Madre 7/16

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Aunque la casa de Alexia no estaba lejos, decidió de todos modos ir en coche.

Quizá era presuntuoso por su parte pensar que la cena podría alargarse, y si, siempre podía tomar un taxi de vuelta, pero prefería ser quien conducía.

No tardó más de quince minutos, aun así, se mantuvo dentro de su coche, imaginando las infinitas posibilidades que podían darse esa noche.

Confiado, bajó del coche, lo cerró de modo automático y caminó hasta la puerta.

El barrio era seguro, y la casa, aunque pequeña, era bastante bonita.

Un ojo al jardín y comprobó que también lo mantenía cuidado.

Una mueca se formó en sus labios cuando pensó que quizá fuese un hombre quien se encargase de ello. Solo esperaba que fuese su hermano.

La puerta se abrió cuando subió el pequeño escalón sin darle tiempo a llamar.

Una hermosa y sonrojada Alexia le esperaba con una enorme sonrisa en el rostro.

-Bienvenido, Oliver. Por favor, pasa.

Algo audaz, se inclinó hacia ella y besó su mejilla.

-Gracias.

-Veo que no te ha costado llegar.

-En realidad vivo bastante cerca. ¿En que puedo ayudar?

La siguió hasta la cocina, observando fascinado el vaiven de sus caderas.

Realmente era una mujer hermosa.

En cuanto llegaron a la cocina, su olfato se hizo cargo. Allí olía delicioso. No tenía ni idea de que era lo que estaba preparando pero casi se avergonzó cuando su estomágo protestó de forma ruidosa. Afortunadamente, ella no pareció notarlo, y si lo hizo, no lo demostró.

-Ponte cómodo, Oliver. Esto ya casi está. ¿Te apetece una copa de vino?

-Lo que tu tomes está bien para mí.

Ella asintió con una amplia sonrisa y le sirvió una copa de vino blanco.

-Espero que te guste la pasta. No sabía cuanta hambre tenías, así que acostumbrada a cocinar para mi hermano y para mí, hice de más. Ted es un pozo sin fondo.

-Suena estupendo. ¿Estás segura de que no necesitas ayuda?

-Si insistes, podrías sacar el agua y la ensalada del frigorífico y ponerlos sobre la mesa de ahí- señaló una pequeña mesa a su izquierda perfectamente servida para dos comensales.

-Por supuesto. ¿Como ha ido todo?

-Bien. Para ser sincera, después de llegar de la compra, me quedé completamente dormida en el sofá.

-Quizá lo necesitabas.

-Ha sido un día bastante intenso, la verdad.

Aunque no podía verla, si escuchó un leve rastro de tristeza en su voz. Se reprendió por haber sido quien se lo recordase.

-Pero me siento mucho mejor ahora, y todo eso es gracias a ti, Oliver.

Se volvió de golpe hacia ella y se sorprendió al escontrarla a su espalda.

Su mirada era tan sincera. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, pero su sonrisa le hizo saber que no eran de tristeza.

Con un nudo en la garganta, levantó cuidadosamente la mano, y la posó sobre su mejilla, sintiendo inmediatamente la suavidad de esta.

Los ojos de Alexia se cerraron ante su toque y sus labios se entreabrieron invitándole a probarlos.

Seducido más allá de lo inimaginable, bajó la cabeza y aceptó la invitación.

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En cuanto sus labios rozaron levamente los de ella, Alexia sintió una fuerte corriente recorriendo su cuerpo y sin darse tiempo a si misma para pensar, rodeó el cuello de Oliver con los brazos y lo atrajo más a ella.

Quizá aquello era una locura. No le conocía, y sin embargo, no había dudado acerca de invitarle a su casa aun estando sola. Lo mismo que él no había dudado tampoco en tenderle una mano cuando su mundo acababa de desmoronarse.

Ella nunca había sido muy buena juzgando a la gente, y esta, tendía a aprovecharse de la situación, sin embargo, con Oliver, simplemente lo sabía. Sabía que nunca haría nada que ella no quisiera, y con eso en mente, abrió un poco más los labios y dejó que el beso se profundizase.

Poco a poco, se volvió más intenso, y aun así, las manos de Oliver no se movieron del lugar.

Una de ellas seguía en su mejilla, la otra, la había dejado sobre su cadera cuando ella le atrajo hacia si misma, dejándole el control de la situación.

Agradecida, fue rompiendo el beso despacio hasta que sus labios se separaron del todo.

Sentía su piel enfebrecida y estaba segura, de que sus mejillas iban a delatarla, no obstante, ni siquiera eso podía hacer que las mariposas de su vientre, dejasen de danzar.

Ninguno de los dos dijo nada cuando sus ojos volvieron a encontrarse.

Oliver sonrío y ella no pudo evitar hacer lo mismo, mucho menos cuando el estomágo de él hizo acto de presencia, haciendo que ambos estallasen en una enorme carcajada.

-Ven, vamos a cenar.

Juntos, volvieron junto a los fogones y Alexia destapó la olla que poco antes, y afortunadamente, había retirado del fuego antes de apagarlo, o la cena se habría quemado.

Sintió a Oliver inspirar profundo a su lado cuando vió la pasta con salsa de camarones y calamares.

-Dios, mío. Eso huele de miedo.

-Gracias. ¿Me acercas los platos, por favor?

Sirvió ambas raciones y las llevaron hasta la mesa junto con sus copas de vino, donde él le retiró amablemente la silla y luego se sentó a su lado.

Después de que Oliver probase la comida bajo la atenta mirada de Alexia, y al ver su reacción, ella se animó a comer también.

Siempre le había gustado la cocina, y se le daba muy bien, por eso se animó a tener su propio blog. Nunca pensó, sin embargo, que acabaría teniendo el éxito que alcanzaba en ese momento, ni que sus ingresos aumentaran, cuando todo empezó como un pasatiempo.

-Esto está impresionante, Alexia.

-Me alegra mucho que te guste.

-Quizá tenga que salir rodando por la puerta más tarde, pero te aseguro que nunca había probado nada tan delicioso.

Quizá fue el tono de su voz, o como en lugar de seguir comiendo, dejó los cubiertos apoyados en el plato mientras sus ojos estaban fijos en sus labios, y supo que no hablaba solo de la comida.

El beso todavía seguía reciente, y sus labios hormigueaban ante el recuerdo.

Pasó la lengua sobre ellos y escuchó el gemido que escapó de los de Oliver.

No apartó la mirada, y tampoco lo hizo él, sin embargo, antes de tomar su siguiente respiración, sus labios chocaron de nuevo.

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