La apuesta 6/12

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Julian se marchó diez minutos después de que Wes entrase en la habitación.
La tensión que existía entre ambos podía cortarse con un cuchillo y Sunny se había sentido un poco incómoda.

Que el médico llegase en ese momento también ayudó porque le permitió centrarse en otra cosa que no fuese la extraña conversación que tuvo con su jefe o más bien, en las misteriosas palabras que él le dijo.

-Esperaré fuera mientras hablan.

-No es necesario. Solo vengo a entregarle los papeles de alta. Hay una receta entre ellos por si acaso sintieras algún dolor. Toma un comprimido cada ocho horas durante un par de días y también hay una cita para que acudas a quitarte los puntos.

-Gracias, doctor.

-Cuídate, Sunny, y conduce con cuidado.

Ella esbozó una sonrisa para despedirse, pero en cuanto este cerró la puerta, esta desapareció.

-Esto... ¿Tienes cómo volver a tu casa?

-Pensé en pedir un Uber.

-Yo podría llevarte si quieres.

-Es muy amable de tu parte, Wes. Ya has hecho mucho por mí.

Sin embargo, aunque en el fondo sabía que si ella se lo pedía, se alejaría, realmente no quería hacerlo.

Incluso antes del accidente que le dejó aquella horrible cicatriz en el rostro, Wes no se consideraba a sí mismo afortunado con las mujeres. Y eso se debía, en su mayor parte, a su timidez.
Pero no se sentía tímido con Sunny.

Tal vez era la inseguridad en ella, pero por primera vez en su vida, quería pelear por algo, por alguien y encontrar la felicidad sobre la que escribía.

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Siempre le gustó escribir, y era bueno en ello, por lo que a la vez que enviaba sus artículos al periódico para el que trabajaba, se dedicó a crear una historia y unos personajes y a darles vida a través de sus palabras noche tras noche.

Durante meses perfeccionó la historia, añadiendo y eliminando escenas, conviviendo con los protagonistas y cuando finalmente estuvo contento con el resultado, autopublicó.
Nunca imaginó el éxito que tendría aquella primera historia. Y tampoco que a causa de aquello, en un evento en una pequeña librería dónde firmó ejemplar tras ejemplar, un loco le atacase con un cuchillo.

La policía le explicó cuando le vistaron en el hospital que el hombre que le marcó el rostro lo hizo al ver como su chica acudía emocionada a conocerle.
Un ataque provocado por los celos le dejó una cicatriz de por vida y si antes de aquello se mantenía a distancia, después solo lo recluyó aún más.

Mudarse a una zona más alejada solo fue el principio.
Siguió trabajando para el periódico y por supuesto continuó escribiendo, pero no volvió a participar en ninguna otra firma de libros.
Pero entonces un día que salió en busca de algo de inspiración mientras se encontraba atascado en una escena con sus personajes, una joven hermosa llena de curvas y con el corazón roto tuvo un accidente y por primera vez en años, no quiso quedarse en su casa.

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Le había dado privacidad mientras ella se vestía. Le había visto hacer una mueca al ver que tenía que ponerse la misma ropa que llevaba el día que ingresó y se lamentó por no haber pensado en llevarle algo para que pudiera cambiarse.

-Ay... ¡Joder!

Esas palabras fueron seguidas de un fuerte golpe por lo que antes de pensar en lo que hacia irrumpió en la habitación, paralizándose en el acto.

De pie frente al espejo del baño, Sunny se encontraba mirando su reflejo solo vistiendo su ropa interior.

Ahora que no había nada que la cubriera podía ver perfectamente las redondeces de su cuerpo en forma de reloj de arena.

Sus pechos llenos, el leve abultamiento alrededor de su vientre y muslos gruesos le hicieron tragar con fuerza.
Si antes le había parecido atractiva, verla de ese modo solo lo aumentaba.

Incapaz de apartar los ojos de ella, avanzó hasta ponerse a su espalda y cuando sus ojos se encontraron a través del espejo su corazón se volvió loco.

Ella trató de cubrise pero le suplicó que no lo hiciera.

-Eres absolutamente hermosa, Sunny.

-Mi cuerpo...

-Lo es también. Tu piel parece tan suave que todo lo que quiero es comprobar si tengo razón. Mis dedos hormiguean por conocer su tacto.
Tus labios... He pensado mucho en ellos desde que despertaste. Pero son tus ojos, Sunny, los que me tienen paralizado a tu espalda. Desde el primer momento en que los enfocaste en mí.

-Wes...

-Te han hecho daño y lo último que quiero es asustarte, pero si esta es la última vez que nos vemos, y realmente espero que no lo sea, quiero que creas en mis palabras. No tienes motivos para confiar en mí, pero te pido que me permitas demostrarte que no estoy jugando.

-¿Por qué?

-Porque la vida nos ha dado una nueva oportunidad. Podrías haber muerto en ese accidente, y si las cosas hubiesen sido distintas, yo podría estarlo también -dijo acariciando su cicatriz-, pero aquí estamos. Sobrevivimos y estoy listo para el siguiente capítulo de mi vida. ¿Y tú?

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