Criada y entrenada en un bosque a las afueras de la ciudad de Musutafu, hija mestiza de uno de los tres principales dioses de la mitología Griega.
Takahiro Chiho, una joven preciosa de cabellos dorados como el sol y ojos azules como el mar, guerrer...
No sabía por cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero para cuando despertó, estaba en una pequeña habitación, con paredes de madera de roble, una ventana doble con unas blancas cortinas que se balancea al compás del viento que ingresa por el y una cama bastante cómoda como para ser de hospital. Se enderezó en su lugar, soltando pequeños quejidos, observándose las manos vendadas nuevamente al igual que su cabeza. Se quiso poner de pie pero cayó al suelo a bruces, sus fuerzas aún no volvían y eso la hacia ver como una pequeña muñeca.
El sonido del golpe llegó a oídos de alguien que rápidamente ingresó a la habitación y al verla se agachó para poder ayudarla a ponerse de pie.
-Dionisio?... -la chica es puesta nuevamente en su cama-
-Hola Chiho -sonrie levemente el Dios mientras se sienta al borde de la cama, observando a la chica-
-¿Donde estoy? -mira el lugar ya que nunca estuvo alli al parecer-
-Estas en el campamento... bueno, estas en La casa grande. -sonrie leve- te quedarás aquí a partir de ahora, Chiho.
La joven se sorprendió bastante y para cuando quería preguntar donde estaban sus padres, Zeus hizo acto de presencia en la habitación abriendo la puerta. Su rostro mostraba alivio y enojo al mismo tiempo; Dionisio se puso de pie y haciendo una leve reverencia, salió de allí dejando solos a padre e hija. Chiho observa a su padre fijamente mientras que Zeus no sabe que decirle a su hija, pues la había traído allí sin siquiera decírselo.
-Chiho, ¿cómo te sientes mi niña? -se acerca y toma asiento a su lado-
-Estoy bien papá, no te preocupes, ya pronto estaré al cien porciento y podré volver a casa -sonrie levemente pero aquella sonrisa poco a poco se desvanece-
-Chiho tu no volverás a casa en mucho tiempo. -Zeus agacha la mirada mientras la toma de la mano- El mundo es un lugar peligroso y aún no estas preparada para ello. Ya sabes lo que te hicieron, te volvieron...te volvieron alguien oscura por quien sabe cuánto tiempo. -la joven lagrimea un poco, agachando la mirada- Aquí estarás bien como cada año. -suspira un poco y acaricia la mejilla de la chica- No intento ser el malo que aleja a su hijo o hija de lo que más quiere, quiero tenerte a salvo, que te fortalezcas y salgas muy bien preparada al mundo que ahora fue testigo de lo que hace un semidiós. Entiende que, yo solo quiero lo mejor para ti.
-Lo entiendo papá, y aquí estaré...para lo que necesites -agacha la mirada- pero solo quiero pedirte una cosa... dile a mamá que la amo mucho al igual que a mi abuela -sonrie leve- son las únicas personas que no me abandonaron. Aunque se muy bien que la abuela quiso ir a ayudar, ustedes se lo impidieron por su edad.
-Oh si, disfruté prohibirle algo -su hija le da un pequeño golpe-Hey, es verdad -rie y le da un beso en la frente para luego ponerse de pie- vendremos a visitarte de vez en cuando, si?
- Sí... -sonrie levemente- los quiero.
-Y nosotros a ti -sonrie, se despide y se retira de alli-
Zeus salió de la habitación y suspiró levemente frustrado. No quería dejar sola a su hija pero estaba seguro de que esos tres amigos cuidarían bien de ella. Solo esperaba que no sufriera por el casi homicidio que iba a cometer, pues estaba muy seguro que aquella parte oscura la atormentaria en pesadillas en muy poco tiempo.
Y esperaba que el hijo de Poseidón, la hija de Atenea y aquel sátiro, sepan como ayudarla a superar aquello.
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