continuación...
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Pablo.
Piso 4.
Tenía a Marizza pegada a mi cuerpo, mis manos en su cintura, las suyas en mi cuello, nuestras bocas en una pelea constante de lenguas. Mi erección era cada vez más y más grande, sentía como la sangre bajaba a mi zona peligrosa, palpitante. El contacto de nuestros cuerpos provocaba una exitacion incontrolable, algo que ni con el más grande problema podía frenarse. La deseaba, la quería tener sólo para mí, hacerla mía y sentir sus gemidos, sentir el calor de su cuerpo y como se estremecía con cada caricia que le proporcionaban mis manos a su piel.
Mi cuerpo estaba a su completa disposición: ella podría hacer lo que quisiera conmigo, y yo encantado.
Después de oír su gemido metí una de mis manos por debajo de su top, subí acariciando su suave piel hasta llegar a uno de sus pechos. Lo agarré con desesperación y comencé a masajearlo. Ella respiraba entrecortada mente, su pecho subía y bajaba con rapidez, soltaba algunos gemidos casi inaudibles. No obstante, yo podía oírlos, y eso me provocaba más a seguir.
Piso 7.
Saqué mi mano de sus pechos y mi boca de la suya, giré mi cabeza y miré la pequeña pantalla del ascensor. Estábamos cada vez más cerca de nuestro piso. Al verla nuevamente, ella me estampó sus labios en la boca y me besó con pasión. Bajó su mano a mi jean y la metió dentro de mi bóxer, sin siquiera molestarse en desabrocharlo.
¿Cómo hizo? No lo sé.
Me agarró la pija y ese fué mi límite. Bajé mis manos a su culo y, levantando su pollerita, apreté sus cachetes traseros mientras que colgaba sus piernas en mi cintura. Ya con ella en mi torso, la puerta del ascensor se abrió y salí de el pequeño lugar con ella todavía sobre mí. Caminé a pasos torpes hasta nuestra habitación, ella se bajó de mí y abrió la puerta con las llaves.
Al entrar quise besarla nuevamente, pero ella no me dejó, se apartó de mí y me miró con picardía. Se dió media vuelta cerrando la puerta con llave, la tiró quién sabe dónde y comenzó a caminar en dirección al baño, desnudándose. Yo, embobado por su hermoso cuerpo casi desnudo, la seguí, quitando cada pesada prenda de mi cuerpo exitado. Ella estaba sin corpiño ya que su top tenía una especie de sostén para sus preciosas tetas, pero sí tenía bragas.
Yo sólo tenía puesto un bóxer azul marino cuando ella entró en la ducha y la abrió, dejando correr el agua hasta calentarse. No podía hacer más que verla embelesado por su perfecta figura. Fuí corriendo en busca de un preservativo. Al volver ella no esperó a nada y me empujó dentro de la ducha con el bóxer todavía puesto, se acercó a mí y me lo bajó lentamente, agachándose mientras su culo miraba hacia atrás. El agua caliente mezclándose con la calentura de mi cuerpo era genial.
- Marizza: Que ganas te tengo, mi amor - ronroneó.
Yo no contesté, estaba helado por su manera de dominar la situación. Ella tenía el control hoy y lo sabía.
Al llegar hasta el piso quitó mi bóxer completamente y lo tiró a una esquina de la ducha, se arrodilló y me miró. Se veía jodidamente sexi con las gotas de agua en su cuerpo, su pelo casi del todo mojado y sus tetas al aire. Es bellísima, la mujer más hermosa que conocí, definitivamente.
Me sonrió con malicia y agarró mi pija, la miró por menos de una milésima de segundo y acercó su boca a ella. Sacó su lengua y comenzó a lamer en círculos mi glande, torturandome. Siguió por el cuerpo, de arriba hacia abajo mientras con su mano mantenía mi miembro firme hacia arriba.
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Eterno amor. ©
FanfictionEn proceso. [Prohibida la copia parcial o completa de esta historia] © Ella Méndez.