La cabaña 6/6

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Su apetito por ella era voraz.
Todo en lo que podía pensar era en hacer desaparecer todo lo que le impedía que sus pieles se tocasen.

Sus manos necesitaban tocar cada parte de ella.
Dejó que estas llevasen el control y con ansia, se deshizo de cada prenda de ropa.

Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la que era su habitación y la depositó con cuidado sobre la cama.

—Cada noche desde que te fuiste, he soñado con tenerte así. Quería que mis manos y mi cuerpo te dijesen todo lo que siente mi corazón.

—Carter...

—Eres mi vida entera, Diana. Todo lo que soy, lo que tengo, no significa nada si no puedo compartirlo contigo. Sé que asusta, y que estás confundida, pero te amo. Y si tengo que mantenerte en esta cabaña y en esta cama hasta que me creas, no tengo ningún problema en hacerlo, porque no iré a ningún lado si no es contigo.

Diana alzó los brazos y rodeó el cuello de Carter con las manos para bajar su cabeza y juntar sus labios.

Dejó que su propio cuerpo respondiese.

Quería decirle tanto, sin embargo las palabras se le quedaron trabadas en la garganta, por lo que decidió que si ella no podía pronunciarlas, se lo demostraría del único modo que podía.

❄️❄️❄️❄️❄️❄️❄️

Carter la hizo delirar de placer mientras su boca acariciaba cada rincón de su cuerpo, dejando la piel de Diana en un estado de excitación como nunca antes había experimentado, además de arrancar de sus labios los más deliciosos sonidos que jamás escuchó.

—Vamos cariño, deja que te lleve aun más lejos.

Las suplicas salieron de los labios entreabiertos de Diana, mientras las manos de Carter descendían y se colaban entre sus piernas abiertas.

Acariciando la tierna carne entre sus muslos, introdujo un dedo en su interior y observó fascinado como los ojos de Diana se abrían dejándolo ver todo su placer y su cuerpo se arqueaba.

—Dios mío, Carter...

—Eso es, cielo. No sabes el tiempo que llevo esperando este momento. Eres tan hermosa...

Introdujo otro dedo y colocó los labios justo encima de su pequeño botón, llevándola tan lejos como pudo hasta que estalló en mil pedazos.

Antes de que ella pudiese recuperarse, Carter lamió sus labios y se introdujo en su cuerpo de una sola embestida, y empezó a moverse en cuanto ella rodeó su cuerpo con las piernas y clavó las uñas en sus hombros.

Nunca había sentido nada parecido.

La sensación de su sexo envolviendo su miembro le llevó a moverse cada vez con más ansia, deseando llegar a lo más alto.

Diana se aferró aun más a él.

No quería que hubiese un solo espacio en el que sus cuerpos no se tocasen.

Necesitaba el contacto. Necesitaba creer que todo aquello era real. Que las palabras que Carter había mencionado, las decía de corazón y que nunca más volvería a estar sola.

Y aquella noche, mientras dormía en brazos del hombre que amaba, comprendió finalmente lo que había pretendido su padre.

Su última voluntad, había sido que ella fuese feliz.

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