Capítulo 39.

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*Capitulo anterior*

Y así, sin decir una palabra más salimos de ahí, con nuestras manos todavía entrelazadas y unas sonrisas clavadas en nuestros rostros. Parecíamos dos nenes enamorados, y eso éramos.

No había cosa que me hiciera más feliz que estar junto a Pablo y ser felices juntos, demostrarnos amor mutuamente. Darnos besos cada dos segundos y hacernos mimos, eso era la felicidad para mí y ahora nada ni nadie podía arrebatarme ese sentimiento.

Narrador universal

Pablo y Marizza estaban felices, no podían ocultar lo bien que les hacía estar en compañía del otro. Ahora por fin podrían estar juntos sin tener vergüenza o tener miedo al que dirán. Por fin podrían tener un noviazgo normal y demostrarse cada día su amor a través de actos y palabras. Podían ser sólo ellos dos y su gran amor. Como lo quisieron desde el primer momento en que se vieron, aunque ellos en ese entonces no lo sabían.

Ellos se estaban jugando por su amor y estaban demostrando que, a pesar de sus defectos, inseguridades, impulsos e incluso sus miedos y su orgullo, podían luchar por estar juntos y así cada día conocerse mejor y aceptarse el uno al otro, más allá de todo. Porque por el amor que se tienen harían todo, hasta entregar sus vidas.

Se creía que se odiaban y que por nada en el mundo se los podría ver juntos y riendo, pero para sorpresa de todos no fué así. Sino que, debajo de toda esa fachada de "odio" hacia el otro, se escondía un amor único, que derribaba montañas y sacudía los corazones de ambos.

Y apartir de hoy, que ambos estaban solteros y no se ataban a nada ni nadie más que a ellos mismos, juntos, podrían empezar su historia y por fin podrían ser novios. Como tanto lo anhelaban sus corazones rebeldes.

Luego de haber cortado toda relación (que en realidad sólo era una farsa para olvidarse el uno del otro) con otras personas, en éste caso Simón y Sol, los dos tortolitos enamorados fueron a pasear, juntos. Marizza y Pablo solos en un paseo que se podría decir mágico, ya que ambos estaban embobados y acaramelados el uno por el otro. Y claro, cómo no?
Lucharon tanto contra sí mismos y contra el otro por no admitir sus sentimientos, que ahora que ya sus corazones se abrieron y salieron sus sentimientos a la luz, no podrían estar más felices. Era comprensible, estaban enamorados y ahora podían mostrarlo ante el mundo.

Pablo's POV

Fuimos con Marizza a un parque cerca del colegio a pasear, ahora que estábamos solteros y juntos, aunque no de novios, podía hacer eso que tanto he esperado por hacer y que no me animaba, aunque ya lo hubiese hecho antes.

Yo ya tenía la sorpresa para Marizza pensada, pero todavía tenía que comprar todo y así poder poder el plan en marcha. Como hoy no pude hacerlo ya que ocurrió todo el problema con la cabeza dura de la hermosa chica la cual me tiene loco, debía hacerlo más tarde, al llegar al colegio.

- Marizza: Pablo, en qué pensas? - preguntó mi chica, sacándome de mis pensamientos.

- Pablo: No nada, boludeces mías - traté de convencerla.

- Marizza: Seguro?

- Pablo: Si loquita, nada más pensaba en lo bien que estamos ahora - me sonrió.

Pareció creerme porque siguió caminando conmigo de la mano y no preguntó más sobre el tema. Todo parecía que iba a salir perfecto.

Ella se sentó en uno de los columpios y, antes de que yo suba a uno, tomé las cadenas de éste haciendo que tome carrera, para luego soltarla y empujarla a ella por la espalda, pero me resbalé y caí en el barro, ensuciando un poco mis jeans. Valió la pena porque pude verla reír mientras su columpio se movía rápidamente.

- Pablo: Ah, así que te causa gracia que me caiga?

- Marizza: Tenés que admitir que pareces un nene - rió

- Pablo: Por qué?

- Marizza: Porque te caíste y ahora estas todo chinchudo

- Pablo: Mira vos - dije intentando ser serio.

Paré su columpio con mis manos y después la sujete a ella por la cintura, tirándola al barro conmigo mientras le hacía cosquillas. Esto era la felicidad para mí. Verla reír y pasarla bien conmigo.

Un par de horas después llegamos al colegio llenos de barro, pero dándonos besitos y mimitos. Era todo lo que deseaba con ella desde el día en que me dejó para irse a Italia. Y que ahora por fin podía tener.
La acompañé a su habitación y le pedí que hoy a la noche me espere en el Playroom, porque tenía una sorpresa para ella. Ella aceptó con una gran y hermosa sonrisa.

- Pablo: Bueno, en el Playroom a las 22:00pm si?

- Marizza: Si, qué me pongo?

- Pablo: Lo que vos quieras. Cualquier cosa te queda linda a vos

- Marizza: Sos un dulce - dijo sonriéndome

- Pablo: Te amo. Después nos vemos, no me dejes plantado eh - la tomé del cuello con nervios y nos besamos unos segundos para luego irme.

Salí de ahí al instante, debía ir a comprar todo ahora porque sino se iba a hacer tarde y yo todavía me tenía que bañar, arreglar y todo eso.
Fuí a buscar plata y mi tarjeta a la habitación, para después salir del colegio en busca de todos los lugares por donde debía pasar a comprar las cosas para Marizza. Aún con el barro en mi ropa.

Luego de comprar todo, sin dar detalles de qué compré, me dispuse a preparar las cosas para ya poder arreglarme e ir a buscar a mi chica. Una vez que ya estaba todo listo, subí a la habitación, tomé mi ropa, fuí a el baño y me duche.
Quería verme bien así que me decidí por un jean oscuro, unas zapatillas blancas y una remera blanca que transparentaba un poco mi piel, nada del otro mundo.

Cuando por fin terminé ya eran las 21:46pm, así que fuí a la habitación de Marizza para dejar un par de cosas. Al llegar a la puerta, dejé en el piso un ramo de rosas rojas y un osito de peluche que tenía en sus manitos un corazón con un "Te amo" bordado en él. Golpeé la puerta y corrí a el lugar donde preparé todo antes de que me vea, ya que ella debía esperarme en el Playroom, como le dije hoy a la tarde.

Estaba nervioso y desesperado por verla llegar, a pesar de que con ella me sentía tranquilo y cómodo, esto me superaba. Era una estupidez sentirme así, nunca me había pasado pero bueno, siempre hay una primera vez para todo. Hasta para sentimientos nuevos.

Miré mis pies nervioso, mientras que la esperaba a Marizza, pero cuando levanté mi vista, pude verla. Estaba hermosa, tenía un vestido negro corto que dejaba ver sus hombros y unos zapatos no tan altos del mismo color. Su pelo tenía ondas en las puntas y dos mechones estaban recogidos en una media colita. Se veía perfecta.

¿Cómo hacía siempre para verse tan hermosa?

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¿Cómo hacía siempre para verse tan hermosa?

Cada día que pasa siento que la amo más y más, es algo que jamás creí sentir por alguien, pero acá me ven. Enamorado y muerto de amor por esta pelirroja que está más loca que una cabra. Pero justamente su locura es lo que me vuelve loco de ella, que sea impulsiva y que defienda lo que cree que es correcto, que siempre haga lo que sienta y que ponga a sus principios por sobre todo. Eso la hace tan única y especial.

Eterno amor.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora