Marizza.
Mis ojos siguen el recorrido que la gotita de sudor hace al resbalar por mi frente, con la mano derecha intento quitarla mientras mi vista sigue fija en el espejo frente a mi, pero al querer hacerlo, siento como mis pequeñas manos también se encuentran algo húmedas, y de pronto me hacen sentir estúpida.
Malditos nervios.
Maldita Sonia.
¡Maldito Pablo por convencerme,
y maldita yo por aceptar!
¿Qué es lo que me mantiene tan nerviosa? Oh, solamente que debo hablar con Sonia sobre el padre que nunca tuve porque ella nunca se dignó a decir la verdad, sólo porque no quiso. Por cobarde.
Y además, como regalito, debo conocer a Martín.
Hace unos días, cuando estaba por irme a dormir, Pablo me contó que habló con ella unos minutos después de haber ido en busca de nuestro desayuno en la mañana, aunque yo no quería saber nada de su conversación ni oír siquiera el nombre de mi mamá, de todas formas él me contó hasta el más mínimo detalle de porqué ella siempre me mintió. Escuché —a regañadientes— cada palabra de lo que mi novio dijo. Según él y Sonia, ella me había alejado de la verdad por miedo a Spirito, quien yo creía que era mi viejo, ya que ella le estaba ocultando a su amante, Martín Andrade, alías el primer amor de Sonia Rey. Como le tenía miedo al viejo de Fabrizio, decidió que lo mejor era escapar, irse lejos con él y tenerme a mí en otro lugar donde Martín no pudiera saber de mi existencia.
Bueno, la cuestión es que mi vieja hizo todo mal. Muy mal. Mintió, me dejó sin un padre, me causó desconfianza hacia ella, me hizo sentir idiota, y lo más importante de todo, arruinó nuestra relación. Esa que tanto nos cuesta tener estable, que por más que se estire y siempre parezca romperse, se hace más fuerte, más unida, más hermosa. Pero ya no, esa relación madre e hija que yo creía era linda, ya no lo es. Todo gracias a Sonia.
Aunque ya no sé que creer, no sé si confiar en que eso fue lo que pasó. Confío ciegamente en Pablo, pero en Sonia no. No puedo confiar en alguien que me mintió por tanto tiempo, teniendo mil oportunidades para haberme dicho la verdad.
Después de taladrarme la cabeza por dos días seguidos, diciéndome, además, que ya faltaban pocos días para volver a Argentina, Pablo logró que acepte tener una charla con Sonia y Martín, pero sólo si él se quedaba junto a mi. No es que no pudiera hacer y resolver mis problemas sola, sino que su apoyo me haría mucho bien en todo esto.
— ¿Ya estás lista, mi amor? — pregunta Pablo -alias el traidor- mientras golpea la puerta del baño —. Tu mamá nos debe estar esperando ya.
— ¡Que espere entonces! — grito en respuesta
— ¡Yo esperé quince años para saber la verdad, que le va a costar esperar cinco minutos! — la bronca en mi voz es muy notoria, y es que aunque odie admitirlo, todavía no supero todo el dolor que me causó saber la verdad. Aunque eso no justifica que le esté gritando a mi Pablito.Un sonido casi imperceptible se escucha a través de la puerta, como de algo golpearse contra ella. ¿Se habrá roto la frente contra la puerta del baño mi rubio hueco? Y Casi como si él hubiese oído mi pregunta mental, entra intempestivamente con una mano frotando la piel de su frente.
¡Que boludo!
— ¿Te lastimaste bebé? — pregunto acercandome a él con una expresión preocupada y voz de niña —. ¿Querés ponerte hielito?
Pablo me regala una sonrisita triste, un puchero tiembla en sus labios mientras sus ojos me miran como si fuese un perrito callejero que necesita comida y mucho cariño.
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Eterno amor. ©
FanfictionEn proceso. [Prohibida la copia parcial o completa de esta historia] © Ella Méndez.