Capítulo 41.

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*Capítulo anterior*

Después de que yo me siente a comer, Pablo fué hacia el reproductor de música y puso play, para después sentarse frente a mí y así poder empezar a disfrutar la comida.

De fondo comenzó a escucharse "Dejaría todo" de Chayanne. Esto sí que era un sueño, un sueño hermoso del que no quería despertar.


Marizza's POV

Comenzamos a disfrutar de la pasta que se encontraba en los platos. Tomé mi tenedor y enrollé en él algunos fideos para luego llevarlos a mi boca, saboreando el increíble sabor de éstos. Estaba exquisito.
Pablo me miraba de vez en cuando, se veía algo nervioso, por lo que comencé a sentir escalofríos y mi estómago comenzaba a cerrarse. Nervios quizá. Sí, de eso se trataba seguramente. Pero, ¿Nervios de qué?
Si bien estábamos pasándola genial, algo me decía que él quería decirme algo, y eso me inquietaba, el hecho de no saber lo que se aproximaba. No saber como reaccionar a lo que fuese que iba a decirme. ¿Querrá volver con Sol y dejarme? ¿Seré suficiente para él?

Miles de preguntas me atormentaban, provocando que me encuentre más nerviosa de lo que ya estaba. Esto era raro. No podía disfrutar de la hermosa sorpresa que me dió por mi inseguridad a que se arrepienta de todo, tal vez yo estaba imaginando cosas y eso estaba arruinando la noche. Desearía que ya me diga lo que tiene que decirme y así sacar los fantasmas que rondan por mi cabeza en este momento.

"Malditos nervios", pensé.

Terminamos de comer todavía sin emitir palabra alguna, esto era desesperante.
Me tomó por sorpresa cuando se levantó de la mesa y ofreció su mano. ¿Qué intenta hacer?

- Pablo: Bailamos?

- Marizza: Bailar? - lo miré confundida.

- Pablo: Sí, bailemos dale

- Marizza: Pero yo no sé bailar temas lentos Pablo

- Pablo: Yo te enseño. - me levantó con sus fuertes manos, dejándome frente a él, a pocos centímetros. - Cerrá los ojos

- Marizza: Qué?

- Pablo: Dale Marizza

- Marizza: Pero - me interrumpió

- Pablo: Vos hacelo, dale confía en mí

Cerré mis ojos tal y como me dijo, mientras él posicionaba mis manos en su cuello y colocaba las suyas en mi cintura. Nuestros cuerpos comenzaron a moverse en perfecta sintonía, encajaban perfectamente. Era algo hermoso e increíble.
Nunca antes había bailado un lento con alguien, siempre fuí muy cerrada a lo que se refiere en sentimientos. No me gusta mostrar como es mi yo ilusionado por el amor. Cualquier persona podría pensar que soy patética y que, sino fuese por mi armadura, una débil.

Desde que soy muy chica cree una muralla en mi interior, protegiéndome de todos, protegiendo mi debilidad, mi tristeza. Protegiendo mi corazón. Suena algo estúpido y cobarde, pero la realidad es que no lo hago para huir de el amor. Lo hago para huir de mi misma. Sé que no soy suficiente para nadie, no podrían ser felices a mi lado porque no me creo una persona capaz de dar amor o de complacer a los que me rodean. Más bien soy una persona muy destructiva, me cuesta mucho no ser impulsiva y hasta incluso mantenerme al margen de muchas situaciones. Ese es mi miedo. No ser capaz de poder estar con alguien, de no poder hacer feliz a alguien sólo por ser como soy.

Pablo rompió todas mis armaduras y murallas. Él pudo romper todo ese esquema que me costó años construir, para dejarme como una débil e incluso una tonta enamorada. Pero gracias a él también pude entender que ésto es más allá de mi egoísmo. No se trata sólo de mí, se trata de los dos, de lo que ambos sentimos y de lo que somos capaces de hacer por este amor.
Él supo enamorarme y dejarme ser quien soy, mostrarme como a mi se me antoje. Porque de eso se trata, querer a el otro a pesar de sus defectos o inseguridades. Él me amo viéndome como una chica rebelde, impulsiva, llena de contestaciones imprudentes y con un malhumor que podría matar a cualquiera. Pero él me vió, vió lo que hay en mi interior, a pesar de la muralla que construi a mi alrededor.

Después de un rato en que mis pies pisaban los suyos, paramos y nos sentamos uno frente al otro. Pablo me miró con... todavía no lo puedo descifrar. Estaba raro. Muy raro.

Se acercó a mí con cuidado y apoyó sus labios en mi frente, dejando un cálido beso en ella. Ese gesto me pareció hermoso, algo muy tierno y dulce.
Me miró nuevamente a los ojos y casi en un susurro dijo "te amo". ¿Qué le pasaba? Estaba comenzando a pensar que era una despedida o algo así. Pero, aunque mis sospechas no eran nada sólidas, tampoco tenía otra cosa que pensar.

Me abrazó y yo le correspondí en un intento de calmar mis miedos e inseguridades que su actitud me causaban. Al separarse de mí, tomó mi mentón y mirándome a los ojos sacó todas mis dudas. Ahora sí sabía de que iban esos comportamientos raros. Estaba nervioso.

- Pablo: T-te traje acá por algo que... Que quiero preguntarte

- Marizza: Si? - dije, arqueando mis cejas

- Pablo: Bueno... Hace un tiempo ya que venimos entre idas y vueltas. Besos y rechazos. Pero sobre todo, en esa mentira de la que me arrepiento mucho. - lo miré con el ceño fruncido, ¿A qué quería llegar con todo esto? - Marizza, ¿Querés ser mi novia?

Sentí mariposas revolotear en mi estómago, mis mejillas se encendían dejando ver un tono rojizo en ellas y mis ojos tenían una mirada que antes no había sido apreciada por nadie. Estaba locamente enamorada de este rubio ojos azules, me partía la cabeza y no había cosa que pudiese evitar que ésto ocurra.

Por fin estaba entendiendo todo. Su actitud. Sus nervios. Sus miradas raras e inquietas.
Pensar que hace tan solo unos segundos estaba tan nerviosa y que moría de nervios al no saber qué iba a decime, hizo que soltara una carcajada. Él me miró con el ceño fruncido, esperando una repuesta ante mi rara e inesperada reacción.

- Pablo: Por qué te reís? - Preguntó serio

- Marizza: Es que estaba asustada de que no quisieras verme más. Estabas muy raro y no se me pasó por la cabeza que ibas a pedirme eso

- Pablo: Entonces... No querés ser mi novia?

- Marizza: Obvio que quiero - dije acariciando su mejilla - No te vas a librar muy fácil de mí, muñequito de plástico

Parece que mi respuesta hizo que se relaje, ya que calmó su rostro y comenzó a sonreír igual que como yo lo estaba haciendo.

- Pablo: Pensé que no ibas a querer

- Marizza: Cómo no voy a querer? Después de toda esta sorpresa hermosa que hiciste

- Pablo: Te amo, no te imaginás cuánto - me sonrió y al instante mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad

- Marizza: Yo también ojitos

Con una de sus manos acarició mi mejilla y se acercó lentamente hasta que nuestros labios se rozaron. Susurró un "Me hacés muy feliz" y me besó. Era un beso lleno de sentimientos y emociones, lleno de amor y ternura. Sus labios dulces abrían los míos mientras su lengua recorría toda mi boca.
Nos separamos por falta de aire, apoyó su frente contra la mía y sonreímos, felices de al fin estar juntos.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora