Noche de Carnaval 5/5

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Siete meses después

Allison se había alejado de todos después de aquella noche.

No había modo alguno en que tolerase seguir viendo como Giselle seguía actuando frente a los demás, fingiendo un amor desmesurado que no sentía.

Al principio, Seth la llamó, y le mandó mensajes, pero ella no respondió. Sabía que si lo hacia, siemplemente acabaría hundiéndose más en el fango.

Las llamadas se detuvieron un mes después de su partida.

Sus padres seguían manteniendo la empresa y su lujosa vida. Ella, en cambio, decidió que no quería ni necesitaba nada que viniese de Giselle.

Nada, excepto Seth.

Acaricio su vientre hinchado y suspiró. Sus pies no estaban mucho mejor, pero no podía dejar el trabajo.

Quizá no era lo que siempre deseó, pero su jefa le había dado una oportunidad cuando la vio llorando desesperada en una de las mesas más alejadas.

Después de una taza de te y casi dos paquetes de kleenex más tarde, Judith se puso en pie y le pidió que la siguiese.

—El sueldo no es muy grande, pero mi artrosis me obliga a tener que contratar a alguien si no quiero cerrar, así que vas a ser mis piernas y brazos, muchacha. Si puedes atender mesas, el puesto es tuyo.

Con lágrimas en los ojos, asintió agradecida y cogió el delantal que la mujer le ofrecía.

Dos meses después se enteró de que estaba embarazada.

Judith no solo la contrató, sino que le cedió el pequeño estudio sobre la cafetería. No era muy grande y realmente necesitaba urgentemente una mano de pintura, pero aun así estaba agradecida y más sabiendo que iba a tener que emplear todo el dinero que estaba ganando en su bebé.

—¿Y que me dices de este? No parece que esté tan destrozado como los otros que vimos y es de madera.

Judith había terminado usando silla de ruedas para cuando tenía que caminar mucho y Allison la llevaba donde sea que ella necesitase ir.

En ese momento, se encontraban en un rastrillo.

Estaba segura de que sus amistades se alarmarían al verla allí, pero necesitaba algunas cosas para el bebé, y ahorrar todo lo posible.

La cuna a la que se refería Judith era realmente preciosa.

La pintura debió ser blanca en algún momento, pero aun conservaba cierto encanto y el precio era bastante asequible. Todavía necesitaría un colchón y las sábanas, pero por el momento, eso sería todo lo que se llevaría.

Estaba frente al mostrador esperando a que el hombre le cobrase después de ayudarla a cargar la cuna en el coche, cuando una mano la cogió del brazo y la volvió hacia él.

—Oh, Dios mío. Sabía que eras tú.

La sonrisa de Will se borró en el mismo momento en que vio el vientre hinchado de Allison.

Quiso preguntar quien era el padre, porque eso iba a matar definitivamente a Seth, pero solo necesitó ver el miedo en los ojos de ella para sumar dos y dos.

Después de que murmurase una disculpa y se alejase rapidamente de allí empujando una silla de ruedas hasta el aparcamiento, Will sacó su teléfono y marcó a su hermano.

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Seth estrelló el vaso vacío contra la pared de su despacho.

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