Criada y entrenada en un bosque a las afueras de la ciudad de Musutafu, hija mestiza de uno de los tres principales dioses de la mitología Griega.
Takahiro Chiho, una joven preciosa de cabellos dorados como el sol y ojos azules como el mar, guerrer...
La semana se había tornado dura para los alumnos de la academia, pues los exámenes de fin de semestre se estaban acercando y los pobres jóvenes estaban con la pobre alma saliendo de sus cuerpos.
Pero mejor concentrémonos en la clase 1-A, donde ahora, sin su maestro presente, algunos se lamentan una y otra vez, pues con todo el tema del festival deportivo y las prácticas, no les había dado tiempo para siquiera estudiar un poco. Excepto para otros, que si se mantenían al tanto de sus clases y lo repasan de vez en cuando; la puerta del salón se abrió con delicadeza dejando ver a una Chiho muy pero muy adormilada. La rubia maldecía una y otra vez haber dicho por accidente que entraba en época de examen mientras se encontraban cenando en su casa. Su madre pegó el grito al cielo y al infierno al igual que su abuela; sin siquiera terminar su cena, libros y libros fueron apareciendo en la mesa, abrumando incluso al Dios, quien aterrorizado observó todo lo que la joven debía aprender en los pocos días que faltaban para los exámenes.
Volviendo a su situación, con cuidado se sentó en su lugar y sacó de su mochila un libro de matemáticas, comenzando a leer y practicar los procedimientos que se mostraban paso a paso.
-E-Etto... Chiho-chan? -la nombrada detiene su lápiz y observa a la alumna- m-me ayudarías a estudiar matemáticas, por favor? No soy muy buena... que digamos -se sonroja levemente-
- Me gustaría ayudarte, Ochako-chan... pero soy muy pésima explicando y te confundirás mucho más que entender. -sonrie levemente- Pero, Momo puede ayudarte, estoy segura de que podrá hacerlo mejor que yo -sonrie levemente-
La castaña asintió y se retiró bajo la atenta mirada de la rubia, quien apenas volvió su vista a su libro, un fuerte y potente manotazo fue dado en su mesa sobre su libro, haciendo que una pequeña vena de enojo se instale en la frente de la chica.
-Oe, enana. -el cenizo la observa con sus ojos carmesí- enseña a este idiota -apunta a Kirishima-
-Oh vamos viejo, enséñame tú -suplica Kirishima mirandolo-
-Si, puercoespín explosivo, enséñale-sonrie en grande- no quieras darle el trabajo a otro~.
Maldiciendo a ambos no le queda más que enseñarle a Kirishima lo que quiere aprender bien, aunque la joven se unió a ellos para verlos estudiar. Los días pasaron y se vieron en una cafetería donde el pobre pelirrojo era constantemente regañado por Katsuki mientras le da en la cabeza con una libreta enrollada.
La joven se disculpaba con cada cliente o trabajador que los veía de mala forma, aunque no le sirvió de mucho con la gerente del lugar; la mujer tiró a los tres del lugar a causa del escándalo que hacía el cenizo.
Rubia y pelirrojo suspiraron mientras que el cenizo se cruzaba de brazos y hacia rechinar sus dientes.
Era la última vez que iban a estudiar a un lugar público.
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