Se busca 2/7

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Addison

Para cuando cerré caja, estaba agotada. Quería irme a la cama cuanto antes y ni siquiera me importaba si era sin cenar. Sin embargo, mi estómago no opinaba de la misma manera, así que puse un par de dólares más en la caja con una nota diciendo que había cogido un perrito caliente para que mi jefe lo viese al día siguiente. Después de que fuese a por su mujer, había vuelto pero siempre era Austin quien cerraba cuando yo estaba, así que un par de horas antes del cierre se había marchado a casa.

Supongo que podría habérselo contado a Austin, quien seguía por allí, pero desde hacia algunas horas que parecía de mal humor, y sinceramente no tenía ningunas ganas de aguantar su carácter de mierda. Por lo menos tenía el número de un chico guardado en mi bolsillo trasero. El chico que esa tarde me había pedido para salir aseguró una y otra vez que no tenía ni idea de que anuncio le estaba hablando, así que quizá mi reputación no estaba completamente dañada. No es que tuviese alguna, de todas formas.

Mi vida en la facultad consistía en ir a clase y salir con mis amigas cuando no tenía que trabajar, así que aunque la gente me conocía porque por algún motivo mis notas siempre eran sobresalientes, nunca había destacado por nada en particular. Era todo lo opuesto a Austin y su grupo de acólitas.

Devoré el perrito de un par de bocados y lancé una despedida a Austin mientras salía por la puerta. Tenía que correr hasta la parada de autobús antes de que el último pasara y me dejase allí tirada. No podía permitirme un taxi. Casi no podía ni permitirme el perrito que acababa de pagar.

Miré el reloj de mi teléfono y suspiré aliviada porque todavía no había pasado. Con suerte podría sentarme un par de minutos en el banco de la parada antes de que llegase.

Toda la tarde de pie tenía mis pies palpitando. Quizá una ducha tampoco sería mala idea.

Bostecé un par de veces y cerré los ojos. Solo un par de minutos.

El sonido de un claxon fue lo que me despertó de golpe.

-Buenas noches, Bill-saludé a mi conductor favorito mientras pasaba la tarjeta por la máquina.

-Algún día te llevarás un buen susto niña. No puedes quedarte dormida en un sitio como este.

Sonreí y caminé hasta el final para sentarme en el mismo lugar de cada noche.

Miré el papel con el número de ese chico un par de veces antes de guardarlo en la memoria de mi teléfono. Quizá podría llamarle. Guardé su número como KEVIN MORENO GUAPO, aunque no tenía a ningún otro Kevin en mis contactos. Bloqueé mi teléfono y cerré los ojos de nuevo. Tenía que bajarme en la última parada así que difícilmente acabaría en Nunca jamás y dudaba que Bill quisiera llevarme a su casa.

-Vamos, niña, despierta. Hemos llegado. Podría darte una vuelta más pero quiero irme a casa ya. Tengo el culo cuadrado de estar en ese asiento tantas horas.

Bostecé y froté mis ojos antes de ponerme en pie y despedirme de Bill.

Escuché la puerta del autobús cerrarse y luego arrancar y alejarse.

A esas horas poco movimiento había así que cuando el sonido del motor de un coche sonó bastante cerca, me sorprendió y me volví hacia el sonido.

Tal vez fuese el cansancio. Quizá me había quedado dormida de pie, pero casi podría jurar que Austin estaba justo allí, dentro de su coche, esperando a que entrase en la facultad.

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Austin

Maldita fuese esa chica. Apenas me había percatado de la hora cuando la escuché despedirse apresuradamente y salir corriendo por la puerta.

Había recogido mis cosas apresuradamente y conectado la alarma antes de asegurar todas las puertas e ir a por mi coche.

No sabía si ella ya se había subido al autobús. Solo quería comprobar que así fuese por si debía ofrecerme a llevarla. No es que quisiera hacerlo y estoy seguro de que ella tampoco estaría feliz con eso, pero no podía permitir que vagase sola por las calles o que tomase un taxi. Uno nunca podía fiarse del todo.

Cuando la vi sentada en el banco con los ojos cerrados me tensé. ¿Ella estaba loca? ¿Cómo se le ocurría quedarse dormida allí en medio de la nada? Estaba a punto de acercarme y decirle cuatro cosas cuando vi que el autobús giraba la esquina y se acercaba a la parada.

Esperé solo un poco más por si no la veía y pasaba de largo, pero hizo sonar el claxon haciendo que ella prácticamente saltase de su asiento.

No sé porque decidí seguir el autobús. Quizá porque ella era la única que estaba en el interior con el conductor.

Me mantuve a cierta distancia y no me di cuenta de lo tenso que me encontraba hasta que no la vi bajar y al autobús alejarse. Sin embargo tampoco me moví y ella me vio. Tal vez lo hizo, o tal vez no. Posiblemente no me reconoció.

Me quedé allí diciéndome a mí mismo que solo me aseguraba de que estaba a salvo. Y seguí diciéndome lo mismo las siguientes dos semanas, cuando repetía las mismas acciones, asegurándome de que llegaba bien a su destino.




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