Capítulo 67.

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continuación...

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Marizza.

Entré en la habitación en la que dormíamos Pablo, Manuel, Mía y yo. Cerré la puerta y fijé mi mirada en las únicas dos personas que se encontraban sentadas en la cama; Mía y Manuel. Me acerque a ellos mientras veía como estaban abrazados mientras ella lloraba en su hombro, por un instante sentí algo de dolor, ya que yo quería hacer lo mismo al enterarme de que tendría una familia. Sin embargo, no lo hice por mi estúpido orgullo.
Manuel levantó su mirada y, al verme, le susurró algo a su novia, para después irse por la puerta con una sonrisa de apoyo hacia mí. Mi hermanastra levantó su mirada con las lágrimas que caían por sus mejillas todavía en ellas, y me hizo señas para que me siente a su lado en la cama. Cosa que hice casi en un segundo.

- Marizza: Mía, ¿Por qué te pusiste así? - pregunté, aunque ya sabía la respuesta.

- Mía: Porque no puedo compartir a mi papá, Marizza. No puedo y no quiero hacerlo.

- Marizza: Yo...- me interrumpió

- Mía: No es por vos el problema. Lo que pasa es que mi papá y yo siempre estuvimos solos, nos tuvimos a nosotros dos y nadie más. Toda la vida me refugié en él y él en mí, porque somos padre e hija. Nunca pensé que iba a tener una familia nueva. Que mi papá iba a encontrar a una mujer y ser feliz, ni menos que yo iba a tener una hermana. ¿Entendés?

- Marizza: Te entiendo más de lo que pensas Mía. Con mi mamá siempre fué así también, siempre estuvimos solas, ella y yo. Mi viejo se borró sin saber que iba a ser papá, pero mi vieja siempre estuvo ahí para mí, aunque la trate mal y a veces le diga cosas horribles. Y tener que aceptar una familia nueva es complicado, nunca pensé que iba a pasar

- Mía: Perdón, soy una egoísta que piensa en mí nada más - sollozó

- Marizza: No pienso eso Mía. Yo sé que tenés miedo de que te robe a tu papá - Me miró a los ojos - Lo sé porque a mi me pasó lo mismo cuando vi a mi vieja tan contenta con vos. Pero creeme que lo que menos quiero es eso, nada más fué lindo tener a un hombre que se sienta como mi papá, porque nunca lo tuve

- Mía: A mí me pasó lo mismo con tu mamá. Yo nunca tuve mamá y que ella sea tan comprensiva y cariñosa me enternecio supongo. Pero no sabía que te sentías así

- Marizza: Ahora ya no me siento así, en serio. Ahora siento que nosotras dos, aunque nos llevemos como perro y gato, somos hermanas y siempre vamos a estar juntas. Y aunque me cueste decirlo, te quiero huequita

- Mía: Ya tenías que chorrear grasa - reímos - Yo también te quiero, hermanita.

Sonreímos y nos abrazamos. Era la primera vez que teníamos un abrazo tan duradero y real, lleno de amor de hermanas y cariño mutuo. Y me gustaba esta sensación de tener a alguien en quien apoyarme, alguien que no sea de sangre ni sea un amigo. Un familiar pero de esos que se eligen con el corazón, con amor y tiempo.
Nos separamos y me dí cuenta de que tenía algunas lágrimas en mis mejillas, había llorado sin darme cuenta.

- Marizza: Bueno, mucho amor por hoy eh - reí

- Mía: Gracias Marizza, me hizo bien hablar con vos

- Marizza: Ahora somos compañeritas de familia mononeurona, siempre voy a estar aunque a veces te trate mal

- Mía: ¿A veces nada más? - reímos.

- Marizza: Ahora que estamos mejor... Te quiero contar algo

- Mía: ¿Qué?

- Marizza: Bueno, ¿viste lo que hablamos antes de venir de viaje?

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora