CAPITULO III "TU RECUERDO"

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Miré a mi tío algo intenso con Eli, así que se me ocurrió algo

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Miré a mi tío algo intenso con Eli, así que se me ocurrió algo.

— Basileo de la Grecia antigua ¿Podemos hablar? – miré a Eli. – Vaya ¿Ya te orientaron tan rápido?

— No te digo nada únicamente porque ahora no puedo.

— ¿De qué acabamos de hablar

Agachó la cabeza — Ups.

— Es muy mal educada con sus superiores, le dio un golpe a un sujeto que bien podría lastimarla si quisiera, el punto es que tengo que poner en jaque a alguien. — abrí la puerta de la habitación de Gamaliel. — Jian Li ¿Nos das unos minutos? — ella me miró extrañada.

— Claro, Isaac.

— Ella es Jian Li, es hija del líder de la Sun Yee On, una triada china aliada.

— ¿Por qué parece ser que terminarás metiéndome en líos, sobrinito?

— Eres un lío andante, no me vengas con ese tipo de comentarios, Li, él es el jefe de no sé dónde y ella su hija.

— Un placer conocerles, volveré más tarde.

— Gracias Jian. — cerró la puerta tras ella. — Qué guapa está.

— ¿Qué pasa?

— Lo que pasa es que no puedes volver a Argentina, los sureños tienen vigilados a los tuyos hasta los dientes, en México tengo a los Varela, así que. — suspiré. — Creo que es apropiado que tu suegro se haga cargo de mantener tu cabeza en su lugar.

— ¿Qué?

— Vamos Gamaliel ¿Quieres estar con Eli o no? Es tu oportunidad.

— ¿Disculpa? — negó con ambas manos —. No, no, no, no, no y no. Si quieres ver arder el mundo, quémalo tú solo, pero no inicies en mi casa.

— ¿Me dices que no puedes tener a un par de niños de veintidós años a salvo? Solo hasta que se recupere, tiene trabajo que hacer, no holgazaneará, tiene cosas que hacer y lo sabe.

— Estás cometiendo una equivocación, Eiden.

— Yo opino lo mismo.

— Tú no hables, Saga, te duele la garganta ¿Lo recuerdas?

— No puede ser tan malo — dijo mi prima.

— Tú no tienes derecho a opinar ahora.

— ¿Cuál es el problema, señor Basileo, dios de las reliquias? ¿No puedes? Es simple ¿Puedes o no puedes evitar que los maten?

— Eiden.

— ¿Del mundo? Incluso dormido lo haría. ¿De mi hija? Esos ya son otros veinte dólares.

— Cállate, Gamaliel, es la última vez que te lo digo ¿Por qué no me respetas?

— Lo siento.

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