Los dias siguientes habían sido bastantes difíciles para Clarisse. No había visto a Bill desde la ceremonia falsa que le hicieron a Cedric, además de que no había tenido tiempo para despedirse, pues Bill tenía que regresar a Egipto de emergencia. Ella aun no sabía muy bien lo que pasaba, o mas bien no se hacía aun a la idea de que tendría que irse a otro lado.
Aun no sabían que era lo que le sucedía a su hermano, pero cada día que pasaba parecía mejorar mucho más, así que eso era un alivio para todos. Cedric aun no despertaba y no hacia ningún movimiento, así que nadie sabia cuanto tiempo estaría asi.Clarisse había sido llevada a su casa para recoger todas sus cosas de importancia, además de su ropa, también para borrar todo rastro de que los Diggory habitaron alguna vez ahí. Los recuerdos eran muchos, asi que irse así de repente la lastimaba a sobremanera. Ella sentía melancolía al imaginar cada uno de los sucesos desde que era pequeña hasta la última vez que durmió ahí.
Se había despedido se sus padres y Dumbledore se encargo de llevarla hasta el lugar en donde estaría viviendo hasta que las aguas se calmaran un poco. Ella se sorprendió cuando aparecieron en el mundo Muggle, justo en una plaza llena de hierva sin cortar. Clarisse nunca podría acostumbrarse a la tortuosa sensación de la aparición. Ella se puso derecha temblorosa y miró a su alrededor con curiosidad.
Las sucias fachadas de los edificios no parecían muy acogedoras, algunas tenían los cristales de las ventanas rotos, y éstos brillaban débilmente reflejando la luz de las farolas; la pintura de muchas puertas estaba desconchada, y junto a varios portales se acumulaba la basura.
—¿Dónde estamos? —preguntó Clarisse a Dumbledore, pero el anciano solo se puso un dedo en los labios para que ella guardara silencio.
La farola más cercana hizo «pum» y se apagó. Volvió a accionar el artilugio, y se apagó la siguiente. Siguió accionándolo hasta que todas las farolas de la plaza se hubieron apagado y la única luz que quedó fue la que procedía de unas ventanas con las cortinas echadas y la de la luna en cuarto creciente.
Los dos juntos coemnzaron a caminar, cruzaron la calle y subieron a la acera. De una de las ventanas del piso de arriba de la casa más cercana, salía música amortiguada. Un intenso olor a basura podrida se expandía desde el montón de bolsas de desperdicios que había al otro lado de una verja destrozada.
—Es aquí —murmuró Dumbledore, el cual le puso a Clarisse un trozo de pergamino en la mano y acercó el extremo iluminado de su varita para que pudiera ver el texto— Léelo rápido y memorízalo.
Clarisse miró el trozo de pergamino. La letra, de trazos estrechos, le resultaba vagamente familiar. El texto rezaba:
El cuartel general de la Orden del Fénix está ubicado en el número 12 de Grimmauld Place, en Londres.
Justo despues de que Clarisse terminó de memorizarlo, Dumbledore le quitó el papel de la mano y le prendió fuego. Ella volvió a mirar las casas que había asu alrededor. Estaban delante del número 11; miró a la izquierda y vio el número 10; a la derecha, sin embargo, estaba el número 13. Clarisse repitió en su mente lo qe acababa de leer en el papel, entonces cuando estaba a punto de preguntar porque se habían sakteado el doce, aparecieron unas sucias paredes y unas mugrientas ventanas.
La chica subió los desgastados escalones de piedra sin apartar los ojos de la puerta que acababa dematerializarse. La pintura negra estaba estropeada y arañada, y la aldaba de plata tenía forma deserpiente retorcida. No había cerradura ni buzón. Olía a humedad, a polvo ya algo podrido y dulzón; la casa tenía toda la pinta de ser un edificio abandonado.
—Bienvenida a la Orden del Fénix, señorita Diggory —Dumbledore la miro por encima de los lentes.
Clarisse ni siquiera tuvo tiempo de mirar a otro lado, pues los gemelos se aparecieron frente a ella sacandole un susto. Su madre los miraba desde atrás con una mirada muy molesta.
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Clarisse ⟨••Bill Weasley••⟩
Fanfic(COMPLETA) Clarisse Diggory jamás imaginó que a partir del torneo de los tres magos las cosas se pondrían feas, mucho menos que a pesar de la desgracia encontraría a alguien que la haría feliz en los momentos oscuros. (Basada en los libros)