Capítulo 56.

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continuación...

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Pablo.

12 horas de viaje, eso es lo que íbamos a tener que esperar para llegar a México. Pero cada minuto valía la pena con tal de poder disfrutar a Marizza todos los días en un lugar tan hermoso y nuevo como lo era México para nosotros.

Una media hora después de subir al avión decidimos dormir. Estábamos cansados por la poca cantidad de tiempo que dormimos ayer y ésta era una buena oportunidad para que las horas pasaran volando entre sueños de quién sabe qué.

Marizza se acomodó a su gusto, con su cabeza en mi regazo y sus piernas dobladas. Era una imágen muy tierna que me gustaría mantener por años en mi vista.
Saqué una cámara de mi mochila, cuidando mis movimientos para no despertarla. Busqué la mejor forma de sacar la foto y listo, una instantánea de Marizza durmiendo como una princesa. La mejor foto que saqué hasta ahora.
Sonreí.

Guardé la cámara en su lugar al igual que la foto, otra vez sin moverme mucho. Tiré un poco de mi asiento, provocando que éste quede más hacia atrás. Cerré los ojos y acaricié el pelo de mi novia, enrollando algunos mechones entre mis dedos hasta quedar totalmente dormido. Por fin.

[...]

- Marizza: Pablo. Pablo despertate - escucho casi en un susurro su voz

Siento unas delicadas manos mover mi cuerpo contínuamente, logrando despertarme de mi largo y profundo sueño.
Abro mis ojos y me encuentro con los de ella, con su cara a centímetros de la mía.
Sonrió ante la poca distancia que nos separa.

- Marizza: Al fin. Estoy tratando de despertarte hace un montón

- Pablo: ¿Ya llegamos? - pregunté algo confundido

- Marizza: No - rió - Faltan unas horas

- Pablo: Vení, vamos a dormir juntos - dije mientras rodeaba su pequeño cuerpo con mis brazos

Ella se alejó, quitando mis manos de su espalda en cuestión de segundos. Su cara estaba seria y reflejaba enojo. ¿Qué estaba pasando ahora?

- Pablo: ¿Qué pasa?

- Marizza: Nada. Estoy aburrida y no quiero dormir

- Pablo: ¿Estás enojada? - pregunté con algo de miedo a su respuesta

- Marizza: No amor - sonrió - Es que no sé, tengo ganas de hablar o hacer algo

- Pablo: Bueno, entonces para que sonrías más - me incorporé en mi asiento - ¿Qué quiere hacer señorita Spirito?

- Marizza: Me hacés acordar a el chancho así - rió - Te amo tarado

- Pablo: ¿Ah sí? ¿A un viejo canoso e insoportable? - quise mantener mi tono serio, pero una carcajada escapó de mis labios - Yo más tarada - contesté a sus últimas palabras

- Marizza: Mmm no. A un viejo canoso e insoportable no le daría besos

Y dicho esto, tomó mi nuca depositando un suave beso en mis labios.

- Pablo: Me alegra no ser un viejo entonces

Después de un largo silencio, nada incómodo. Más bien un silencio tranquilo, lleno de paz. Habló.

- Marizza: Sabes... Quiero que hablemos sobre algo

- Pablo: Decime, mi amor

- Marizza: Es que no sé como decírtelo

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora