La apuesta 9/12

126 30 18
                                    

Quería besarla. Desesperadamente. Sin embargo se obligó a sí mismo a separarse un poco y esbozar una sonrisa.

-¿Estás lista para esa lectura?

-¡Por supuesto!

Caminó frente a ella hasta que llegaron a la puerta de su despacho. Abriéndola, se hizo a un lado para dejarla pasar.

Cerró los ojos un momento al sentir el dulce olor que desprendía su cuerpo. Vainilla y miel.
Apenas fue capaz de contener el gemido que luchaba por escapar de su garganta.

-Ponte cómoda, Sunny -dijo señalándole un sofá que se encontraba junto a la ventana donde más de una vez había terminado durmiendo entre capítulo y capítulo.

Cogiendo la pequeña montaña de hojas apiladas que tenía junto a su ordenador, se acercó de nuevo a ella y la puso en sus manos.

-Aquí tienes. Por favor sé sincera y si tienes cualquier pregunta o crees que hay algo que podría ayudar, no dudes en decírmelo. Voy a tratar de escribir un poco mientras tanto.

Ella asintió, emocionada, mientras se apoyaba contra el respaldo y colocaba sus pies bajo su cuerpo antes de concentrarse por completo en la tarea que tenía por delante.

Sabiendo que tenía que moverse y dejar de mirarla, volvió a su escritorio y se sentó en la silla desde dónde tenía una vista perfecta de ella.

Encendió el ordenador, abrió el archivo que tenía ya empezado y esperó que tenerla allí le inspirase de algún modo.

-----------------------------------------------------------

Sunny se acomodó por quinta o sexta vez en el sofá. La historia la tenía completamente atrapada, sin embargo, podía sentir que, conforme esta avanzaba, los sucesos y situaciones resultaban algo forzadas.
Se sentía casi como si el autor hubiese perdido la inspiración por completo.

Mirando hacia Wes, trató de ponerse en su lugar. ¿Qué había cambiado en su vida que de pronto algo que se le daba tan bien, decayese?

Sacando el teléfono de su bolsillo, tecleó su nombre y el resultado fue más que sorprendente.
Aquel hombre había vendido miles de ejemplares de sus libros y contra más indagaba sobre él, más fascinaba se encontraba.
Incluso cuando dio de lleno con la noticia que mencionaba cómo terminó siendo herido.

Sin poder evitarlo, sus ojos se dirigieron hacia él. Parecía completamente absorto en lo que sea que estuviese viendo en su ordenador, sin embargo, casi sentía la tensión que estaba acumulando en los hombros.

Dejando las hojas en la pequeña mesa junto al sofá, se puso en pie y sin pensarlo dos veces se acercó a su mesa.
Un rápido vistazo a la pantalla y supo que estaba en lo cierto.
Una hoja en blanco lo ocupaba todo y solo el leve parpadeo del cursor le daba algo de vida.

-¿Hace cuánto tiempo que no puedes escribir?

-Algunas semanas. La historia cobró vida en mi cabeza de forma tan real que pensé que al pasarla a papel solo conseguiría hacerla aún más increíble, pero después de los primeros cinco capítulos simplemente me bloqueé. Nada de lo que escribía tenía sentido y...

-Lo forzaste.

-Si. Supongo que la historia no te ha gustado -dijo pasándose las manos por el rostro.

-Me gustaba y me atrapó pero...

-¿Debería olvidarme de ella? ¿Dejar de escribir?

-Wes -arrodillándose a su lado, puso las manos en sus muslos y le obligó a mirarla-. He buscado sobre ti. Tienes mucho talento y solo estás teniendo un mal momento. ¿Has pensado en eliminar todo lo que escribiste que no te convence e intentarlo de nuevo? Porque si sigues así, al final quedará algo de lo que no vas a sentirte orgulloso. Tienes que volver a creer en esa historia que empezaste.

Su mano, más grande y callosa, fue directa hacia una de sus mejillas y dejó en ella una leve caricia que estremeció por completo su cuerpo.

-Voy a besarte, Sunny, porque si no lo hago, si sigo deteniéndome a mí mismo, voy a volverme loco.

-Wes...

-Por favor. Solo... Un... Beso.

Sus labios la rozaron y fue como si una enorme descarga eléctrica pusiera en funcionamiento su cuerpo.
Las manos que segundos antes habían descansado en los muslos de él, ascendieron rápidamente para enredarse en el cabello que cubría su nuca, aferrándose a este y atrayéndole más cerca, hasta que ni siquiera una leve brisa, podía atravesar sus cuerpos.



Historias cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora