Capitulo 87

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Aquel día había sido uno de los más pesados que Clarisse había vivido. Había terminado de hacer su examen y a pesar de que le había ido bastante bien, estaba agotada. Después de que volvió a casa comenzó a hacer planes sobre su boda con Molly, pero eso era algo en lo que no se podían concentrar mucho aquel día.

La Orden del Fénix estaba lista para ir por Harry a su hogar muggle. Habían enviado a dos miembros para llevarse a sus tíos y que no los atacaran, mientras ellos se preparaban para la noche. Cada uno de ellos había hecho equipo con alguien más y tendrían puntos clave para llegar y no hacer sus viajes largos. Aquello tendría que ser rápido, pues los trasladores no los esperarían.

Todos estaban demasiado nerviosos, pues sabían que Voldemort sabía lo que harían aquella noche y querían que al menos aquello que harían lo despistara lo suficiente para tener a Harry con vida. Era una de las misiones más importantes que harían, así que veían cada detalle para que todo saliera bien. Cuando por fin se dio la hora de irse, se prepararon y emprendieron su viaje hasta Privet Drive.

Algunos de los miembros iban en escobas, lo que incluía a Clarisse. Cedric, Bill y Fleur iban en thestrals, mientras que Hagrid y Sirius llegaban en la famosa motocicleta voladora.
Cuando estuvieron frente a la casa de Harry, su pelirrojo se acercó hasta ella y le dio un beso en la frente como apoyo.

—Todo estará bien, preciosa —Bill le susurró al mismo tiempo que Harry abría la puerta trasera y los chicos se acercaban a saludar.

—¿Todo bien, Harry? —preguntó Hagrid—. ¿Listo para pirarte?

—Ya lo creo —respondió sonriéndoles a todos—. Pero... ¡no esperaba que vinieran tantos!

—No queríamos que estuvieran solos en esto —Clarisse sonrió. Harry se lo regresó.

—Ha habido un cambio de planes —gruñó Ojoloco, que llevaba dos grandes sacos repletos y cuyo ojo mágico enfocaba alternativamente el oscuro cielo, la casa y el jardín con una rapidez asombrosa—. Pongámonos a cubierto y luego te lo explicaremos todo.

Harry los guió hasta la cocina. Riendo y charlando, algunos se sentaron en las sillas y sobre las relucientes encimeras de tía Petunia, y otros se apoyaron contra los impecables electrodomésticos. Estaban: Ron, alto y desgarbado; Hermione, que se había recogido la espesa melena en una larga trenza; Fred y George esbozando idénticas sonrisas; Bill, con tremendas cicatrices y el pelo largo; Clarisse sonriente y linda, intentando que los demás estuvieran tranquilos; el señor Weasley, con expresión bondadosa, algo más calvo y con las gafas un poco torcidas; Ojoloco, maltrecho, cojo, y cuyo brillante ojo mágico azul se movía a toda velocidad; Tonks, con el pelo corto y teñido de rosa, su color preferido; Lupin, con más canas y más arrugas; Fleur, esbelta y hermosa, luciendo su larga y rubia cabellera; Kingsley, negro, calvo y ancho de hombros; Hagrid, con el pelo y la barba enmarañados, encorvado para no darse contra el techo, y Mundungus Fletcher, alicaído, desaliñado y bajito, de mustios ojos de basset y pelo apelmazado. Cedric, con su típica sonrisa y pose desgarbada. Por último Sirius, con su larga cabellera y mirada perdida en la alacena debajo de la escalera.

—Creía que estabas protegiendo al primer ministro muggle, Kingsley —comentó Harry —Puede pasar sin mí por una noche. Tú eres más importante.

—¿Has visto esto, Harry? —dijo Tonks, encaramada en la lavadora, y agitó la mano izquierda mostrándole el anillo que lucía en un dedo.

—¿Se han casado? —preguntó Harry mirándola, y luego a Lupin.

—Lamento que no pudieras asistir a la boda, Harry. Fue una ceremonia muy discreta. Clarisse y Sirius fueron nuestros padrinos.

—¡Qué alegría! ¡Felicidades!

Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora