiero deprimirme en mi luna de miel.

— Si nace con algún problema que vos o yo tengamos, lo vamos a solucionar, vos estás aquí, yo también, el amor hace cosas de esas.

Le besé en la mejilla — Eres el mejor, ¿Sabías? — Sonreí de nuevo —. Pero si tenemos una niña, me gustaría que se llame Hailey. Sería lindo, ¿No crees? Hailey Rivas Anderson.

— Podemos tener un varón y una nena.

— ¿Quieres que tengamos dos bebitos?

— Tendría un equipo de fútbol con vos. — me besó la mejilla.

Reí medio espantada — Mejor hay que llevar las cosas con calma, ¿No crees? Primero quiero gozar un poco más el que me digan "adelante, señora Rivas", "tenemos lista su reservación, señor y señora Rivas", o mi preferido, "qué encantador esposo tiene usted, señora Rivas".

— Ja já, no te da risa cuando una famosa me dice eso.

— Si son como las últimas dos que eran peor que un par de perras en celo, evidentemente que estaré en contra — le aseguré.

Río. — Vos sos re celosa, amor, me casé con vos, que sufran ellas.

— Pues sí, pero que sufran en silencio y muy pero muy alejadas de ti.

— Vos me tenés fe o no.

— Total y absolutamente, mi amor — bajé de su espalda —. ¿Nadamos otro poco?

— Este es el momento en el que subo de peso. — se tocó el estómago. — Tengo hambre.

— Si el cocinero me prestara la cocina, créeme que te prepararía un banquete de primera — una campanita resonó en mi cabeza —. Pudincito, ¿crees que cuando lleguemos a nuestra casa pueda hacer una cena con cordero en miel? A tu hermano le gustan mis pasteles.

— Si, no creo que abuela tenga problema con ello, cuando lleguemos a la capital, iremos a ver una casa, ya que estaremos tiempo ahí, la elegiremos a el gusto de la reina Sicarii.

— No tienes porqué llamarme así — le tomé de las manos y empecé a jugar —. Aunque en realidad sí tuvimos reyes en mi familia — comenté.

— En mi casa hay reyes y reinas y príncipes y princesas, así que, los títulos nobiliarios son costumbre, seré el rey del sur, aunque tenga que sacar a los Araujo de las pelotas de mi territorio.

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