Capítulo 26.

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*Capítulo anterior*

Me acerqué en un movimiento rápido tomándole la cara con ambas manos, me molestaba ver sus ojos llorar, esos ojos color chocolate tan hermosos. Con mis pulgares removí las gotas que caían de éstos y corrí un mechón de su pelo dejándolo detrás de su oreja. Levanté mis cejas esperando que me cuente la razón de que esté así, aunque creo que ya la sabía.

Narra Marizza:

Me sentía bien entre los brazos de Pablo, me hacía olvidar el porqué de mis lágrimas, pero no debía acostumbrarme a eso, él no se que intención tiene con esto de querer manipularme y jugar, pero sé que si no lo hablo con alguien me hundo sola.
Al separanos de nuestro abrazo se me acercó demasiado, por un momento creí que iba a besarme y no me negué, pero no lo hizo, en cambio hizo algo mucho mas tierno que eso. Limpió las lágrimas saladas que rodaban por mi rostro con sus suaves pulgares, corrió mi pelo dejando a la vista mis ojos rojos y la tristeza de mi cara, arqueó sus cejas para que le contase que me pasaba, supongo, y mientras acariciaba mi mejilla yo me moría por besarlo.
Fué un gesto único, cualquier hombre se hubiese aprovechado de mi estado de ánimo para besarme y hacer que olvide ese engaño que no me dejaba dormir, pero él no. Sólo puso atención a el porqué de mi llanto, me contuvo en sus brazos sin sobrepasarse ni aprovecharse de la situación. Y eso me encantó.

- Marizza: Perdón, por quedarme callada

- Pablo: Está bien, cuando te sientas bien poder contarme, pero no llores más, si es por la estupidez que te dijo Fernanda no vale la pena llorar

- Marizza: Cómo sabes que es lo que me dijo Fernanda?

- Pablo: Porque yo estaba ahí y escuché, no podía dejar de mirarte, perdón

- Marizza: Ah

- Pablo: Es por eso que estás así?

- Marizza: No.

Él se quedó callado, sé que no quería preguntar demasiado para no llenarme de preguntas, me parecía tierno.

- Marizza: Pablo... Y-yo te parezco muy f-fea?

Estaba muy nerviosa, me daba miedo su respuesta. No es que sea muy insegura de mí misma, pero bueno en realidad sí lo soy, me da miedo nunca ser suficiente, no me siento linda para nadie.

Narra Pablo:

¿Cómo podía preguntar eso?

¿No se da cuenta realmente de lo hermosa que es?

- Pablo: Por qué me preguntas eso?

- Marizza: Por nada.

Sonó cortante, bajó su mirada y al instante quiso moverse de su lugar, le molestó que en vez de responder a lo que ella preguntó le responda con una pregunta.
La tomé de los brazos con suavidad obligándola a que se quede donde estaba.

- Pablo: Sos hermosa Marizza, no tenés que dudar de eso por lo que digan los demás.

- Marizza: Lo decís por lástima nada más.

- Pablo: No, pero es que no te ves?

- Marizza: Por qué lo decís?

- Pablo: Porque si te vieras te darías cuenta que además de que tenés una personalidad única que te hace hermosa, lo sos físicamente, mírate. Tenés unos ojos hermosos, una naríz chiquita que da ternura, unos labios apetecibles ante cualquier chico. Tu pelo rojo y corto que pega perfecto con tu personalidad, tu cuerpo, que puede matar a cualquiera aunque te pongas ropa gigante.

No podía creer que le haya dicho todo eso, va a pensar que soy un idiota que está todo el día observándola.

- Marizza: De... De verdad piensas eso de mí?

Dudé en continuar con la verdad o mentir para safar del lío en el que me había metido por dejarme llevar.

- Pablo: S-si. Perdón, no quería incomodarte con mis palabras, quise decir que sos hermosa y no tenés que dudarlo.

- Marizza: Gracias Pablo. Yo... Yo en realidad estaba así por mi mamá

- Pablo: Cómo?

- Marizza: Sí, porque me da bronca. No la odio, es mi mamá y la quiero aunque no la soporte

- Pablo: Entonces?

- Marizza: Lo que pasa es que estoy cansada, ella siempre es el centro de atención de todo, porque es jóven, porque es hermosa, porque tiene un cuerpo hermoso, es simpática, tiene mucha energía. Y yo, soy yo. No tengo nada de eso y ella siempre se lleva la atención de todo, no me gusta que sea así.

Iba a hablar pero no me dejó.

- Marizza: No pienses mal, no es que la odie a ella por eso. Me odio a mí por no ser como ella, así de hermosa y de buena persona, no soy de ese tipo de persona que llama la atención de los chicos. Sino mírame, hasta vos me usaste y te reíste de mí, por qué no lo harían los demás?

Sentí una punzada, nunca pensé que se sentía así. Que la podía lastimar tanto que un chico le haga algo así y que ese chico haya sido yo. Soy un idiota, tenía todo lo que quería y lo perdí por hacer mal las cosas, por no querer aceptar mis sentimientos.
Necesito que me perdone, que esté conmigo, que me quiera y demostrarle cuánto la quiero yo también.

Me levanté enseguida haciendo que ella siga mi acción, estaba pensando mis palabras, necesitaba hacerla sentir bien.

- Pablo: Marizza yo... Perdón. Perdón por hacerte eso, yo te lo juro que nunca creí hacerte tanto mal, yo de verdad te quiero y estoy dispuesto a hacer lo que sea porque me perdones y vuelva a ser todo como antes. Te quiero Marizza, no te imaginas cuánto.

- Marizza: Pablo, yo...

No la dejé terminar, sujeté con fuerza sus cachetes, sin lastimarla, y estampe sus labios contra los míos. Cuando reaccionó movió sus labios junto a los míos, era un beso dulce y con amor, nunca besé a nadie como la he besado a ella, tal vez porque nunca quise a nadie, no sabría decirlo.

Nuestro beso poco a poco se fué volviendo más apasionado, moviamos nuestras bocas con desesperación, con necesidad, me separé de sus labios para mirarla a los ojos, posteriormente bajé mis labios a su cuello para dejarle un rastro de besos, oía como suspiraba y eso me hacía quererla más, saber que ella sentía lo mismo que yo en ese momento.
Volví a buscar su boca desesperado, sentí nuevamente el calor de sus labios y el dulce sabor que éstos tenían, no quería separarme de ella por nada en el mundo.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora