Madre 8/16

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Alexia no supo cual de los dos se puso en pie primero, o cuando empezaron a avanzar entorpecidamente hacia la pared contra la que en ese momento, estaba apoyada, y tampoco le importó.

La boca de Oliver estaba haciendo que olvidase todo lo que la rodeaba, incluyendo el molesto teléfono que sonaba en algún lugar lejano.

-No atiendas...-murmuró Oliver entre besos.

Después de eso, la tomó en brazos, cogiéndola fuertemente entre ellos y rodeó sus caderas con las piernas, manteniéndole preso entre ellas.

Su excitación solo fue en aumento, pero ese molesto sonido no se detenía.

A regañadientes, se separó del hombre y tomó una enorme bocanada de aire para despejar su mente.

Un poco más lúcida, prestó atención al sonido y frunció el ceño.

No era su teléfono.

-Creo que es el tuyo.

Oliver ahogó una maldición, y la soltó sin ganas, antes de caminar a donde había dejado su chaqueta al llegar.

Hurgó en uno de los bolsillos interiores y sacó su teléfono.

Su cuerpo se tensó en el mismo instante en que vio el número de la clínica en la que habían ingresado a Jake.

-¿Diga?

-Buenas noches, soy el doctor Simon Collins, ¿es usted Oliver Phillips?

-El mismo.

Escuchó atento al hombre que había al otro lado sin poder creer sus palabras.

Las piernas no le sostenían. Su visión se emborronó.

Apoyándose con fuerza en la silla que tenía más cercana, la retiró para dejarse caer sobre ella.

A poca distancia, Alexia observó como el cuerpo de Oliver cedía ante su peso y se apresuró a su lado.

Contuvo el aliento al ver el destello de las lágrimas en sus ojos y no pudo evitar imaginarse lo peor.

-Voy para allá.

Oliver dejó el teléfono caer al suelo e inmeditamente cubrió su rostro con las manos mientras un doloroso sollozo escapó de sus labios.

Sin pensar, se acercó a él.

Oliver rodeó su cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su vientre, mientras la pena le consumía.

Jake se había ido.

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-Voy a ir contigo.
Oliver se volvió hacia ella antes de llegar a su coche.
-No tienes que hacerlo.
-Pero quiero.
Alexia se acercó a él y le cogió de ambas manos.
-Estás temblando y no deberías conducir en este estado. Deja que vaya contigo. Tampoco quiero que enfrentes esto tu solo.
-No va a ser agradable, Alexia. Y tampoco sé cuánto tiempo va a llevar todo esto.
-No tengo prisa. Estaré a tu lado y no me iré a ningún sitio.
Una triste sonrisa se curvó en los labios de Oliver.
En realidad estaba agradecido de que ella fuese con él.
Podría fingir que todo estaba bien cuando realmente se estaba desmoronado y tenerla a su lado, evitaría que cayese completamente en el dolor.
-Te lo agradezco.

De camino, Oliver llamó a su madre. No era algo que quisiera contarle por teléfono, pero tampoco quería esperar.

-Dios mío, hijo. ¿Como...?
-No lo sé, mamá. Voy hacia allí ahora. Te llamaré de nuevo en cuanto sepa algo más.
-Debería ir contigo. No quiero que pases por todo esto tu solo.
Una de las manos de Alexia dejó el volante y se posó sobre la que él mantenía sobre la pierna, dándole un pequeño apretón.
-No estoy solo, mamá. Te llamaré de nuevo más tarde.
Colgó la llamada antes de que su madre preguntase algo más. Le devolvió el apretón a Alexia y sintió la pérdida en cuanto ella regresó la mano al volante.

Oliver apoyó la cabeza contra la ventana y cerró los ojos, deseando que el tiempo se hubiese detenido en el momento en el que la besó.

Media hora más tarde, llegaron al lugar.

Visto desde fuera, el lugar no inspiraba demasiada calidez.

Alexia se estremeció en cuanto se situó junto a él frente a la puerta de entrada.

-No necesitas entrar, Alexia. Puedo ir yo y...

-No voy a moverme de tu lado, Oliver. Por favor, entiende que he venido para apoyarte y estar a tu lado en estos momentos.

-Lo sé. Y estoy agradecido como no tienes idea. No estoy seguro de que hubiese podido llegar por mi mismo. Todavía siento que las manos me tiemblan.

-Entonces hice bien en venir. Vamos.

Entraron en el edificio y caminaron hasta lo que parecía un mostrador.

Por dentro tampoco le tranquilizó.

En si, era un lugar frío y desprovisto de toda calidez.

Estaba empezando a pensar que el doctor que habló con él en el hospital cuando se llevaron a Jake, le había mentido.

No obstante, en cuanto la recepcionista levantó la mirada y les sonrió, tuvo que replantearse algunas dudas.

-¿En que puedo ayudarles?

-Estoy buscando al doctor Collins. Soy Oliver Phillips, me ha llamado hace un rato.

La sonrisa desapareció del rostro de la mujer y en su lugar apareció la más profunda compasión.

-Por supuesto. Siganme por favor. El doctor Collins me pidió que le acompañase hasta su despacho en cuanto llegase. Lamento mucho su perdida señor Phillips.

-Gracias.

Las palabras casi se atascaron en su garganta, pero había sentido la mano de Alexia sobre la suya y no la dejó ir.

Necesitaba de ella tanto como seguir respirando.

-Aquí es.

La mujer llamó a la puerta antes de abrir y les anunció.

Ninguno de los dos la corrigió cuando se refirió a ellos como señor y señora Phillips.

No era el momento y tampoco le dieron importancia teniendo en cuenta el motivo por el cual se encontraban allí.

Durante más de diez minutos, escucharon como Jake había peleado con uno de los enfermeros cuando este quiso darle la medicación y que en un descuido de este tratando de evitar un golpe, Jake corrió hacia una de las puertas de emergencia del segundo piso y se lanzó al vacio.

De todas las cosas que habían pasado por su mente desde que el doctor le llamó para darle la noticia, el suicidio no estaba entre ellas.

-El psicologo todavía no había tenido tiempo de visitarle, pero por los informes que recibimos del hospital, se barajó la posibilidad de depresión y esquizofrenia. Lo lamento de veras, señor Phillips.

-Gracias. ¿Cual es el siguiente paso?

-En cuanto el forense termine de certificar su muerte, hablará con usted y se hará el posterior traslado hasta la morgue. Allí deben decidir cual será el siguiente paso.

-De acuerdo.

-Bien. Avisaré al forense de que están aquí. Avisaré a Rose para que les sirva un café o cualquier otra cosa que quieran.

Esta vez fue Alexia quien agradeció.

Oliver se sentía entumecido.

Y no ayudó tampoco cuando una vez hablaron con el forense, este le entregó algo que Jake sujetaba en sus manos en el momento de su muerte.

Una fotografía en blanco y negro. Una ecografía.

Mierda.

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