CAPITULO LXXXV "UN MOMENTO A SOLAS"

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Miré a mi pequeño a lo lejos soportar los jalones que le daban sus caballeros para separarlo de Eli, quien, a su vez, era jaloneada por sus damas, de forma inesperada, Jack se puso a un lado de mi a observar

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Miré a mi pequeño a lo lejos soportar los jalones que le daban sus caballeros para separarlo de Eli, quien, a su vez, era jaloneada por sus damas, de forma inesperada, Jack se puso a un lado de mi a observar.

— ¿Cómo fue tu boda con Darah, Jack?

— Más complicada que esto — se sobó el brazo —. Y sofocante, literal, quería quemar el maldito moño de payaso.

— Debiste estar muy seguro de lo que hacías, que bueno que al final pudiste ser feliz con alguien, lo digo en serio.

Me miró dudosamente — Claro...

— Tenemos una plática pendiente, dime qué pasó y te diré porque estoy tan enojada con la vida.

Dio un paso atrás — Mejor te lo mando por escrito, así no corro riesgo de salir masacrado, o peor, de vuelta en un basurero.

— No seas ridículo, mi hijo comparte su felicidad con tu hija, si tú hija está mal, él lo estará, así que vivirás gracias a mi hijo, te escucho

— Paso. Bye — quiso salir corriendo, pero lo tomé del brazo —. Auh, suelta, suelta.

— Llorón, ni siquiera te tome fuerte.

Pero en cuanto sentí húmeda la tela de su saco comprendí que se trataba de algo más serio.

— No se lo digas a Eli, por favor, ella no necesita saber esto.

— Habla o te juro que te vas a desangrar aquí. — lo llevé a un lugar más apartado de la playa privada. — Necesitas hablar porque yo también lo necesito Jackson, ahora.

Resopló quitándose el saco — Bueno, si no hay más opción...

— No, no la tienes, ven, te ayudaré con eso. — entramos al hotel, se acercó a recepción donde, de inmediato, le facilitaron un botiquín. — Camina ¿Por qué sigues comportándote como cuando nos conocimos? No cambiaste nada y eso me irrita, entra. — me obligó a sentarme. — Quítate la camisa. — tomó el teléfono. — Ali, necesito una camisa blanca. — miró la talla y se la dijo. — Si, debe haber nuevas, el señor Pradda las trajo, gracias. — colgó. — Habla.

— Tú te quejas de que yo no he cambiado y tú tampoco lo has hecho, sigues siendo la misma violenta de siempre queriendo golpearme a cada rato — quejó cambiándose la gasa —. Supongo que ya puedes ser feliz, finalmente me hiciste sangrar. Muchas gracias.

— Cállate, si no fueras el mismo adolescente miedoso y torpe que conocí hace años no sería yo la misma violenta que fui contigo, no te muevas. — inspeccionó bien la herida. — Sigues sin hablar, como siempre.

— Porque sé que tú jamás escuchas.

— Te estoy escuchando Jack, realmente quiero que Gamaliel no esté pensando todo el tiempo si he de matarte, mi hijo no sabe las razones. — volví a mi herida. — No todas, así que necesito creerte, necesito creer que realmente no lo hiciste a propósito.

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