Reflejo mortal 4/5

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—Sangre por sangre—repitió la sombra.

—¿Qué?

—Los quieres muertos, al igual que a tu reina. Eso requiere sangre. Dámela y ninguno de ellos saldrá de aquí con vida.

Dejó que sus palabras hiciesen mella en ella, y entonces recordó.

Había manchado el espejo con su sangre la noche anterior y esta había desaparecido. Pensó que estaba loca pero, ¿Cómo podía explicar entonces ahora esto?

—¿Tú la mataste? ¿Mataste a la reina?

La sombra rio y el sonido llenó su cuerpo de escalofríos.

—No. Tú lo hiciste. Fue tu deseo.

—¿Cómo pasó?

—Estoy atrapada aquí dentro, sin embargo, para mí es sencillo reflejarme en cualquier espejo o superficie reflectante. Una vez destruido, no puedo volver a meterme en él y vuelvo aquí. Llevaba décadas dormida, pero hace un par de noches tu sangre me despertó. ¿Entonces quieres o no verles muertos?

Llevó sus manos a la cabeza sin poder creer lo que escuchaba.

—¿Qué se supone que eres? ¿Un espíritu?

—Un demonio. Una maldición es lo que me tiene aquí presa y sinceramente estoy aburrida. ¿Qué va a ser? Ya has dejado tu sangre en el marco.

Se mantuvo en silencio mientras la sombra hacia aparecer una lima para las uñas y la usaba mientras esperaba a que ella dictase sentencia.

Sería tan sencillo hacerlos desaparecer a todos y librarse de ellos.

—No tengo todo el día. Estoy atrapada pero eso no quiere decir que quiera quedarme eternamente esperando a que te decidas.

—No hagas nada.

Aunque fugaz, pudo ver un destello en los ojos del demonio, antes de que este desapareciera.

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Tardó un buen rato en volver a colocar las cosas en su sitio y unas horas más tarde, cuando los invitados empezaron a marcharse, regresó para ayudar a limpiar.

Ignoró susurros y miradas de reojo, pero entonces Gertrudis apareció de nuevo.

—Dios, eres un desastre. No entiendo porque Charlotte insistía en mantenerte en el castillo. Deberías haber desaparecido en cuanto la perra de tu madre murió. Nos habrías hecho un favor a todos, la verdad.

Las palabras fueron como un puñal clavado en su corazón. El dolor era insoportable.

Tomó con una mano el cuchillo que habían usado para cortar uno de los postres. Todavía estaba manchado con el relleno de arándanos.

Lo sostuvo con manos temblorosas deseando tener el valor para volverse hacia ella y hundirlo profundamente en su abdomen, provocándole una muerte lenta y dolorosa mientras la veía desangrarse.

—Termina aquí y desaparece. No quiero que nadie más te vea.

Y lo hizo. Recogió tal y como le habían ordenado y después regresó a su habitación, llevando el cuchillo con ella.


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