Se busca 7/7

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Addison

Y allí estaba yo, mirando a la cámara de mi teléfono, completamente sorprendida.
No sabía que decir.
No quería que sus palabras me hiciesen sentir como lo hacian, porque la caída sería mayor si todo esto no era más que una de sus burlas.
—Addison, sé lo que estás pensando, pero por favor, para. Te quiero. La cosa es así. Puede que te haya querido por mucho más tiempo del que supe ver.
—¿Y por qué fueron todas esas veces que te burlaste de mi?
—He estado ciego mucho tiempo. No quería verte. En realidad no he pensado mucho en ello, pero la verdad es esta. Te quiero.
—Austin, no...
Corté la videollamada. No podía lidiar con esto ahora mismo.
La avalancha de emociones me estaba abrumando y sabía sin duda alguna que en este estado seria totalmente incapaz de seguir estudiando. Me pasaría el resto de la noche pensando en ello y tratando de averiguar cuando fue que yo también me enamoré de él.

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El examen me fue bastante bien, incluso con la falta se sueño conseguí no quedarme dormida en mi sitio y responder a todas las preguntas. Quizá había alguna en la que podría haberme explayado más, pero ya lo había entregado y no había forma de que diese media vuelta para volver a entrar en clase. Quería un café. Doble con mucha espuma. Y tal vez saquearia un poco la bollería de la cafetería.
Hacia allí me dirigía, cuando Willow se cruzó en mi camino.

—¿Dónde está?
—¿Dónde está quien?
—Austin. Le vi entrar en tu habitación, pequeña puta, y hoy no ha venido.
—Alto ahí. Detente ahora mismo. Puedes ser su chica de turno, pero voy a golpearte si vuelves a llamarme asi, ¿te queda claro?
—¿Y tu crees que puedes quitármelo? He estado enamorada de Austin por años. Tu no le amas. Y él te detesta. Siempre se burla de ti.
Eso si me afectó, porque era cierto.
Nuestros padres se conocían desde hacia muchos años, aunque habían estado tiempo sin verse, conservaban una bonita amistad.
Austin y yo nos habíamos visto a menudo mientras creciamos y nuestra relación siempre había sido igual.
Le encantaba hacerme enfadar. Como si provocarme le diese a él alguna especie de placer al que no se podía resistir.

—Puedes quedarte con él. Como bien has dicho, me detesta. Y ahora apártate de mi camino.
Decidí irme a mi habitación. Mi estómago se había cerrado de todas formas.

Escuché a mis amigas llamarme, pero seguí andando. No me detuve.
Si lo hacía, si encaraba a cualquier persona en ese momento, esta vería lo afectada que me encontraba y no podía permitir eso. Necesitaba estar sola.
Me encerré, me aísle, me quedé sola con mis pensamientos e hice tiempo hasta que fue hora de ir a trabajar.
Esta vez no corrí en busca del autobús.
Tampoco entré corriendo como los demás días.
Funcioné toda mi jornada de forma automática.
Austin no apareció.
Cada vez que la puerta se abría, mi cuerpo entero se tensaba a la espera de que fuese él, pero no fue así.

El viaje de vuelta fue silencioso.
No intercambié más que un saludo con el conductor.
Una parte de mi, esperaba que como otras muchas tantas noches, escuchase el motor de su coche y verle alejarse cuando yo ya me encontraba a salvo dentro del edificio. Nada de eso pasó.
También esa pequeña parte, se emocionaba al pensar que como la noche anterior, él estaría esperando dentro de mi habitación.
Esa pequeña parte, se apagó cuando encendí la luz y todo seguía igual a cuando me fuí.

Y lo entendí.
Austin se había burlado de mí una vez más.

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Austin

Había pasado la noche pensando en lo ocurrido.
Sabía que las palabras no bastarían para convencerla, por lo que pensé y pensé hasta que por fin creí tener la solución.

Addison era terca, pero confiaba en que mi plan funcionara como esperaba.
Pensé que tal vez no saber de mí o no verme al día siguiente influiría de algún modo en ella. Quizá entonces se daría cuenta de que sentía algo por mi también.
Estaba seguro de que se había pasado el resto de la noche pensando en lo ocurrido en su habitación y nuestra conversación.

También me surgieron algunas dudas.
Mi teléfono no había dejado de sonar, y siempre era la misma persona.
Willow no se detenía. O llamaba o llenaba mi bandeja de entrada de mensajes. Tenía que cortar con esta historia con ella cuanto antes.
Había creído que después del desplante de la noche anterior, ella simplemente entendería. Estaba equivocado.
Parecía además que se sentía ultrajada por mi escapada a la habitación de Addison.
Ni yo sabía cómo terminaría aquello. ¿Como iba a saberlo? Mi intención nunca fue esa. Solo sucedió. Y el recuerdo solo alteraba mi mente y mi cuerpo como nada antes lo había hecho.

Mientras las horas pasaban, mi cabeza se llenó de recuerdos que había enterrado en el fondo de mi mente.
Recuerdos de una Addison con coletas corriendo de un lado al otro. O lanzándome bolas de nieve.
Podía recordar también a una pequeña niña sentada en el suelo cogiendo flores mientras reía feliz.
Había hecho muchas cosas para enfadarla o burlarme durante nuestros años juntos cuando nuestros padres se juntaban, pero al final del día, ella siempre sonreía.
Y quería esa sonrisa para mi.
Quería que por una vez, me la dedicase a mi.

Por eso, a la mañana siguiente, tras ducharme y vestirme, puse en marcha mi última baza. La más importante.

Ignoré las miradas y los susurros a mi paso y me coloqué frente al tablón de anuncios.
Cogí aire y hablé en voz alta.

—Se busca princesa. Sincera, lista y preciosa. Suele ir siempre corriendo de un lado al otro y pese a que la he cabreado innumerables veces, estoy esperando a que me de una oportunidad. Hace unas semanas colgó en este mismo tablón un anuncio en busca de un príncipe azul —me miré el absurdo disfraz que llevaba puesto y luego levanté la mirada para buscarla a ella—. Soy idiota y meteré la pata mil veces al día, pero te quiero Addison.
—¿Austin?
Y allí estaba ella.
Esperaba ser lo que buscaba. Lo demás, se vería con el tiempo.

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