Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩

Capitulo 37

A la mañana siguiente Clarisse se levantó con mucha más energía que la del día anterior. Tenía que admitir que extrañaba demasiado a Bill a pesar que el día anterior lo había visto. Cuando por fin estuvo lista bajó al Gran Comedor para desayunar y, como siempre, los gemelos ya estaban ahí esperándola para comenzar a comer.

—¿Que te parece esto? —George le tendió un pergamino a Clarisse en cuanto se sentó.

—Buenos días para ti también — Clarisse tomó el pergamino.

¡GALONES DE GALEONES!
¿Tus gastos superan tus ingresos?
¿Te gustaría ganar un poco de oro?
Si te interesa un empleo sencillo, a tiempo parcial y prácticamente indoloro, ponte contacto con Fred y George Weasley, sala común de Gryffindor. (Lamentamos decir que los aspirantes tendrán que asumir los riesgos del empleo).

—Tú eres la señorita perfección, así que esperamos que nos corrijas si no fuimos lo suficientemente claros —Fred se estiró para verla más cerca.

—Está perfecto... ¿A qué se refieren con eso? —Clarisse los miró con una ceja levantada. Los gemelos solo se encogieron de hombros.

—Lo veras después, linda —George le guiño un ojo.

—Al cabo no quería saber —Clarisse se encogió de hombros y les dio la espalda, escuchando como los gemelos se reían de ella.

X

Clarisse había estado pensando a que se quería dedicar cuando saliera de Hogwarts, pero solo tenía algo en mente. Desde que tenía usó de razón había querido trabajar en St. Mungo. Ser sanadora era de las cosas que más le apasionaba. Tenía que admitir que en sus inicios de su llegada no le molestaba para nada ir con Madame Pomfrey si algo le pasaba, en comparación con sus compañeros que preferían cuidarse solos antes que tomar una de las asquerosas pócimas que les hacían beber.

Volver a clases no había sido tan malo como ella pensaba, pues si se concentraba por completo en las clases e ignoraba las constantes miradas y cuchicheos a su alrededor no notaba nada fuera de lo común después de un tiempo. La clase de Defensa Contra las Artes Oscuras era la ultima del día, pero por primera vez en su vida no deseaba asistir. Tenía que admitir que el único buen profesor que habían tenido en su generación había sido Remus Lupin. Ella tenía conocimiento de cómo actuaba esa mujer debido a una experiencia no muy buena en el pasado y sabía que tenía un temperamento horrible.
Los gemelos habían pensado seriamente en saltarse la clase, incluso ella estaba dispuesta a acompañarlos, pero aunque se saltaran un día tendrían que verla los próximos.

Cuando entraron al aula de la clase  la Profesora Umbridge ya estaba sentada en su sitio, con la sonrisa más falsa que ninguna otra. La mujer espero que el último alumno tomara asiento y se puso de pie. En cuanto a la estatura, no hubo mucha diferencia pues era tan baja que se veía de la misma forma sentada y de pie

—¡Buenas tardes a todos! —la mujer les dio la bienvenida con voz alta, pero aún así todos se quedaron en silencio— ¿así es como saludan a una profesora? Veo que tampoco a ustedes les enseñan modales aquí. Ustedes ya saben que decir, los escucho.

—Buenas tardes, profesora Umbridge —todos le respondieron con aburrimiento.

—¿Lo ven? No ha sido tan difícil —parecía que la mujer no había notado el tono apagado de sus estudiantes— ahora guarden las varitas y saquen las plumas.