Capitulo 51

11.2K 1.1K 390
                                    

Después de la comida de navidad, los Weasley, Clarisse, Harry y Hermione planearon ir de nuevo a visitar al señor Weasley, escoltados por Ojoloco y Lupin. Mundungus llegó a tiempo para compartir con ellos el pudín de Navidad y los bizcochos borrachos; había "pedido prestado" un auto para la ocasión porque el metro no funcionaba ese día. Mundungus había realizado un hechizo en el auto para agrandarlo. Aunque por fuera tenía las proporciones normales, dentro cabían cómodamente once personas, incluido Mundungus.

El viaje hasta San Mungo fue rápido porque había muy poco tráfico. Del mismo modo, había un discreto goteo de magos y de brujas que iban con disimulo por la calle desierta hacía el hospital. Clarisse y los demás salieron del auto y Mundungus estacionó en la esquina y se quedó esperándolos. Fueron caminando con toda tranquilidad hasta el escaparate donde estaba el maniquí vestido con un jumper de nailon verde, y una vez ahí, uno a uno, atravesaron el cristal.

En la recepción reinaba una agradable atmósfera festiva: habían pintado de rojo y dorado las esferas de cristal iluminaban San Mungo para que parecieran gigantescas y relucientes bolas de navidad; había acebo colgado alrededor de las puertas, y en todos los rincones resplandecían relucientes árboles de Navidad blancos, cubiertos de nieve mágica y carámbanos de hielo y adornados con una brillante estrella de oro en lo alto.

—Pelea familiar, ¿verdad? —dijo la bruja rubia que había detrás del mostrador con una sonrisita de suficiencia— son ustedes los terceros que veo hoy... Daños Provocados por Hechizos, cuarta planta.

Ellos hicieron caso omiso a lo que dijo aquella mujer y se dirigieron hasta su propio lugar. Encontraron al señor Weasley sentado en la cama con los restos del pavo en una bandeja sobre regazo y con expresión avergonzada.

—¿Va todo bien, Arthur? —le preguntó la señora Weasley cuando todos lo hubieron saludado y le hubieron dado sus regalos.

—Sí, sí, todo bien —contestó él, aunque no muy convencido— este..., no han... no habrán visto al sanador Smethwyck, ¿verdad?

—No —dijo la señora Weasley con recelo— ¿Por qué?

—Por nada, por nada —contestó el señor Weasley quitándole importancia, y empezó a abrir los regalos— Bueno, ¿lo han pasado bien? ¿que les han regalado por navidad?

La señora Weasley no pareció quedar satisfecha con la respuesta de su marido, y cuando este se inclinó para estrechar la mano de Harry, ella le miró el vendaje que llevaba debajo de la pijama.

—Mamá sabe que algo anda mal —Bill le murmuro por lo bajo a Clarisse.

—¿Que pasó? —ella preguntó con interés, pero la fuerte voz de la señora Weasley la interrumpió.

—Arthur —dijo con tono cortante, y su voz sonó como un chasquido de ratonera— te han cambiado los vendajes. ¿Por qué ni lo han hecho un día antes, Arthur? Me dijeron que no te los cambiarían hasta mañana.

—¿Qué? —dijo el señor Weasley, asustado, y se tapó con las sábanas hasta la barbilla —. No, no, no es nada, es que... —El señor Weasley se desinfló bajo la penetrante mirada de su esposa—. Mira, Molly, no te enfades, pero Augustus Pye tuvo una idea... Es el sanador en prácticas, ¿sabes?, un joven encantador, y muy interesado en la... hum... medicina complementaria... ya sabes, esos remedios muggles... Bueno, se llaman puntos, Molly, y dan muy buenos resultados en... en los muggles.

La señora Weasley emitió un ruido amenazador, entre chillido y gruñido. Ante eso Lupin se alejó y se acercó a la cama del hombre lobo, el cual no tenía visitas y miraba a los demás con tristeza.

—Creo que Clarisse y yo iremos a tomar un poco de té —Bill murmuró y de un instante a otro la tomó de la mano y la sacó con rapidez de la habitación.

Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora