Capitulo 138

4.4K 549 38
                                    

—Es tu última oportunidad —continuó Harry—. Es lo único que te queda... He visto en qué te convertirás si no lo haces... Sé hombre... Intenta... intenta arrepentirte un poco...

—¿Cómo te atreves...? —volvió a decir Voldemort.

—Sí, me atrevo —repitió Harry—, porque el plan último de Dumbledore no me ha fallado en absoluto. Te ha fallado a ti, Riddle.

La mano con que Voldemort sujetaba la Varita de Saúco temblaba, y el muchacho asió la de Draco con fuerza. Sólo faltaban unos segundos para que el Señor Tenebroso hiciera el movimiento.

—Esa varita todavía no te funciona bien porque querías acabar con la persona equivocada. Severus Snape nunca fue el verdadero dueño de la Varita de Saúco, porque él nunca venció a Dumbledore.

—Snape mató...

—¿No me escuchas? ¡Snape nunca venció a Dumbledore porque la muerte de éste la planearon ellos dos juntos! ¡Dumbledore quería morir sin haber sido vencido para así convertirse en su último dueño verdadero! ¡Si todo hubiera salido como estaba planeado, el poder de la varita habría muerto con él, porque nunca nadie se la arrebató!

—¡Pues en ese caso, Potter, es como si Dumbledore me la hubiera regalado!
—La voz de Voldemort temblaba con malévolo placer—. ¡Yo robé la varita de la tumba de su dueño! ¡Se la quité contraviniendo el último deseo de su propietario! ¡Su poder es mío!

—Ya veo que todavía no lo has entendido, Riddle. ¡No basta con poseer la varita! Cogerla o utilizarla no la convierte en propiedad tuya. ¿Acaso no escuchaste a Ollivander? «La varita escoge al mago...» La Varita de Saúco reconoció a un nuevo dueño antes de morir Dumbledore, alguien que nunca llegó siquiera a tocarla. Ese nuevo dueño se la arrebató de las manos a Dumbledore sin querer, sin tener plena conciencia de lo que hacía, ni de que la varita más peligrosa del mundo le había otorgado su lealtad... —El pecho de Voldemort subía y bajaba rápidamente, y Harry vio venir la maldición; notó cómo surgía dentro de la varita que lo apuntaba a la cara —. El verdadero dueño de la Varita de Saúco era Draco Malfoy.

El rostro de Voldemort reveló una momentánea sorpresa.

—¿Y qué importancia tiene eso? —dijo con voz débil—. Aunque tuvieras razón, Potter, ni a ti ni a mí nos importa. Tú ya no tienes la varita de fénix, así que batámonos en duelo contando sólo con nuestra habilidad... Y cuando te haya matado, ya me encargaré de Draco Malfoy...

—Lo siento, pero llegas tarde; has dejado pasar tu oportunidad. Yo me adelanté: hace semanas derroté a Draco y le quité esta varita. —Sacudió la varita de espino y percibió cómo todas las miradas se centraban en ella—. Así pues, todo se reduce a esto, ¿no? —susurró—. ¿Sabe la varita que tienes en la mano que a su anterior amo lo desarmaron? Porque si lo sabe, yo soy el verdadero dueño de la Varita de Saúco.

De repente un resplandor rojo y dorado irrumpió por el techo encantado del Gran Comedor, al mismo tiempo que una porción del deslumbrante disco solar aparecía sobre el alféizar de la ventana más cercana. La luz les dio en la cara a los dos a la vez, y de pronto la de Voldemort se convirtió en una mancha llameante. El Señor Tenebroso chilló con aquella voz tan aguda, y Harry también gritó, encomendándose a los cielos y apuntándolo con la varita de Draco:

—¡Avada Kedavra!

—¡Expelliarmus!

El estallido retumbó como un cañonazo, y las llamas doradas que surgieron entre ambos contendientes, en el mismo centro del círculo que estaban describiendo, marcaron el punto de colisión de los hechizos. Bill  vio cómo el chorro verde lanzado por Voldemort chocaba contra el hechizo de Harry, vio cómo la Varita de Saúco saltaba por los aires —oscura contra el sol naciente—, girando sobre sí misma hacia el techo encantado como antes la cabeza de Nagini, y dando vueltas en el aire retornaba hacia su dueño, al que no mataría porque por fin había tomado plena posesión de ella.

Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora