Capítulo 61.

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continuación...

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Marizza.

- Marizza: Amor, ¿me subís a caballito para saltar las olas? - dije con el agua llegando a mi cintura.

- Pablo: Sos una nena chiquita ahora, mi amor

- Marizza: Dale Pablo - Frunci el ceño.

- Pablo: No te enojes. Dale subí - sonreí

Me subí a su espalda pero me resbalaba así que él me subió más arriba, en su cuello con mis piernas en sus hombros.

- Marizza: Decime si peso mucho - dije algo insegura

- Pablo: Amor, no pesas nada, estas re bien

- Marizza: Seguro?

- Pablo: Si. Mirá, ahí viene una ola gigante

Reí al escuchar a Pablo como un nene emocionado, daba ternura.

Saltamos con cada ola que venía, a veces nos caíamos y moriamos en carcajadas. Era hermoso pasar toda una tarde de playa con él. Sin dudas son las mejores vacaciones de invierno que tuve.

Con Pablo estábamos mejor que nunca, en nuestro mejor momento, disfrutando del otro. Disfrutando los besos, los mimos, la caricias, las risas, los insultos. Si, los insultos.
Nuestro amor no es como el de los otros, no se compara con ningún otro. Nosotros somos totalmente diferentes. Nos amamos con locura y a veces decimos cuanto amor sentimos por el otro, pero de todas formas vivimos insultandonos aunque es con cariño. Nuestros insultos son comunes entre nosotros, es como si fuésemos cariñosos a nuestra manera, sin ser empalagosos ni estar todo el día diciendo babosadas como todos los demás. Eso me encantaba, que seamos tan diferentes pero tan iguales a la vez. Que nos entendamos y demostremos nuestro amor de la misma forma, sin ser románticos pero a la vez siendo los más románticos. Suena raro, pero así lo siento yo, es algo muy contradictorio pero real.

Un rato después volvimos con los chicos a la arena, ya hacía algo de frío y nosotros teníamos que volver, bañarnos e irnos a la casa de Manu. Estaba ansiosa de conocer a la familia de mi mejor amigo, era algo muy lindo compartir nuestras vidas, nuestras familias y todo con ellos. Mis amigos.

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Ya en el hotel, decidimos ir cada uno a su habitación para preparar algo de ropa y después ducharnos. La arena pegada a mi cuerpo no era nada cómoda de llevar, y menos si también estaba en mi pelo.
Al entrar a nuestra habitación con Pablo, fuí directo a la cómoda buscando algo de ropa que ponerme y también algunas mudas de ropa para llevar, que tiempo después guardé en un bolso.
Hoy quería estar cómoda y sencilla, por lo que opté por un conjunto de ropa interior de encaje negro, un jean oscuro que resaltaba muy bien mi trasero, una remera blanca suelta que dejaba ver mi ombligo y unas zapatillas negras bajitas.
Entré al baño con una toalla en mano, el conjunto de ropa interior y mi cepillo de dientes. La ropa que iba a ponerme la dejé sobre la cama, siguiendo con mi plan de calentar a Pablo.

El agua caliente se sentía maravillosa corriendo por mi piel mientras ésta se despojaba de la asquerosa arena que invadía mi cuerpo levemente bronceado.
Lavé mi pelo rojizo con shampoo y acondicionador, dejándolo suave y con un refrescante aroma durazno, para después cerrar la ducha y envolverme en una toalla. Comencé a secar cada parte de mi cuerpo sintiendo el rico aroma a jabón que emanaba de él, mientras mi pelo húmedo chocaba con mis hombros mojando a penas con algunas gotas mi piel desnuda. Seque las puntas de mi pelo al igual que mis hombros.
Me puse el conjunto de encaje mirando el resultado en el gran espejo que se encontraba frente a mí.

Hoy no te me escapas Pablito - pensé.

Parezco una obsesa sexual, pero la realidad es que estuve tantas veces a punto de tener mi primera vez con Pablo que ahora que me siento realmente preparada siento la necesidad de que él lo sepa. Aunque a él parece no importarle en lo más mínimo mi descarada forma de llamar su atención. No le muevo un pelo, y eso me preocupa. ¿Le parezco fea?, ¿No le atraigo sexualmente?
Yo creía que los chicos hacían lo que sea por tener relaciones, que no les importaba en lo más mínimo el cuerpo o cara de las chicas con tal de tener donde meterla. Tal vez tenía una idea errónea sobre el sexo y los hombres, pero todos parecen pensar con la cabeza de abajo. Todos menos Pablo, al parecer.

Salí del baño con mi pelo previamente peinado aunque todavía húmedo y la toalla que había usado en mi mano izquierda. Sólo tenía puesto el conjunto negro en un intento de que Pablo quiera hacer algo más conmigo. No sería raro para él verme así, no creería que quiero tirarme encima de él y comérmelo a besos en la cama, simplemente porque ya me vió así en más de una ocasión. No sería la primera vez que demostrara toda mi confianza con él.

Me acerque a la cama, donde él descansaba boca abajo mirando su teléfono. Yo sonreí al verlo, cosa que él no pudo observar ya que estaba de espaldas a mí, dejando una increíble vista de su trasero. Si. Pablo tiene un culo tremendo que dan ganas de apretar y nalguear, aunque suene muy pervertido de mi parte, muero por hacer eso.

- Marizza: Amor, ya te podés bañar si querés

- Pablo: Bueno mi amor, yo me baño y ya estoy. ¿Vos ya estás lista? - dijo todavía de espaldas.

- Marizza: No Pabli. Todavía me tengo que cambiar

Él volteó a verme y se quedó petrificado. Esa es la reacción que yo quería causar.

Preparate para tu primera vez, Marizza - Pensé.

- Marizza: ¿Te pasa algo? - usé un tono seductor que no sabía que tenía.

- Pablo: Eh no... n-ada nada - sonrió algo nervioso

- Marizza: ¿Te vas a bañar, amor?

Quería que me conteste que no, que iba a sacarme el conjunto y devorar mi boca. Quería que me apriete contra él y me bese como nunca, demostrando su amor a mi, al igual que yo a él.
Pero no, él parecía pensar todo lo contrario.
Se levantó torpemente y agarró una toalla junto a la ropa que él había dejado sobre la cómoda. Me miró antes de entrar al baño y creí que tal vez si iba a pasar.

- Pablo: Si, en cinco minutos estoy - asentí y el entró al baño, cerrando ls puerta detrás de él.

Esto era frustrante, de verdad. Si no conseguía nada con todo esto, iba a tener que recurrir a la única opción que me quedaba: hablar con él.

Resoplé y miré la hora en el reloj. Faltaba media hora para las 20:00hs.
Me vestí lo más rápido que pude, me eché desodorante y comencé a secar mi pelo dejándolo lacio como siempre. La puerta del baño se abrió y salió de ella un Pablo con pelo mojado y ropa común pero muy linda. Mi novio es el más lindo de todos.

- Marizza: Yo ya estoy. ¿Vamos? - pregunté de mala gana mientras me rociaba con perfume.

Sí, me había afectado que Pablo no me deseara como yo a él. Me enojaba y ahora estaba algo de malhumor. Aunque debía aguantar mi enojo porque hoy vería a la familia de Manuel y quería caerles bien, después de todo son la sangre de mi mejor amigo.

- Pablo: Me pongo las zapatillas y vamos, amor.






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¿Se animará Marizza a hablar con Pablo sobre su seguridad en hacer el amor?

Cada vez falta menos para que llegue su tan esperada primera vez, esa que tanto desean ambos.

Espero les guste, nos leemos en el próximo capítulo. ¡Un besazo! ♥️

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora