Capítulo 94

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Manuel.

— Dale amor, ya tenemos que volver — una risita escapa de sus labios.

— Ya... vamos — contesto contra su piel.

Mi boca abandona su cuello para subir hasta la suya, la beso y cierro mis ojos disfrutando del calor de su aliento. Al separarme, sonrió como tonto y la observo embelesado.

— Te amo, te amo, te amo — susurro.

Mía acaricia mi mejilla y pasa su suave pulgar por mis labios, separandolos un poco.

— Yo también.

Vuelvo a besarla, ésta vez alargando el beso. No quiero irme, me siento realmente bien acá junto a mi novia, solos, en una cama y desnudos, haciéndonos mimos, hablando y besandonos.

Luego de haber hecho el amor, habíamos dormido plácidamente bajo las sábanas en posición cucharita, ni siquiera nos habíamos molestado en vestirnos. Estábamos cómodos, relajados y muertos de sueño. Hace una media hora habíamos despertado, Mía estaba con su cabeza sobre mi pecho y mi mano en su cintura al despertar.

Pero ya era hora de volver, era tarde y probablemente después de esto Franco me mate. Pero nada me importaba en estos momentos, me sentía pleno y feliz, algo embobado también, pero era obvio, estoy enamorado. Muy enamorado, a decir verdad.

Hace algún tiempo, cuando había terminado toda mi relación amistad/noviazgo con Marizza, me sentía realmente mal. De verdad me gustaba, es decir, Marizza es una persona hermosa y tiene una personalidad que enamora a cualquiera, era obvio que iba a gustarme. Por lo que encontrarla besando a Pablo me había dolido bastante, y aunque con el tiempo lo superé y entendí que ella no era para mí, en su momento se sentía devastador. Claro que tuve que fingir que no me importaba, incluso que quería ser su amigo, todo con tal de estar cerca de ella.

Con el tiempo descubrí a Mía, encontré en ella una persona hermosa, tierna y dulce que jamás creí que encontraría. Yo la veía como una hueca, sin cerebro, alguien superficial, una muñequita de plástico, pero cuando se abrió a mi y dejó que viera a la persona que se escondía detrás de toda esa fachada, me enamoré completamente. Entendí que la amaba con locura, y que, si bien Marizza me había gustado mucho, lo que sentía por Mía era incluso más fuerte.

Supongo que es porque nos complementamos muy bien al ser diferentes; cosa que con Marizza no pasaba porque somos muy parecidos. O tal vez es porque es la primer chica que se mostraba de una manera y que me interesó por su fachada y misterio, que sé yo. Eso no lo sé, sólo se que la amo.

+++

— ¿Estás lista? — le pregunto.

Mía asiente, se la ve nerviosa e intranquila. Estoy casi seguro de que es por como reaccione Franco cuando nos vea.

— Dale, entremos antes de que nos maten — contesta.

Entramos en recepción con nuestras manos entrelazadas. Nos habíamos duchado en el hotel para no tener que hacerlo al llegar acá, pero todavía teníamos la ropa de ayer puesta, así que de todas formas tendríamos que ducharnos, o sólo cambiarnos. La ropa no está muy limpia que digamos.

— ¿Estarán en su habitación? — pregunto nervioso.

Franco va a matarte, Manuel.

Mía me mira con el ceño y sus labios fruncidos, parece estar pensando algo.

— Ahora que lo pienso, nunca estan cerca nuestro. Seguro ni nos ven, como últimamente andan raros.

Asiento. Tiene razón, no me había dado cuenta hasta que ella lo dijo, pero Sonia y Franco no estaban muy encima nuestro que digamos. Sinceramente creí que nuestras vacaciones familiares iban a ser muy interesantes por tener a mis suegros pegados a Pablo y a mi, observando cada paso que demos, pero me sorprendí a mi mismo al darme cuenta que ellos ni siquiera sabían que dormíamos junto a sus hijas desde que llegamos.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora