Capítulo 64.

1.6K 73 15
                                    

continuación...

.

.

.

Pablo.

Después de escuchar como la hermanita de Manuel halagaba a mi novia, comenzamos a comer. La mamá de Manu había preparado los famosos tacos mexicanos.

- Manuel: No hay cosa mejor que los tacos al pastor

- María: Yo sabía que ibas a querer comer eso, chavito

- Marizza: Está muy rico, María - sonrió

- Pablo: La verdad que sí

Todos devoramos la deliciosa comida que preparó la mamá de Manuel, estaba buenísima.
Nunca había probado comida mexicana, era algo nuevo para mí. Pero realmente me había gustado, más de lo que pensaba.

Terminamos de comer y sentí como Marizza apretaba mi pierna por debajo de la mesa. Voltee a verla y se acercó a decirme algo en secreto. ¿Estará enojada por lo de hoy?
Todavía no habíamos hablado del tema y temía que llegue ese momento, pues seguramente me mandaría a la mierda después de ver como me calientan unos simples besos. Soy un enfermo.

- Marizza: Amor, vamos a la pieza. Quiero hablar con vos - susurró.

Asentí y nos levantamos de la mesa, pidiendo permiso.

Preparate para la guerra, Pablito.

Entramos en la habitación de Manuel, yo me senté en una de las camas y Marizza cerró la puerta con seguro. Ay no.
Se sentó a mi lado y comenzó a hablar.

- Marizza: Pablo... Yo quiero hacerte una pregunta - dijo algo nerviosa.

- Pablo: ¿Qué pasa, amor? - quise sonar tranquilo.

Tal vez si le hablaba de forma cariñosa o algo se le iría el enojo, sólo tal vez.

- Marizza: ¿Por qué no me deseas? - preguntó sin anestesia.

¿Qué? ¿Que no la deseaba? ¿Era una joda, no?

Pensé que me haría un planteo sobre la erección de hoy, por ser un estúpido con las hormonas alborotadas. No que iba a preguntar eso.

- Pablo: ¿A qué te referís?

- Marizza: A que... veo como mirás a las otras chicas. Las mirás con ganas, pero a mí no. A mí no intentas tocarme ni tampoco querés hacer el amor conmigo - Estaba sonrojada.

¿En serio pensaba eso?

Antes de que estemos juntos no me importaba con quien me acostaba y con quien no. No me importaba cuidarlas y esperar el tiempo que haga falta para que se sientan listas. No me interesaba hacerles el amor, era solamente sexo para mí. Sin embargo, cuando volví con Marizza todo eso murió para mí, ya no quería simple sexo. No. Ahora quiero amor, amor del puro. Quiero a Marizza, a ella en su totalidad, con los defectos y virtudes que pueda tener. Quiero ser feliz junto a ella, que hagamos el amor, despertar y sentir su aroma a frutillas, dormir entre sus brazos, ir de vacaciones juntos, pelear, reír, sentir sus caricias y besos. Quiero todo y lo quiero con ella.

Antes de que pudiese decir algo en mi defensa, ella continuó con su reclamo.

- Marizza: Siempre fuiste un mujeriego que tocaba a cualquier chica sin ningún problema. ¿Por qué a mí no me ves de esa forma? ¿No querés curtir conmigo?

No podía creerlo. De verdad creía que no causaba nada en mí. Ella piensa que no me atrae sexualmente, pero es todo lo contrario. Nunca había deseado tanto a una mujer, jamás.
Ella con sólo mirarme provocaba en mí millones de cosas. Me la imaginaba de mil formas distintas, en mil poses. Podría jurar que nunca antes una mina podía hacer que con sólo guiñarme un ojo quisiera hacerle gritar mi nombre mientras la embestía. Pero ella lo lograba. Lograba que todo de mí; cuerpo, alma, mente. Necesite de ella.
Tenía un poder absoluto sobre Pablo Bustamante, pero ella no parecía darse cuenta.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora