Capítulo 62.

1.4K 62 12
                                    

continuación...

.

.

.

Pablo.

Ver a Marizza con ese conjunto de encaje me volvía loco, causaba revoluciones hormonales en mi. Pero lo que también causaba en mí era ternura y amor, no sé porqué. Verla así, con confianza en sí misma y en mí como para salir de la ducha sin pedirme que me vaya así puede vestirse, obligaba a mi corazón a sentir más amor del que puedo controlar. Ella tenía un efecto en mi que jamás había creído que pudiese existir. Es increíble como una sola persona puede causar tantas emociones, sentimientos, reacciones corporales y otras cosas más en otra persona.

Mi amor por Marizza crece cada día más, aplastando todas las murallas que tenía antes de conocerla. Murallas que no permitían que sienta nada por nadie, que no dejaban que me enamore de ninguna minita ni dejara que me lastimen. Pero esto era distinto, ella es distinta. Es diferente en todos los sentidos, es hermosa, buena, sensible, orgullosa, malhumorada, sincera, luchadora, leal, optimista y tiene una voz de ángel que puede enamorar a cualquiera que la escuche. Es simplemente perfecta.

Escapando de la tentación que provocaba su hermoso cuerpo, me metí en el baño usando como excusa el baño que tenía que darme antes de irnos. Entré y abrí la ducha en un instante, regulando la temperatura de ésta.
Bajé mi vista a mis pantalones, controlando que mi amigo no se haya despertado con el increíble cuerpo de mi novia.

Estás aprendiendo a controlarte eh, Pablito.

Una vez bajo el agua caliente, me relajé. Comencé a enjabonar mi cuerpo cubierto de arena, liberando mi piel de la increíble incomodidad que provocaban los pequeños granitos que dejaban la hermosa playa de México.
Lavé mi pelo en una pelea constante por los restos de arena que quedaban, para después enjabonarme nuevamente y salir. Cubrí mi cuerpo con una toalla, lo seque y me cambié. Mi vestimenta era normal, como todos los días; Remera oscura, jean claro y zapatillas. Nada fuera de lo común.
Me eché desodorante y perfume, dejando un aroma varonil por todo mi cuello y remera.

Al salir, vi a Marizza colocándose perfume. Estaba hermosa como siempre, con su sencillez pero con un toque diferente. Su ropa se ajustaba perfectamente a su hermoso cuerpo, mientras su pelo rojizo descansaba sobre sus hombros. Llevaba un jean oscuro que le sentaba de maravilla, junto a una remera blanca corta que dejaba ver su abdomen plano, y unas zapatillas negras. ¡Que obra de arte, por dios!

Ella ya estaba lista, así que yo fuí a por mis zapatillas y me las puse a toda velocidad. Realmente tenía ganas de conocer a la familia de Manuel, conocer más de México y aprovechar todas mis vacaciones. Aunque también deseaba otra cosa, algo que sólo Marizza podía darme, pero todavía era pronto para ella y tendría que aguantar. La amo y no quiero perderla por simples necesidades sexuales.

- Pablo: ¿Vamos, amor? - pregunté una vez listo.

Ella simplemente asintió. Estaba rara, demasiado. ¿Estará enojada? Podría ser.
Aunque pensandolo bien, no tendría razones para estar enojada, no hice nada malo ni tampoco pensaba nada malo. Tal vez estoy siendo un paranoico y ella está de lo más normal.

Deben ser imaginaciones tuyas, Pablito - contestó mi subconsciente.

Subimos al ascensor que estaba al final del pasillo en completo silencio y con nuestros bolsos en mano. Me tomó por sorpresa cuando al cerrarse las puertas del pequeño lugar, estampó sus labios contra los míos. Me costó reaccionar pero al final lo hice, le correspondí el beso con total seguridad y mucho deseo. No besaba sus labios desde que volvimos al hotel y no me había dado cuenta hasta ahora de la falta que me hacían sus besos, sus labios, su sabor.
La empujé contra una de las paredes, perdiendo la cordura y mi, hasta ahora, fortaleza contra la fuerte necesidad de cojer a Marizza como si no hubiese un mañana. Quería hacerle el amor ahora, en este preciso instante y me había olvidado por completo de el autocontrol que había mantenido bastante bien hasta hace minutos atrás.
La apreté más a mí, pegando nuestros cuerpos mientras un calor insoportable me devoraba. Comenzaba a sentir como toda la sangre de mi cuerpo bajaba hasta mi pija, provocando una erección que había sido contenida con un esfuerzo inhumano.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora