Capítulo 22.

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*Capítulo anterior*

Son las 06:45am y estamos por despegar, faltan muchísimas horas para llegar y estoy nerviosa, no le avisé a nadie de mi vuelta, quiero sorprender a las chicas y qué mejor que llegar sin previo aviso?

Cómo estará él? Me extrañará?

No Marizza, él nunca te quiso y tenés que afrontarlo, pasar página de una vez por todas.

Narro yo:

En estas cuatro semanas en Italia, Marizza cambió bastante su look, aunque ella piense que sólo son unos pequeños cambios. Tiene su pelo corto y rojizo como siempre pero con algunas mechas rubias. Su vestimenta ahora es distinta, usa ropa más ajustada y sensual por así decirlo. Usa aros, cosa que antes no hacía. Le crecieron un poco los senos, ya que todavía está en etapa de crecimiento. Pero al fin y al cabo sigue siendo esa Marizza con principios y metas, llena de valentía y coraje, con su picardía y su locura, hermosa como siempre pero con algunos cambios físicos.
Marizza no dejó de pensar en Pablo en todo su viaje por Italia, cada vez que pensaba en él trataba de hacer cosas para olvidarse, pero nada servía. Todo le recordaba a él y a su engaño, ese que hizo tanto daño en ella.

Narra Pablo:

Aunque no quisiera, todavía tenia a Marizza en la cabeza, nunca salió de mi cabeza, ya no está tan presente como antes pero igual su recuerdo sigue ahí, la recuerdo con la misma opresión en el pecho y el nudo en la garganta, como siempre, pero de a poco se va calmando, dejándome tranquilo.
Siento que aunque ya no duela, o ya no la piense tanto como antes, siempre va a estar su vivo recuerdo en mí, como me hizo sentir en el tiempo de nuestro noviazgo, como la hice sentir cuando supo la verdad, el dolor que tuve cuando se fué. Eso es algo que nunca voy a poder borrar de mi cabeza y de lo que es peor, mi corazón.
Sol intentaba acercarse, aunque yo no mostraba el mínimo interés en ella, se había empeñado en querer ser una más, porque eso era lo único que iba a lograr, ser una chica más entre tantas. Nunca nadie iba a ocupar un lugar en mi corazón como lo hizo Marizza, y Sol no era la excepción.

Era miércoles, estaba harto de las clases, me aburrían y no había nada interesante que hacer. Fuí a el patio principal a tomar algo de aire, intenté relajarme y en lo único que pude pensar fué en ella, esa chica que me volvía loco y sin embargo lastimé.
Sentí unas manos suaves pero inquietas en mi hombro, con rapidez bajaba por mi espalda y me giré, era Sol. Fué una desilución, pero qué esperaba? Ver a Marizza? Sí, estaba hecho un tonto.

- Pablo: Qué pasa?
- Sol: No te parece... Que podríamos hacer algo vos y yo?
- Pablo: Algo como qué?
- Sol: Algo... Algo como esto

Parecía muy segura de lo que iba a hacer, así que me tomo de la nuca y me besó. Por unos segundos lo disfruté, hacía ya días o semanas desde que no tocaba a una chica, no sabía la razón pero simplemente no tenía ganas.
Seguimos nuestro beso y la pegué más a mí, intensificandolo, al sentir el contacto de su cuerpo con el mío, solamente pensaba en una cosa, Marizza. Intenté pensar e imaginarme que era ella, pero ellas no se parecían en nada, Sol no tenía su sabor, sus labios carnosos y ese aroma a frutillas que tanto me gusta. Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo la aparte de mí y con una mirada seria le dije "Aléjate". Sonó muy duro lo que le dije, pero no podía besarla sin ver a Marizza, no iba a continuar con ese beso tan insignificante.

- Sol: Pero por qué Pablo? No te gustó?
- Pablo: No es eso, no quiero que te confundas nada más
- Sol: Yo no me confundo Pablo, nada más es un beso, no te pido ser novios

Me miró con una sonrisa, y no pude identificar de que manera dijo eso. Sin darme tiempo a nada me volvió a besar, esta vez no la frené, se lo seguí, aunque no era lo que quería o necesitaba, pero al menos no besaba mal, besaba bastante bien en realidad.
Después de unos cuantos besos con Sol, por fin me libre de ella con una excusa cualquiera y pude ir a mi habitación para poder estar solo y tranquilo. Horas después de dormir y relajarme, tomé mi guitarra, quería tocar algo y descargarme, así que un rato más tarde, cuando ya estaban todos en sus habitaciones, bajé a el Playroom y comencé a tocar esa canción que compuse en este mismo lugar, pensando en ella, en mi Marizza.
Marizza.
¿Cómo estará? Hace semanas que no sé nada de ella y me duele pensarla, me duele pensar que lo nuestro es sólo un recuerdo hermoso que quedó grabado en mi mente, y todo por mi culpa, por ser un cobarde. La extraño, la necesito.
¿Sentirá ella lo mismo que yo?
Siento que son preguntas absurdas, obvio que no siente lo mismo. Me debe odiar, y si no fuera porque está en Italia, probablemente me mataría.
Entre tantos pensamientos, dolor y recuerdos, se me pasó la noche y no me había dado cuenta hasta que miré mi reloj, eran las 05:46am. Debía subir a mi habitación rápido a prepararme, ya que no había dormido nada. Fuí a las escaleras del Hall y me quedé petrificado al instante cuando sentí recaer una mirada sobre mí, me giré sobre mis propios talones y quedé mirando fijamente como idiota a la persona que estaba ahí en la puerta, yo no salía de mi asombro, no lo podía creer.

Narra Marizza:

Fueron horas interminables, no veía la hora de llegar y ver a todos, hasta incluso a Pablo quería ver apesar de todo. Dormí en todo el viaje y no comí nada, por los nervios supongo.
Cuando por fin bajé del avión y pude tomar un taxi, eran las 05:13am y llegaría en unos veinte minutos al colegio. No quería irme a mi casa y ver a Sonia, primero quería ver a Luji, a Luna, a la hueca de Mía, a Manu, a mis amigos. Y sorprenderlos, hasta quería sorprender al chancho con mi llegada, seguro que se querría matar.
Llegué a las 05:38am al colegio, y entre valijas y todo por fin pude entrar, pero al instante me arrepentí al ver una persona muy conocida para mis ojos sobre las escaleras mirándome como si estuviese viendo un fantasma, Pablo.
Sentí al instante mis nervios a flor de piel, una electricidad, para nada buena, bajaba por todo mi cuerpo dejándome helada ante la nueva sensación que experimentaba. Él seguía ahí, mirándome como si no creyera que mi presencia sea real, esperando patidifuso que salgan palabras de mi boca, claramente yo no iba a hablar, estaba quieta sin omitir ni siquiera monosílabos.
Me preocupé al ver cómo bajaba las escaleras lentamente, acercándose a mí. En un movimiento rápido salí de ese lugar, sin darme cuenta que por mis mejillas corrían lágrimas saladas, sentí el viento helado chocar contra mi rostro, secando las pocas lágrimas que mis ojos dejaban caer. Corrí por unos minutos sin saber en donde esconderme, podía escuchar sus pasos cerca de los míos y eso me asustaba, simplemente no esperaba ver a él antes que a nadie. Encontré un acoplado que parecía abandonado, me metí en él sin pensar, debía esconderme rápido si no quería que Pablo me encuentre. Esperé unos cuantos minutos y, al no oir más pasos o llamados hacia mi nombre, bajé de ese lugar tan oscuro, asegurándome con precaución de que él no estuviera allí. Pero, para mí desgracia, él estaba ahí, esperando mi huída.

Mis ojos se abrieron como platos al ver esos ojos azul cielo acorralandome contra una pared de este acoplado, mi respiración estaba más agitada de lo normal y lo único que pude hacer fué arrinconarme más contra esta pared fría.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora