Capitulo 57

9.2K 920 271
                                    

Clarisse llegó hasta donde se encontraba la cabina de teléfono y entró, marcando con rapidez seis, dos, cuatro, cuatro, dos. Ella estaba tan nerviosa que la mano le temblaba mientras hacía girar el disco. Cuando por fin lo consiguió, y el disco recuperó la posición inicial, una fría voz femenina resonó dentro de la cabina.

—Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

—Clarisse Diggory —dijo ella muy deprisa— he venido a buscar a una persona muy importante para mi.

—Gracias —replicó la voz—. Visitante, recoja las chapa y colóquensela en un lugar visible de la ropa.

Una chapa se deslizó por la rampa metálica en la que normalmente caían las monedas devueltas. Clarisse la recogió y la leyó con rapidez: "Clarisse Diggory, Misión de Búsqueda"

—Visitante del Ministerio, tendrá que someterse a un cacheo y entregar su varita mágica para que quede registrada en el mostrador de seguridad, que está situado al fondo del Atrio.

—¡Muy bien! —respondió Clarisse en voz alta—. ¿Ya puedo pasar?

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; los muggles que pasaban por el lugar ni siquiera notaron lo que estaba sucediendo. La cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del Ministerio de Magia.

Una franja de débil luz dorada les iluminó los pies y, tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos. Clarisse flexionó las rodillas, sostuvo su varita en alto como pudo, pese a lo nerviosa que estaba, y miró a través del cristal para ver si había alguien esperándola en el Atrio, pero parecía que estaba completamente vacío. La luz era más tenue que la que había durante el día, y no ardía ningún fuego en las chimeneas empotradas en las paredes, aunque, cuando la cabina se detuvo con suavidad, Clarisse vio que los símbolos dorados seguían retorciéndose sinuosamente en el techo azul eléctrico.

—El Ministerio de Magia le desea buenas noches —dijo la voz de mujer.

La puerta de la cabina telefónica se abrió y Clarie salió a trompicones de ella. Lo único que se oía en el Atrio era el constante susurro del agua de la fuente dorada, donde los chorros que salían de las varitas del mago y de la bruja, del extremo de la flecha del centauro, de la punta del sombrero del duende y de las orejas del elfo doméstico seguían cayendo en el estanque que rodeaba las estatuas.

Clarisse se echó a correr, pasó junto a la fuente y se dirigió hacia la mesa donde se sentaba el mago de seguridad, sin embargo, en aquel momento la mesa se hallaba vacía. Conocía el Ministerio por la vez que estuvo ahí de pequeña. Se había perdido y había parado en el Departamento de Misterios, así que sabía donde se encontraba.

Estaba segura de que allí debía haber alguien encargado de la seguridad, e interpretó su ausencia como un mal presagio, con lo que su aprensión aumentó mientras cruzaba las verjas doradas que conducían al vestíbulo de los ascensores. Clarisse pulsó el botón y un ascensor apareció tintineando ante ella casi de inmediato. La reja dorada se abrió produciendo un fuerte ruido metálico, asi que entró precipitadamente en el ascensor. Clarisse pulsó el botón con el número nueve; la reja volvió a cerrarse con estrépito y el ascensor empezó a descender, traqueteando y tintineando de nuevo. El día que fue a San Mungo y comparo los ascensores Clarisse olvidó de recordar lo ruidosos que eran los ascensores; estaba convencida de que el ruido alertaría a todos los encargados de seguridad del edificio, pero cuando el ascensor se paró, la voz de mujer anunció: «Departamento de Misterios», y la reja se abrió. La chica salió al pasillo, donde sólo vió moverse las antorchas más cercanas, cuyas llamas vacilaban agitadas por la corriente de aire provocada por el ascensor. Clarisse se volvió hacia la puerta negra que jamás había olvidado.

Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora